Adolfo llegó a un Bar que habia en el pueblo, la mujer que atendía lo miro con extrañes
– ¿Que haces por estos lados Adolfo?
La miró fijamente a los ojos
– Dame un vodka. La chica sirvió el trago, – ¿Te tomarias un trago conmigo?
La joven sonrío ante la invitación sirviendose el trago
– ¿Algún motivo en especial?.
El sonrío lascivo
– Sí, soy papá.
La chica lo miro molesta y lanzó su trago en su rostro
– Eres un imbécil Adolfo, lárgate de aquí. Despeto
Adolfo se levantó molesto y se voló el mostrador del Bar la tomó por el cuello y sonrió
– Sabes que no puedo casarme con una cualquiera como tú. Susurró en su oído
Ella en su defensa lo tomó fuerte por sus partes
– Que mal por tí, espero que después de casado no se te ocurra buscarme más adolfito. Respondió jadeante
Se dobló del dolor, la soltó del cuello y ella aprovechó para salir del otro lado. Minutos después él sonrío
– Ana, Anita... Ambos se miraban fijamente a los ojos...
Ella se sube por el mostrador lanzandose a su cuerpo y el la carga entre sus brazos y la besa apasionadamente.
– Jamás sentirás con otra, el placer que sientes conmigo. Susurro mordiendo su labio inferior
– No es momento de hablar, respondió a su comentario.
De algun modo era verdad lo que decía la hermosa mujer.
En la hacienda de los Riveras el padre de Adolfo estaba en su oficina sacando cuentas y revisando documentos. Su esposa llega interrumpiendolo.
– ¿Estas muy ocupado Enrique?
El la miró molesto, soltó el lápiz dejándolo caer en el escritorio
– ¿Queué quieres Graciela?, Dijo molesto. Sabes que cuando estoy en la oficina no me gusta ser interrumpido.
Ella golpea el escritorio.
– Pues después de escuchar lo que te diré, no creo que siga siendo de interés sacar tus cuentas.
Él gruñó
– ¡Haber dime Graciela! ¿Que pasa ahora?
– Pues que tu hijo se comprometió con la hija de los Rosales de León, y ya tienen una hija ¿Te parece buena noticia lo que te acabo de decir?.
Se sorprendido por las buenas nuevas
– ¿Que dijiste?. Desde cuando está de amores con esa muchacha, si se decía que la veían con el capataz de la hacienda.
Sin poca importancia Graciela responde
– Pues no se, lo que sí se, es que se van a casar en dos días. La gente es quisquillosa a la hora de invertar cuentos.
La miró incrédulo
– Cuando regrese dile que venga a mi oficina. Ordenó retomando lo que hacia.
Graciela salió de la oficina alegre
– ¡Tengo un nieto!, ¡Ya era hora!...
– ¿Como estas hija?, Pregunto maria adolorida por la forma en la que su esposo esta llevando tan lejos la situacion.
Isabel estaba acostada de lado en su cama, tenía sus ojos hinchados de tanto llorar.
– ¿Como crees que me siento mamá?, ¡Mira lo que está haciendo mi padre!.
Su madre se acercó y tocó su pierna en forma de acaricia, Isabel la esquivó girando su cuerpo del otro lado.
Su madre sintio que su pecho se partía en pedazos al ver que su hija evitaba su cercanía.
– ¡Quiero estar sola!, Dice con desazón.
María salio de la habitación dejándola sola con su suplicio, estaba preocupada por su hija.
Bajó a la cocina
– Nacha me regalas un té de hierba buena. Le pidió a la muchacha del servicio.
– Claro que si Doña María.
Su boca se curvo, se notó lo afligida
– ¿Donde está Josefa?
– Esta de compras con flor.
Contesto la joven con una sonrisa dando en sus manos el té que había pedido. María lo recibe caminando hacia el frente de la cocina donde había una ventana grande que daba vista hacia el jardín. miraba perdida, ausente.
Nacha al notarla pregunto
– ¿Se encuentra bien señora María?
Escuchó que le hablan varias veces, pero segundos después notó que la joven estaba a su lado mirándola preocupada. Ella sonrío
– Estoy bien nachita.
Le dió la taza donde le había servido el té, salió de la cocina...
Martín arrullaba a su bebé en la sala de su rancho, tocaron la puerta, un toque suave.
Arrugó el ceño extrañado, pues casi nunca recibía visitas, se acercó a la puerta..., Al abrirla sonrío sorprendido.
– ¿Helena?... ¿Que haces aquí? ¿Cuando viniste?, La chica se asombro y más al verlo con un bebé en brazos. – Sigue, pasa pasa Helena, ¿Cuando regresaste?, Preguntó nuevamente, también está sorprendido al verla.
Anonadada la mujer sólo observa la bebé que tenía en sus brazos
– ¿De quien es ese bebé Martín?, Preguntó curiosa
El miro a su hija con amor
– Es mi hija.
Helena se sorprendió
– ¡Que!, ¿Como que tu hija?, ¡4 años pérdida y esto es lo que encuentro!, cambió su rostro sonríendo, se acercó a él para tomar a la niña.
Martín la mira con dulzura pues es su amiga de toda la vida, se conocen desde que eran unos niños, aunque ella prefirió irse porque su sentimiento no iba ser correspondido, lo quiso desde niña. Martín su más amigo fiel se había enamorado de una joven para la que el trabajaba, al enterarse de eso su corazón no soportaría verlo con otra, prefirió marcharse.
– No me digas que vives aquí con...
El la interrumpió
– No, no, que mas quisiera yo.
Su comentario llamó la atención de ella, frunció el ceño al verlo cambiar su rostro, ver sus ojos lagrimosos la confundio.
Ella negó
– Te lo advertí, te lo dije mil veces Martín, esa familia no gusta de personas como nosotros. Te lo dije una y otra vez. Dijo molesta recordandole cuanto se opuso a su relacion con la hija de los Rosales
Editado: 05.11.2024