No sé cuántos minutos pasaron hasta que recobré la conciencia. Sara estaba a mi lado, ayudándome a incorporarme. Su rostro serio y preocupado me indicó que algo grave estaba ocurriendo.
Fue entonces cuando noté que estaba atado de pies y manos. Intenté liberarme de las cuerdas, pero un puñetazo me golpeó en la cara. Escupí un poco de sangre y giré la cabeza, intentando ver quién había sido el responsable.
—No intentes nada estúpido, Lucas —dijo Román, mirándome con desafío.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, tratando de contener la rabia.
—¿Qué has hecho tú? Esa debería ser la verdadera pregunta, traidor. Nos trajiste hasta aquí para encerrarnos y dejarnos a merced de los rebeldes, sin ninguna posibilidad de escape…
—Yo no he hecho nada. Seguro que nos siguieron, o simplemente hemos tenido mala suerte.
—¡¿Mala suerte?! Por favor, Lucas, no soy tan ingenua —replicó Melania, furiosa—. He tardado en darme cuenta, pero ya lo veo claro: tus malditas visiones son las que traen todos nuestros problemas. Primero, en el refugio; nadie nos había encontrado en años, hasta que viste a esa niña. Justo después, nos atacaron. Y ahora, seguro que otra de tus visiones nos ha traído hasta aquí. Fui muy tonta al confiar en ti, y en hacerle caso a Anmon.
—¡¿Y tú me vas a dar lecciones?! Para que todos lo sepan, los cadáveres que vimos en la gasolinera fueron obra de Melania y Anmon. Eran compañeros nuestros de exploración, precisamente los que estaban de guardia la noche en que Sara fue atacada. Ellos mataron a nuestros compañeros y luego mintieron sobre la procedencia de esos cuerpos.
Vi la sorpresa en el rostro de Melania; no entendía cómo podía saber yo toda esa información. Pero reaccionó rápido y me volvió a golpear en el estómago.
—¡Eres un maldito mentiroso! Nunca le haría daño a alguien de mi propio bando. Os está mintiendo para salvarse —dijo Melania, mientras me volvía a golpear.
—¡BASTA! —Sara se interpuso, deteniendo el puñetazo que iba directo a mi cara—. Lucas tiene razón, por desgracia. Mi padre y Melania mataron a esos chicos, y tengo una prueba de ello.
—¿Cómo? —preguntó Melania, desconcertada.
—Esta carta es la confesión de mi padre —dijo Sara, sosteniendo el papel con determinación—. Es su letra y su firma; cualquiera puede comprobarlo. Aquí cuenta cómo él y Melania asesinaron a esos chicos y los echaron al contenedor. Y confiesa muchas más atrocidades. El sistema es cruel y despiadado. ¿Recuerdas cuando mataste al esposo de esa mujer embarazada que llegó al refugio hace unos meses, Melania?
Sara enfrentaba a Melania, mientras yo luchaba con las cuerdas, aunque estaban demasiado bien atadas para soltarlas. Aun así, sus palabras parecían impactar a los demás.
Vi a Román dudar, como si estuviera reconsiderando quién era aliado y quién, enemigo. Paul apenas miraba, y estoy seguro de que evitaba intervenir por ser mi amigo; si me apoyaba, Melania podría matarlo. En cuanto a Rosa, se notaba nerviosa, hablando con su hermano y tratando de entender lo que pasaba.
—¿Estás consciente de lo que dices, Sara? —preguntó Melania, dudosa.
—Sí, te acuso de asesinar civiles y compañeros. Debes responder por esos crímenes —afirmó Sara, seria.
—¿Y quién me va a juzgar? ¿Tú? Apenas entren los rebeldes, todos moriremos. Y será por culpa de Lucas.
—Eso no va a pasar. Quieren a Lucas y harán lo que él pida si logran que vaya con ellos. Déjanos ir y podréis ir libres, sin más muertes —intentó negociar Sara con Melania.
—¿De verdad te ha convencido de eso? —preguntó Melania, desafiante—. Él es capaz de traicionar a su propia novia para salvarse. ¿No lo ves, Sara?
—Confío en él, y sé que dice la verdad. Y si no te gusta eso, tendrás que matarnos a los dos.
Tras varios segundos de silencio, Melania sacó su pistola y apuntó a Sara.
—¡No! Déjala, Melania. Solo me quieres a mí, déjala tranquila y apúntame a mí —le grité, desesperado.
—Quiero que digas que le has mentido y que nos has traicionado. Quiero escuchar que lo admites, Lucas.
—¡DEJALA! —intervino Paul, apuntándole desde el otro lado del salón.
—Paul, baja la pistola y apunta al verdadero enemigo —exigió Melania, ordenándole que dejara de apuntarla.
—¡No! Estoy harto de mentiras, y confío en la palabra de ellos. Desde que salimos del refugio, he sentido que el verdadero enemigo es el sistema, y lo confirmé al ver los cuerpos en la gasolinera. Conocía a esos chicos. Cuando vimos los cuerpos por primera vez, noté que uno de ellos, mutilado, tenía una pulsera de tela en el tobillo, la misma que llevaba Marco ese día. Recuerdo que se la vi y le pregunté; me contó que era un recuerdo de su madre. Al principio no le di importancia, pero cuando estábamos a punto de irnos, noté que la pulsera ya no estaba. Anoche, después de varias horas convencido de que nos habías mentido, revisé tu mochila. Y aquí está la pulsera —dijo Paul, alzándola para mostrarla, un fragmento de cuero que brillaba entre sus dedos.
—Te mereces morir al igual que él, maldito traidor. ¡Rosa! ¡Román! Apunten a Paul y átelo; luego me encargaré de él —ordenó Melania con firmeza.
Editado: 19.12.2025