Melania se encontraba un poco ausente; me acerqué a ella tímidamente, sin saber cómo iba a reaccionar.
—¿Estás bien? —pregunté con cuidado, intentando no sonar demasiado intrusivo.
—¿Ah? Ah, eres tú... —respondió, algo desorientada—. Sí, estoy bien. No te preocupes. Solo... estoy intentando asimilar lo que acabamos de hacer.
—¿Por huir? No entiendo a qué te refieres, Melania.
—¿Huir? —replicó, frunciendo el ceño—. ¿De quién hemos huido, Anmon? ¿Qué demonios estás diciendo?
Me quedé un par de segundos bloqueado. ¿Se habría confundido?
—¡Eh, Anmon! —me llamó con más fuerza, esta vez con una pizca de impaciencia—. ¿Qué te pasa? Pareces haber visto un fantasma.
Entonces me di cuenta de que estábamos de nuevo en la gasolinera. Miré a mi alrededor: solo estábamos ella y yo. Los demás habían desaparecido.
—¿Dónde está Sara? —pregunté, intentando mantener la calma.
—¿Sara? —repitió, como si mi pregunta le resultara extraña—. Está en el refugio. Sigue en coma, todavía no ha despertado del ataque. Pero Lucas está con ella, no te preocupes.
No entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero lo único que tenía claro era que estaba viviendo un recuerdo de Anmon, un recuerdo que ocurrió días atrás. ¿Pero por qué estaba experimentando ese recuerdo ahora?
—Anmon, tenemos que guardar los cuerpos. El grupo y yo llegaremos en menos de una semana a esta gasolinera, y tienen que creer que estos cuerpos fueron causados por las atrocidades que hacen los rebeldes —dijo Melania mientras arrastraba una bolsa voluminosa.
—¿Qué cuerpos? ¿Quiénes son? —pregunté, un poco asustado.
—¿Me vas a decir qué te pasa, Anmon? —respondió, notoriamente alterada—. Desde que te tomaste eso para los nervios, estás raro, como si fueras otra persona.
—Perdona, es que la dosis es bastante fuerte, y pierdo hasta la noción de quién soy. Por eso te pregunto, para ir ubicándome —le respondí con rapidez, intentando darle una explicación convincente. Sin embargo, sus expresiones cambiaron, y noté un leve escepticismo en su mirada.
—Te lo he dicho mil veces, esa droga no es buena para ti. Pero sigues insistiendo en tomarla cuando estás alterado. —dijo, con tono reprimido, mientras continuaba arrastrando la bolsa hacia la parte trasera de la gasolinera—. Yo creo que lo que necesitas es parar, respirar antes de hacer lo que haces.
Le ayudé a arrastrar la bolsa. Estaba pesada, demasiado pesada. ¿Cuántos cuerpos habían dentro? ¿Y de quiénes eran esos cuerpos?
—Por esos arrebatos de locura que tienes, hemos perdido a estos buenos soldados.
¿Anmon había matado a alguien justo antes de que saliéramos? Seguía bastante confundido, pero debía ver todo el recuerdo, por lo que traté de seguir el juego a Melania, intentando ser como Anmon.
—Se lo merecía —respondí, con voz fría—. Y por su culpa casi pierdo a Sara. Si fuera tu hija, tú habrías hecho lo mismo. Y con los otros, habían visto demasiado. Sabemos que se irían de la lengua, y no podemos permitirnos eso.
Melania se detuvo abruptamente, dejándonos en silencio. Entonces, con una expresión tensa, se acercó a mí, esta vez de forma más violenta.
—¿Tú eres necio, verdad? —dijo con desdén, casi escupiendo las palabras—. ¿En serio crees que eso justifica lo que hiciste? ¿Mataste a todos por “seguridad”?
Me quedé paralizado por su agresividad, pero traté de mantenerme firme.
—Lo hice porque era lo que teníamos que hacer. Es lo que la situación pedía —respondí, no sin cierto nerviosismo, intentando mostrar seguridad.
—¿Quién eres? —me preguntó, ahora con una mirada feroz, sus ojos entrecerrados, como si intentara ver a través de mí—. ¿Quién demonios eres realmente?
—Soy Anmon, ¿por qué me preguntas eso? —mi voz tembló ligeramente, y sentí cómo un sudor frío comenzaba a recorrer mi espalda.
—Porque no te reconozco. Estás extraño. Me haces preguntas de las cuales deberías saber las respuestas. —dijo, con una sombra de desconfianza en su tono—. No me digas que... no me digas que la niña te ha poseído.
—Sabes que no puede poseerme, al igual que a ti —respondí, con algo más de firmeza, rezando por que fuera cierto lo que acababa de decir.
—Lo sé. Pero entonces dime, ¿por qué dices que yo haría lo mismo si Sara fuera mi hija? —dijo, bajando el tono, pero aún con esa tensión palpable en el aire—. Claro que hice lo mismo, estuve contigo. Y si tú no lo hubieras matado, lo hubiera hecho yo, a solas, sin testigos. Sara también es mi hija.
Las palabras de Melania me golpearon como una patada en el estómago. Estaba completamente confundido. Sara siempre me había dicho que su madre estaba en la estación, que se quedó allí cuando se separó de su padre, y que conocía a Melania desde que nació.
—Basta, no le demos más vueltas —dije, tratando de calmarme y de no dejar que la situación me sobrepasara—. Te prometo que no tomaré más esa droga. Me deja completamente desubicado. Venga, acabemos con esto y volvamos.
Melania asintió con la cabeza, aunque su expresión no parecía del todo convencida, y volvió a arrastrar la bolsa. Yo la ayudé, en silencio. Llegamos al contenedor, justo en la parte trasera, y lo abrió. Estaba vacío.
Editado: 19.12.2025