Hotel Gene Cuidad de México
Isabel iba distraída mirando por la ventana del taxi la hermosa ciudad de México.
– ¿Te gusta la ciudad? Le pregunto Adolfo para romper el silencio que llevaban mientras llegaban a hotel.
– ¡Da igual!. Tu compañía es horrible. Contestó irónica.
El sonrió arqueando una ceja
– ¡Que horror!, ¿No escuchaste un bicho quejarse?, dio una fuerte palmada con sus manos haciéndola saltar en su asiento – La aplastare con mis manos, creo que le sacaría los órganos por fastidioso. Dijo burlón.
– No eres gracioso, Contestó pedante.
– No lo dije para que te rieras, respondio irónico, la miró de reojo – Tu risa a de ser terrible... ¡Llegamos!.
Bajo del auto y abrió la puerta, le tendió la mano para ayudarla a bajar, Ella se la toma al tiempo que le voltea la mirada, en todo el viaje Isabel llevaba a su bebé. Adolfo imagino que estaba cansada.
– Dame la niña. Dijo en tono demandante.
Caminaron hasta llegar a la recepción del hotel...
– ¡Buenas noches srta! tengo una reserva a nombre de Adolfo Rivera. Sonrío
– ¡Buenas noches, Si señor!, Su identificación por favor... La chica Ingreso los datos – Sexto piso habitacio 624. Le entrega las llaves – ¡Qué descansen!, Expresó con una sonrisa...
Salieron del ascensor...
Adolfo abrio la puerta... Isabel quedo boquiabierta con la decoración, un hotel lujoso con toda la amplitud de la palabra nunca había visto tales decoraciones tan elegantes, Ella se detuvo observando....
– ¡No dormiré contigo, ni loca!, Reprochó
La miro molesto y no le contestó. Llegó el Botones con sus equipajes, él le dio propina al atenderlo y le dijo
– Quiero una botella de champán para la habitación 622.
Isabel lo miro frunciendo el ceño, recorrió todo el lugar, su padre siempre fue exigente y rígido nunca, viajaron por sus negocios, era muy influyente, aparte de que prefirió mandarla a estudiar a un internado para que tuviera una mejor educación.
Abrió la puerta del baño principal, le gustó, siguió con la siguiente, vio una habitación muy bonita, quedó pensativa. Adolfo se sentó en un sofá revisando su celular, notó la distracción de Isabel... Abrió la siguiente puerta y se topó con una habitación mucho más bonita que la anterior incluyendo baño y una vista impresionante podía verse la hermosa ciudad.
– ¡Esa es mi habitación!, Se apresuró en decir en tono grotesco, dió pasos a ella – No quería compartir cama contigo, susurró en su oído.
Ella esquivó su cercanía y se fue a la otra habitación sin protestar, él la siguió, Isabel acostó a la bebé en la cama, mientras él la observaba con deseo...
– Me cambiaré de ropa, ¡Sal de mi habitación!, Bufó Isabel
– ¡Huyy!, No tengo problemas con eso, ¡Soy gay!. Respondió burlón
Ella volteó sus ojos molesta
– ¡Sal Adolfo!, Gritó
El se acercó a ella, la lanzó en la cama al tiempo que inmovilizo sus manos, Isabel abrió sus ojos impresionada, giró su rostro a un lado para evitarlo, él beso su cuello, le dio un mordisco leve a su quijada haciendola gemir.
– ¡No me toques Adolfo, me das ascó!, Su expresión fue como un clavo para su hígado.
La tomo fuerte del rostro haciendo presión en sus mejillas.
– ¡Te arrepentirás Isabel! Me suplicaras que te coja, susurro en su oído – Te daré tan duro que no te resistiras.
Salió de la habitación dejándola sola...
Entro al ascensor, saco su móvil e hizo una llamada, no dejo que la voz en la otra linea contestara.
– Te espero abajo, Dijo en un tono de voz autoritario, corto la llamada.
Llegó al bar del hotel...
– ¿Mesero? una botella whisky por favor.
El mesero se acerca al mostrador dejándole la botella servido con un trago. Adolfo no estaba lleno de ira...
Hacienda de los Rosales
– ¡Extraño a mi hija Nana!, Exclamaba María – Ni siquiera se despidió de mi, ¿Cómo estará con ese hombre a su lado? ¡No me inspira confianza!, Decía preocupada.
Josefa le dio un té que le había preparado, estaban sentadas en la cocina
– Ese muchacho tampoco me inspira nada bueno. Tiene una mirada extraña. ¡Mi niña tiene carácter, no creo que se deje intratar de ese patán!.
Aseguró para que María sintiera que su hija no se dejaría intimidar de Adolfo, aunque por dentro sentía temor, Isabel nunca fue una niña de dar problemas, siempre fue dócil, amable y cariñosa...
Martín no podía conciliar el sueño
– ¡Muchacho! ¿Que haces afuera a estas horas de la noche?, El señor Abel lo reprendio
Él estaba apoyado en las barandas del corral de la cría de marranos.
– No puedo dormir. Siento una extraña sensación. Mi hija crecerá sin su madre, dijo entristecido – ¡Estoy seguro que ese hombre no la dejará! Es igual de ambicioso que su padre..., Le robó las tierras a mi madre y las reclamare, aseguró – ¡La mitad de esos terrenos me pertenecen!, Abigail no crecera en penurias. Afirmó
Su padrino lo miró con tristeza, tocó su hombro
– Sabes bien que no será fácil hijo, desataras una guerra Martin, ese hombre no soltara lo que le robó a tu difunta madre, ¡Qué Dios la tenga en su santa gloria! Exclamó – Ahora con ese demonio de Adolfo de por medio ¡Ni siquiera quiero pensarlo muchacho!, ¡Aash mejor me iré a la cama!. Dijo al tiempo que daba pasos
Martín estaba ausente, aún así tenía pensado enfrentar al padre de Adolfo...
Helena estaba acompañada de una amiga, estaban sentadas en un pequeño restaurante tomando una malteada de fresa.
– ¡No me vengas con tonterías Helena!, Protestó Ingrid. – Todo este tiempo enamorada hasta los Teques de Martín, ¡Pretendes darte por vencida a la primera batalla!, ¡A la mierda!, te aconsejo que lo seduzcas, ya debería darse por vencido, la hija de los Rosales se casó con ese perro de Adolfo, ni creo que deje en libertad a la mojigata de Isabel. Comentó dándole un sorbo a su malteada de vainilla.
Editado: 05.11.2024