La Oscuridad Que Sueñas

Capítulo 15 - Anochecer

Llegamos a la sala de control, que estaba completamente vacía. Todos los soldados seguían en la entrada, vigilando que los rebeldes no intentaran nada. Petrov me indicó que entrara en una sala pequeña donde estaba la radio. Le hice caso y entré.

—¿Cómo te encuentras, Alicia? —me preguntó mientras cerraba la puerta.

—Pues, sinceramente, rara. Creía que iba a estar más tranquila tras ver morir a esos dos, pero siento todo lo contrario. Con el niño no he sentido ni pena, pero con Salazar... he sentido algo dentro de mí. Es extraño, tenía la sensación de que lo conocía, aunque es la primera vez que lo he visto en persona.

—Eso es justo lo que quería hablar contigo —respondió mientras buscaba algo en una estantería llena de archivadores—. Pero quiero que sepas que no te lo he contado antes porque necesitaba estar seguro de que podía confiar en ti. Y, tras lo que has demostrado las últimas horas, estoy seguro de que puedo hacerlo. —sentí mucha confianza en sus palabras.

—Te entiendo. Yo también habría dudado de alguien como yo. ¿Qué me quieres enseñar? —pregunté, intrigada.

—¡Aquí está! —exclamó, sacando una carpeta desgastada de un archivador —esto te pertenece.

—¿Qué es? —pregunté mientras me tendía la carpeta.

—Es tu pasado, Alicia.

Abrí la carpeta. Había documentos antiguos y fotos sueltas. Empecé a revisarlos. Lo primero que vi fue una partida de nacimiento con mi nombre, apellidos, fecha y lugar de nacimiento. El siguiente documento era del orfanato donde estuve. En la parte inferior, había dos firmas apenas legibles.

—¿Son de mis padres? —pregunté, señalando las firmas.

—Sí. Es la carta de responsabilidad que firmaron cuando te entregaron al orfanato —respondió Petrov.

Seguí rebuscando entre los papeles. Había informes de mi infancia, notas escolares, evaluaciones de profesores y opiniones de mi tutora. ¿Por qué tenían tanta información sobre mí? Luego llegué a las fotos. Todas estaban dadas la vuelta, con fechas escritas en el reverso. Cogí la primera: la fecha correspondía al día de mi nacimiento. Al girarla, vi la imagen de un bebé.

—¿Soy yo? ¿De verdad? —pregunté, sorprendida y emocionada, de tener un recuerdo de mi infancia en mis manos.

—Sí, Alicia. Esa eres tú el día que naciste. Yo te conocí una semana después de que tomaran esa foto —me confesó Petrov con un tono calido.

—¿Cómo? ¿Tú me conocías de antes? —pregunté mirandole directamente a los ojos, sorprendida.

Petrov se recolocó en la silla, parece que este tema le ponía nervioso y se le notaba un poco tenso.

—Sí, aunque solo te vi una vez. Era muy amigo de tu padre —dijo mientras sacaba otra foto y me la entregaba.

En la imagen se veía a Petrov, sosteniéndome en brazos con sus piernas aún sanas, y a su lado, el comandante Salazar.

—No puede ser... —murmuré, sorprendida—. ¿Esto es una broma?

En ese instante mi cuerpo empezó a temblar. ¿Acaba de ver morir a mi padre?

—Tranquila, Alicia. Es normal que estés confundida, pero sí, es totalmente cierto. Salazar era tu padre. Antes de ser un traidor al sistema, era mi amigo. Cuando naciste, fue el día que más feliz lo vi en su vida. Pero un año después tuvo que marcharse en una misión importante. Cuando volvió, encontró a tu madre con otro hombre. Ella había caído en malas costumbres y te tenía completamente descuidada. Intentó conseguir tu custodia, pero al final decidieron ingresarte en un orfanato, temiendo que quedaras desatendida otra vez. Ese día, Salazar decidió abandonar el sistema y luchar por otra causa. Hace veinte años de eso.

Petrov hizo una pausa, como si reviviera aquel momento.

—Salazar siempre luchó por ti. Me pidió que te entregara esto algún día, para que supieras quiénes eran tus padres y entendieras sus motivos. Yo habría hecho lo mismo que él. Por eso siempre lo respeté y por eso le di una muerte digna.

—Entonces, ¿por qué quería ahora que supiera todo esto? —pregunté, intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—Porque la niña le convenció de que, si seguía su plan, podría reunirse contigo. Eso lo cegó. Nunca habría caído en una trampa tan obvia si no fuera por ese deseo desesperado. Quería verte, recuperarte. Me dijo que la niña le aseguraba que estabas del lado de los rebeldes, que te unirías a ellos. Lo que no esperaban era tu lealtad hacia nosotros. Alicia, tu padre no te guardaba rencor. Estaba orgulloso de ti, porque fuiste capaz de enfrentarte a la niña.

Me quedé en silencio. Había conocido a mi padre y, minutos después, había muerto. Todo era demasiado para mi cabeza.

—¿Y por qué tienen tanta información sobre mí? —pregunté finalmente.

—Recopilamos información de todos los exploradores que salen en expediciones. Además, tu profesor nos habló muy bien de ti. Eso me hizo investigar más, hasta que descubrí que eras tú esa niña que sostuve en mis brazos hace veinte años. La hija de mi amigo, Salazar.

Seguí revisando los documentos. Había registros policiales de denuncias por abandono infantil hacia mi madre. También informes médicos que certificaban que sufría de psicosis. Al final, supe que se ahorcó en un hospital. Vi papeles de solicitudes de adopción que Salazar presentó, todas rechazadas. En un mismo año lo intentó cuatro veces. Supongo que fue ese año cuando decidió rebelarse y abandonar el sistema.



#479 en Thriller
#219 en Misterio

En el texto hay: misterio, oscuridad, mental

Editado: 19.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.