La otra

Capitulo 10

7:30Am

– ¿A donde irás Martín?, Pregunto su padrino al ver que su ahijado se colocaba sus zapatos, Ignoró a su padrino – Martín, te hice una pregunta hijo. Insistió

Martin tomó una escopeta, miró a su padrino 

 – Iré a casa de Adolfo, enfrentare a su padre, cuida de Abigail no me demoro. 

Al salir de casa se topa con Helena quien quedó asombrada al verlo

 – ¿A donde irás con eso Martín?, Pregunto alterada. El caminaba ignorando sus palabras, Helena al ver su aptitud arrogante, se preocupó y  más al verlo armado, fue detrás de él –  ¡Espera! Martín yo iré contigo, no te dejare solo.

Subieron al  carro, una camioneta de hacer viajes ya vieja y pasada de moda. Martin la miro, no dijo una palabra permitió que lo acompañara. 

Después de un rato conduciendo ninguno decía una palabra, el silencio yacía en el carro, el llevaba el ceño fruncido, Helena lo miraba de reojo, no quería entrar en discusión, sabía que está molesto, bastaba con estar con él a donde fuera que iba, estaría dispuesta de impedir cualquier locura por parte de él, pensaba que su presencia bastaba para impedir cualquier eventualidad...

    

Adolfo salió de la  habitación donde dormía, Isabel estaba sentada en la pequeña sala de Star amamantando a su hija. Adolfo arqueó una ceja seguido de una sonrisa a medias. 

– ¡Podría usar el otro! No tengo problema en compartir con mi hijastra la bastarda. 

Dio pasos quitando su camisa, se dirigió hacia la ventana, observó por unos segundos parte de la ciudad. 

Isabel guardo silencio, cambio un poco su rostro al ver los arañones en su espalda. 

– La gata con la estuviste marcó muy bien su territorio. Dijo algo irónica. 

El se giró para verla, sonrió de lado 

– Pudiste ser tú, pero no quisiste.  

Isabel abrió sus ojos molesta, cubrió su seno al ver a su niña dormida. Se levantó del asiento y lo miro furiosa. 

– ¡Jamás me acostaría con un ser tan despreciable como tú Adolfo!, yo amo al padre de mis hijas. Le recalcó, camino hacia a su habitación. 

Adolfo sintio su sangre hervir, hecho su cuello atrás para calmar la sensación de impotencia. Al verla regresar por una manta de la bebé. La acecho lanzandola al sofa, ella forcejeo 

– Si quieres tener mi cuerpo yo te lo doy, pero jamás me entregare como lo hacia con Martín.             

 Él tenía sus manos sujetadas 

– ¿Enserio lo crees?, Río divertido, besó su cuello haciéndola temblar –  Tu Martin debe estar consolandose en brazos de Helenita, esa sí que está rica la muy condenada, susurró en su oído – Incluso más que tu Isabel, ¿Adivina qué mi amor?, No te preocupes no te haré mía a la fuerza, aún no me provocas. Te vez fría y sin experiencia. Fue cruel al decirlo.

Se levantó dejándola herida con sus palabras, respecto a Helena y Martín. Isabel siempre supo que ella estaba enamorada por su forma de reaccionar cuando los veía juntos...

Adolfo era maldadoso, quería hacer lo que fuera para incomodar a Isabel. Entró al baño principal. Se daba una ducha, cuando  la escuchó hablar 

– ¡Te tengo hambre Adolfo?. Sonó dudosa.

Cerró la llave de la regadera sonriendo algo fascinado, tomó una toalla  de mano secando su cuerpo por encima. Abrió la puerta y salió completamente desnudo, Isabel se sorprendió giró y cubrio su rostro  con sus manos al verlo, el río  gracioso.

–  ¿Porque te cubres el rostro?, Soy tu esposo, se acercó a ella rodeandola de la cintura con sus  fuertes y anchos brazos  – No deberías apenarte esposa mía, sintió como temblaba, la giro para tenerla de frente y quitó las manos  de su rostro para encontrarse con su mirada. Se miraban fijamente, el corazón de Isabel latía fuerte al tenerlo desnudo y  cerca a ella – No te tomaría a la fuerza, dijo en voz baja – iré a cambiarme y bajaremos a comer.     

 Ella negó 

– No, no puedo dejar sola a la bebé, titubeó

– Entonces me esperás aquí. Dio la espalda y entró a su habitación. Un completo descarado.

Isabel respiro profundo y exhaló, estaba nerviosa, colocó su mano en su pecho, su corazón quería salir.  Entro a la habitación y se sentó en su cama. 

– ¿Cómo hago para escapar de sus redes?, Susurro. Ya empezaba a sentirse preocupada.

Minutos más tarde tocaron la puerta, ella salio de la habitación para abrir... 

 Abrió sus ojos al ver una mujer sonriente con una mano en la cintura y la otra apoyada en el marco de la puerta.

– ¡Buenos días! Dijo Ana mirándola a los ojos. 

Isabel se  sorprendió...

 

 

En la hacienda de los Rosales María discutía con su esposo

 – María deja tu prepotencia por favor.

– ¡Déjame en paz Roberto no quiero discutir contigo!

– ¡Esta bien María iré a la hacienda de los Rivera!, ¡Hay una reunión con los hacendados haz lo que se te de la gana ya me tienes irritado con tanta queja!.           Salió de la habitación molesto...

– ¡Julián, Julián!, ¡Este muchacho siempre se pierde!, se quejó, Iba pasando una de la empleadas  y la llamo –  Flor ¿Dónde está Julián?  Preguntó molesto.

– Ya se lo traigo patrón, está en las caballerizas.    

– Bueno, ¡Pero muevete que para  mañana es tarde!. Bufó 

 – Si patroncito... 

Flor llego a las caballerizas  

– ¡Julián!, te anda llamando el patrón. 

Él sacudió su sombrero 

– ¡Ya está listo el patroncito! 

 – Pos sí 

 – Me voy,  ¡Nos vemos florecita!, ¡Cada día más chula!. La acortejo 

 Ella sonrío por el piropo 

– Hay Julián como eres. Dice apenada – ¡Andate Julián que  te está esperando el patrón!. 

Julián corrió hasta llegar a él... 

 

– ¡Usted mande patrón!  ¿A donde lo llevo?, Dijo agitado   

 – ¡Hay Julián!, En que mundo andas, ¿Pos dónde te metes?

– Pos por ahí

 – ¿Por ahí?, Repitió – ¡Ande pues! Llevame a casa de los Rivera que llevo prisa.                                              




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