La otra

Capitulo 6

Josefa subió a la habitación de Isabel,  tomó los equipajes con mucha cautela... Después de eso se dirigió  a la cocina y se las entregó a julian quién la esperaba, ya que practicamente lo obligo a que ayudara a isabel a escapar. 

La cocina tenía una  entrada y salida para los empledados, asi que ellos tenían la libertad de entrar y salir sin ser vistos, más bien para no pasar por la sala principal, ya que el señor Roberto era meticuloso y fastidioso con el tema de la privacidad. 

Julián subía las maletas en la parte de atrás de la camioneta, apareció Martín, frunció el ceño al  ver al capataz subir los equipajes  

– ¿Que pasó? ¿Dónde está Isabel?, Preguntó preocupado       

Josefa sonrío

– ¡Tranquilo Martín! Isabel decidió  escapar contigo, ¡Los estamos ayudando! Dijo feliz por ellos.

 Se sorprendio al ver a Isabel salir, la  abrazo  y le dio un beso a su hija Sofía.

 – ¡Entonces!  hay que ir por Abigail, dijo alegre.

 Isabel asiente en respuesta, sonrío, su corazón saltaba de la felicidad que sentia estaba que no cabía de la dicha del sólo imaginar de que por fin estaría con sus hijas y con el amor de su vida... 

– ¡Entonces no den tanta vuelta  y muevanse rápido!, Los ánimo la Nana. – Julián anda subete antes que nos descubran los patrones.  Dijo mirando hacia la ventana donde estaba la habitacion de ellos...

 

Adolfo observaba con odio, estaba oculto entre los arbustos, se llenó más de ira cuando los vio subir a la camioneta, la Nana les daba la bendición  a Isabel y a Martín.

  – Vieja alcahueta, tus días estarán contados. Susurró con desdén. 

Julián encendió la camioneta y empezó a conducir. Adolfo los veía alejarse con su mirada frívola, dio pasos hacia la salida de la hacienda sin dejar de observarlos. "Eso hayan de mí, no será por mucho tiempo" Pensó entre sí...

 En segundos llego el capataz de su hacienda con su auto. Adolfo molesto abrió la puerta del conductor 

  – ¿Trajiste tu arma?, Habló frío

 El señor frunció el ceño, lo miró con extrañes y  bajó del auto

  – Claro señor, siempre la cargo conmigo.   

  Adolfo sonrío 

 – Muy bien. Subete, yo conduzco. Ordenó

El señor asiente algo extrañado, pero la aptitud del hijo de su patrón no era nada diferente, entró del lado del copiloto. Adolfo aceleró y conducía como alma que lleva el díablo. 

Ellos llevaban la delantera llegaron al rancho de Martín...    

                    

Helena abrió la puerta, los miro con extrañes, Martín entró apresurado

– ¿Donde está la bebé Helena?                      

– Durmiendo Martín, ¿Porque?, Lo tomo del brazo ¿Que piensas hacer?, Dijo mirando a Isabel.

Él entró a la habitación, recogió las cosas de la bebé con rapidez guardandola en la pañalera. Helena no entendía que pasaba, observaba el desespero que tenia él  por salir de su casa.

 Ella volvió a insistir

 – ¿Me puedes explicar?, ¡Espera Martín!, Lo tomó de la mano para detenerlo. ¿Que está pasando? Le pregunto con exigencia, soy tu única amiga y necesito saber, ¿Que estas haciendo?, ¿Que hace Isabel aquí?    

Él la toma del hombro la estrujó.

 – Me voy con Isabel y mis hijas Helena. Respondió con positivismo y altivez. 

Ella abrió sus ojos impresionada 

 – No  Martín, no creo que sea buena idea, no creo que su familia lo permita. 

 Martin se molestó al escucharla decir eso, negó varias veces

 – No Helena, ¡Nosotros vamos a estar bien y vamos a forma una familia!. Dijo alzando un poco la voz. 

A Helena  Le dolió escucharlo hablar asi. Cerró  sus ojos y asíntio, su corazón se oprimio y sonrió para disimular lo que sentía.

 – ¿Estás seguro?, Martin asintio en respuesta. Esta bien Martín, si piensas que es lo mejor hazlo, ve, ve con ella y con tus hijas...

Lo ayudó a sacar las cosas mientras él cargaba a la bebé.

  Ella lo acompañó hasta  la salida de su casa. Miraba con tristeza cuando se alejaban, retenía sus lágrimas, se decía entre sí. "No vallas a llorar Helena". Suspiró profundo, bajó su rostro y junto a el la compañía de sus lágrimas llenas de dolor.  No podía evitarlo era algo que no podía controlar...

 

Julián conducía a gran velocidad..., Adolfo aún no los tenía a su vista pero si se imaginaba por donde pasarían, tomó  la unica vía que los llevaba hacia la salída  de autobuses. Julián pasó a su lado sin percatarse de quien era él que conducía. 

En el rostro de Adolfo se dibujó una sonrisa maliciosa al verlos. Aceleró  lo más rápido que pudo, su capataz lo miró con  extrañes, estaba algo angustiado por la forma en la que este conducía. 

Adolfo arqueo una ceja 

 – Hay van. Dijo en voz alta, su acampañante supo de inmediato de que se trataba.

 Piso el acelerador  para luego atravesar el auto a la mitad de la via...,  Julián frenó en seco. Haciendo que sus cuerpos se hecharan hacia delante y hacia atrás... 

 Isabel aterrorizada miró al frente...       

– ¡No puede ser! Martín... Es Adolfo. Se impresionó,se lleno de  terror.                           

Adolfo bajó del auto con el arma en su mano apuntandole a Julián 

– No creo que Roberto te deje seguir trabajando para él, si se entera de esto. Gritó refiriendose a Julián.  

No podía hacer más por ellos, en vista de lo sucedido Julián apagó el motor de la camioneta 

  – Lo siento señorita. Usted me entenderá. 

 – ¿Que vamos hacer ahora?, Dijo Isabel llena de nervios. 

La mirada de Adolfo hacia ellos era terrorífica, su pulso no temblaba, él deseaba descargar esa arma...

 

 

 

María se desvestía para colocarse su pijama de dormir.

 – ¿Como es posible?, Aún no puedo creer que la familia de Adolfo se preste para tal cosa.

  Roberto estaba acostado en la cama leyendo un libro, no prestaba mucha atención a los quejidos de su esposa. Derrepente se alteró.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.