La Oscuridad Que Sueñas

Capítulo 14 - El ataque

10 minutos antes del comienzo del ataque …

—Petrov, está todo listo. Alicia acaba de noquear a los guardias y van a abrir la puerta.

—Bien, todo va como el sistema quería —respondió con una sonrisa fría, alzando ligeramente la cabeza, como si todo ya estuviera bajo control—. Entrarán los rebeldes a intentar salvar a su gran arma, el niño prodigio... Una pena que ya no esté en los calabozos y esté aquí, bajo nuestro poder. Gracias a la fórmula que nos dio Alicia, nos aseguramos de que no sepan nada sobre su estado. La niña no tiene control sobre él.

—¿Las torretas las desactivamos como solicitaste? —preguntó el soldado, ladeando la cabeza con cierta inquietud.

—Sí —afirmó Petrov con firmeza, ajustándose el uniforme—. Tenemos que hacer que lleguen al sótano sin ninguna sorpresa. Recordad: disparad, pero retroceded como si huyerais. Que piensen que estamos cediendo terreno. Ellos creerán que estamos en el comedor, así que solo esperarán resistencia de los guardias de turno.

—¿Y si no caen en la trampa? —se atrevió a preguntar con un hilo de duda en la voz.

Petrov lo miró fijamente, con esa calma inquietante que lo caracterizaba.

—Entonces usaremos el gas X. Sí, morirá mucha gente, pero no podemos perder la presa. Son órdenes directas del sistema, y no hay margen para cuestionarlas. ¿Algo más que quieras discutir? —añadió, con un tono cortante.

—No, comandante. Entendido. A sus órdenes —respondió el soldado, cuadrándose de inmediato.

Petrov asintió y, al quedarse solo, murmuró con una mezcla de sarcasmo y nostalgia:

—Veamos qué tienes preparado, viejo amigo. Espero que aún me sorprendas.

Cinco minutos antes del ataque en las puertas de la presa…

—Están tardando mucho, Salazar. Será mejor que nos vayamos —dijo un soldado rebelde, moviéndose nervioso mientras apretaba el fusil con las manos sudorosas—. No podemos aguantar más aquí, nos liquidarán antes de que siquiera podamos reaccionar.

—¡Tened paciencia! —repliqué con autoridad, alzando la voz para que todos me escucharan—. Las batallas se pierden por ser impulsivos, y no podemos permitirnos un error así. Alicia nos abrirá la puerta. Confío en ella y vosotros también deberíais hacerlo.

De repente, las enormes puertas de acero comenzaron a moverse con un sonido metálico y chirriante. Todos los presentes se tensaron, hasta que vimos salir a cuatro jóvenes corriendo hacia nosotros.

—¡Son ellos! —gritó uno de los soldados, con el rostro iluminado por el alivio—. ¡Ha cumplido con su cometido! Sabía que lo haría.

—Sí, sabía que no nos fallaría —murmuré para mí mismo, sintiendo un pequeño nudo de alivio en el pecho—. ¡Vamos, salgamos a recibirlos! Pero estad listos, las armas siempre preparadas.

Cuando los soldados terminaron de cruzar la puerta, fui el último en entrar. Me detuve por un breve instante, girándome hacia Alicia, que permanecía al otro lado, observándonos. Le hice un gesto con la cabeza para darle las gracias y fui con los demás soldados. Las puertas se cerraron detrás de nosotros con un fuerte estruendo metálico.

Respiré hondo, y una vez dentro, reuní a los hombres.

—Escuchad, el plan sigue en marcha. Tenemos que salvar a Tomás. Según la información de nuestros espías, está en las jaulas del sótano, que usan como cárceles. Para llegar, debemos bajar por esas escaleras —señalé con el dedo hacia la izquierda— y luego avanzar hasta la sala de máquinas. Allí desactivaremos la electricidad y procederemos con la extracción. ¡Esto es una operación de rescate! No olvidéis que no venimos a enfrentarnos, sino a sacar a Tomás.

No tuve tiempo de añadir más. Un disparo resonó en el aire, y pude ver cómo impactaba en la cara de uno de los soldados que estaban a mi lado. Sangre y caos inundaron el lugar.

—¡Nos descubrieron! ¡Cubríos como podáis! —grité, sacando mi arma. Pero sabía que no había cobertura disponible. Estábamos expuestos, y las balas seguían cayendo.

—¡Corred al sótano! —ordené mientras señalaba las escaleras con un movimiento brusco—. ¡Pelotones Alfa y Zeta, quedaos aquí cubriendo la entrada para asegurarnos una ruta de escape! ¡El resto, moved el culo ahora mismo!

Empezamos a descender rápidamente por las escaleras, sin detenernos a mirar atrás. Cada paso resonaba con un eco ensordecedor en el vacío del sótano. Cuando finalmente llegamos a la última planta, el ambiente era extraño. Habíamos dejado el ruido de los disparos atrás, pero el silencio que nos rodeaba era aún más inquietante.

—¿Qué ha pasado, Salazar? —preguntó uno de los soldados mientras revisaba el pasillo con la mirada—. ¿Cómo nos descubrieron tan rápido? ¿No era un plan perfecto?

—Petrov —respondí con rabia contenida, apretando los dientes—. Tenía que tener algún tipo de alarma conectada a la puerta. Fue un error subestimarlo.

La sensación de pérdida era evidente. Habíamos perdido al menos a diez hombres durante el primer enfrentamiento, y los pelotones que se quedaron arriba seguramente no durarían mucho más.

—Salazar, solo quedamos dos pelotones. ¿Será suficiente para rescatar a Tomás? —preguntó un soldado mirándome con preocupación evidente.



#479 en Thriller
#219 en Misterio

En el texto hay: misterio, oscuridad, mental

Editado: 19.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.