La Oscuridad Que Sueñas

Capítulo 21 - Origen

Todo empezó hace quince años, justo cinco años antes de la Gran Guerra. Llevaba felizmente casado con mi mujer quince años. Nuestra vida era humilde. Yo trabajaba como profesor en la escuela primaria; era mi pasión, disfrutaba tanto con los niños que decidimos tener hijos. Pero tuvimos muchos inconvenientes. Por más que lo intentábamos, nunca logró quedarse embarazada. Nos hicimos toda clase de pruebas, y todo estaba bien. Parecía que el destino no quería que fuéramos padres.

Entonces, un amigo nos contó sobre un tratamiento que ayudaba en estos casos y que tenía casi un cien por ciento de probabilidades de que la mujer se quedara embarazada en apenas tres meses.

Obviamente, fuimos sin dudar. Llevábamos casi ocho años buscando un hijo, estábamos desesperados, al borde de abandonar la idea. No queríamos adoptar porque sentíamos que nuestro hijo debía ser fruto de nuestro amor.

Al llegar a la clínica, había muchísimas parejas. Pude contar hasta cincuenta. Todas con el mismo problema: años intentándolo, todo en orden, pero sin éxito.

Tras muchas horas de espera, nos llegó el turno. Florencia, mi mujer, estaba nerviosa y emocionada. Yo, en cambio, tenía mis reservas. No terminaba de fiarme de estos tratamientos. Pero verla tan feliz... eso era lo único que importaba.

Aquel día en la clínica la vi más radiante que nunca, más que el día de nuestra boda. Llevaba años frustrada, al borde de la depresión. Y yo sabía que, si las pruebas hubieran indicado que alguno de los dos no podía tener hijos, ella habría aceptado la realidad con resignación. Pero no era así. Ambos estábamos perfectamente, y eso la consumía lentamente. Por eso decidí aceptar el tratamiento. Lo hice por ella, para sacarla de ese infierno de incertidumbre.

Dentro de la consulta había una doctora sentada en su escritorio. Nos sentamos en las dos sillas disponibles y esperamos a que terminara de escribir.

—Buenas tardes. ¿Habéis tenido que esperar mucho? —preguntó la doctora con una sonrisa cortés.

—Un poco, pero esperamos que valga la pena —respondió Florencia, con los nervios asomando en su voz.

—Tranquilos. Seguro que seréis unos padres estupendos. Se os nota en la cara —dijo la doctora, mirándonos con calidez.

—Estamos muy nerviosos... Llevamos ocho años intentándolo, pero nunca ha pasado nada. Ni un pequeño susto —admitió Florencia, apretando mis manos.

—Sí, he revisado vuestro historial. Ambos estáis perfectamente, sin ninguna anomalía que impida el embarazo. Solo habéis tenido muy mala suerte. Además, veo aquí que tenéis antecedentes de gemelos en vuestros genes.

—Sí, mi padre tiene un gemelo y su madre también. Sabemos que la posibilidad es alta —respondió Florencia, con un destello de esperanza en los ojos.

—Es estupendo. Tal vez la vida os devuelva todos estos años de espera... por partida doble —dijo la doctora con una sonrisa alentadora.

—¡No me digas eso! Me voy a emocionar... —dijo Florencia, con lágrimas asomando en sus ojos y la voz temblorosa.

—Venga conmigo, Florencia. Usted, Pablo, puede esperar aquí. No tardaremos —indicó la doctora mientras se levantaba.

Salieron hacia una habitación contigua, y me quedé solo. Estaba muy nervioso. Las piernas me temblaban sin cesar, no me quedaban uñas que morder, y no podía estar quieto. Me levantaba cada dos segundos, intentando escuchar algo detrás de la puerta.

Cuando regresaron, Florencia venía con ambas manos apoyadas en su estómago, como si estuviera protegiendo un sueño que aún no había empezado.

—¿Estás bien? —pregunté mientras me acercaba a Florencia, visiblemente preocupado.

—Sí, no te preocupes, Pablo. Le he suministrado una dosis. Le he pedido que presione bien el lugar donde le pinché para que no le quede ninguna marca —respondió la doctora, volviendo a sentarse en su silla con profesionalidad.

Me apresuré a ayudar a Florencia a sentarse. Parecía incómoda, su expresión delataba una leve molestia.

—Hasta dentro de un par de horas no se le pasará esa sensación de malestar, pero tome estas pastillas cada ocho horas y todo irá bien. Dentro de una semana podéis volver a intentarlo, y en menos de tres meses estará embarazada. Si no fuera así, regresad y le administraremos otra dosis. Pero estoy segura de que no será necesario —nos explicó la doctora con tono tranquilizador.

—Muchas gracias, doctora. Esperemos que suceda —le respondí, recogiendo las pastillas mientras ayudaba a Florencia a levantarse de la silla. Salimos en dirección al coche.

—¿Seguro que estás bien, cariño? —le pregunté mientras la miraba de reojo.

—Sí, tranquilo. Es como si me hubiera picado una abeja. Pero se me pasará pronto —respondió, apretando mi mano con suavidad, intentando calmarme.

Pasaron las semanas, y volvimos a intentarlo. Ese mismo mes empezó a experimentar retrasos, aunque no estaba embarazada aún. Pero fue en el segundo mes cuando finalmente ocurrió: estaba embarazada.

Recuerdo como si fuera ayer el día en que me lo dijo. Su rostro era un cuadro de felicidad pura, sus ojos brillaban con lágrimas de emoción. Por fin lo habíamos conseguido. Íbamos a ser padres. Y la sorpresa fue doble cuando, tras varios meses, descubrimos que eran gemelos.



#479 en Thriller
#219 en Misterio

En el texto hay: misterio, oscuridad, mental

Editado: 19.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.