La otra

Capitulo 12

 – Espera Helena por favor, súplico Martín, cerró sus ojos y respiro profundo. 

Se sintió frustrado. 

 – ¿Qué quieres?, Me dirás algo más sobre tu lealtad al amor de Isabel, dijo cortante – No hace falta, ya lo sé Martin, de verdad no hables. 

 – ¡Ya no me atormentes más Helena!, le contesto molesto, fruncio el entrecejo – No quiero estar discutiendo contigo Helena, ya, por favor, no quiero lastimarte, la abrazo fuerte haciendo que esa cercanía la debilitara. 

Ella no quería seguir sufriendo por un amor no correspondido.

 – Lo mejor es que me aleje de ti Martín, dijo al tiempo que se zafó de su abrazo – No puedo ocultar mis sentimientos, es mejor que nuestra amistad acabe. Lo hizo a un lado y camino hacia su casa.

 Martin estaba sorprendido, mientras Helena caminaba su corazón queria estallar de el dolor que estaba reprimiendo. 

Al entrar a su casa, cerró la puerta y se desvaneció en llanto, tocaba su pecho, su cuello, tratando de ahogar su dolor, lloraba desconsolada, Helena  lo amaba, lo quería desde que eran unos niños...

 

 

Jósefa hacia compras en el mercado, escogia las frutas y miraba con intriga al amigo de Adolfo, Daniel charlaba de forma misteriosa con un hombre, por la forma en la que trataban de ocultarse llamo la atención en ella 

 – ¿Te parece está noche? Pregunto Daniel 

 –  Esta bien, necesito saber donde vive. Respondió su acompañante.

 – Te llevaré ahora mismo, mi amigo necesita esto lo más pronto posible. Le aseguró – Vallamos a mostrarte el rancho. 

Caminaban algo extraños mientras se dirigian al auto de Daniel,  el descubrió que la nana de la esposa de su amigo los había visto. 

– Mierda, bufó – ¿Será que nos traerá problemas esta mujer?. Hablo así mismo. Entró al auto y cerró la puerta.

Jósefa  aceleró sus pasos, alzó su mano para tomar un moto carro. 

 –  Señor por favor siga ese auto. Le dijo al conductor 

 – Claro mi señora. Contestó complaciente. 

– No se acerque tanto para que no me descubran. Sugirió 

Después de 10 minutos persiguiendo a Daniel, la nana frunció el ceño al darse cuenta el rumbo que estaban tomando. Sintio preocupación 

–  Disculpe, mantenga más distancia. Le dijo al joven.

El conductor la miro preocupado, ya se estaba arrepintiendo de estar en esta situación...  

– ¿Pasa algo señora, llamo a la policía? Pregunto el conductor. 

– No hace falta,  sólo quiero... 

El la interrumpió 

–  No hace falta que me diga señora, usted me dirá hasta donde llego, pero a su edad no debería estar en esto. 

Josefa sonrió.

 – Pare señor, dijo derrepente. Se extrañó.

 Bajo del auto observando como Daniel daba instrucciones señalando  a lo que al parecer de ella era la dirección donde estába ubicada el rancho de Martín... 

 

 – Si sigues derecho por esa cera, señalaba Daniel –  Encontrarás el único rancho que hay por este lado, sólo unos pocos kilómetros hay otro después del río, esos serán los primeros que quizás corran  a auxuliarlos. 

Explicaba muy convincente, le entregó un paquete el cual este al abrirlo sonrió sastifecho. 

– ¡Valla!, dijo el hombre asombrado. 

–  Está es la mitad, al terminar tendrás el resto, ¿Lo harás sólo?. Preguntó 

 – No, tengo un amigo que me echará la mano, respondió observando el lugar – Favor con favor se paga y más si este es el pago, le dio un golpe suave a su hombro, esto es lo mío, sonrió. 

Daniel asintio 

 – Pues bien. Larguemosnos de este lugar. Lo miró con extrañes, daban paso hacia el auto y Daniel se detuvo – Hay algo más Miguel, ni una palabra de esto, no creo que mi amigo le agrade. Advirtió 

– Tranquilo, no hace falta que amenazes. Respondió muy seguro de su trabajo.

Josefa al ver que se regresaban camino rápido  

 – Señor llevame a la hacienda La Esmeralda. Dijo algo acelerada. 

 Él conductor encendió su vehículo y aceleró lo más rápido para salir de ese lugar, asustado si estaba. 

–  ¿En que me metió está señora?, Murmuró en voz baja...

 

El padre de Isabel caminaba de un lado a otro.

– ¡Es inconcebible lo que ha dicho ese muchacho Enrique!, Dijo molesto – Esas acusaciones fueron muy creíble para todos los que estuvimos presentes.

 El padre de Adolfo estaba irritado con tanta acusación como para soportar más 

 – Ya te lo explique Roberto, ese muchacho no sabe lo que dice, ¿Vas a creer en sus palabras?, Respondió en su defensa. 

Lo miró con su ceño fruncido. 

–  A mi no me engañas Enrique, a mi no. Lo acechó señalandolo con el dedo índice. 

Salió dejándolo sólo en su oficina. 

Enrique molesto por la situación, tiro todo lo que estaba en su escritorio, no había sido un buen día gracias a Martín... 

Roberto salió enojado de la hacienda, miró a Julian 

 – Llevame a la oficina de mi abogado, le ordenó, entro al auto – Creo que le haré unos cambios a mi herencia, susurró. 

 

Isabel estaba contenta por toda las cosas que veía, pero a la vez entristecida, sólo le compraría a una de sus gemelas eso le hacia sentir un dolor inmenso, una situación muy difícil, aguanto las ganas de llorar ya que tenía a su lado a una de las chicas que atendían la hermosa tienda para bebés. 

Sin embargo Adolfo noto su rostro de desgracia, vio como ella disimuladamente limpio su mejilla quitando sus lágrimas. Se acercó a ella tomandola del brazo...

 – Acostumbrate, sólo una tendrá privilegios, la otra padecerá de hambre, ropa, educación, susurraba en su oído haciendo que esas palabras se clavaran en lo mas profundo de su alma – Ni más ni menos que una animalita de monte, pueda de que muera. O tal vez tu Martín se case, se la lleve lejos y formen un hermoso hogar como el nuestro. 

Río irónico, Isabel lo miró con odio. 

– No tienes corazón Adolfo

Sonrió de una manera frívola

– ¿Quien dijo que lo tenía?, Andate no tengo todo el día, veremos unas casas en alquiler, me están esperando. 




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