El avión en el que viajaba Isabel y Adolfo empezó con el aterrizaje, entonces su bella esposa se tensióno.
– ¡Ya deberías estar acostumbrada a estos aterrizajes!. Dijo Adolfo un tanto fastidiado – Dame a la niña la dejarás caer, luego dirás qué fue mi culpa.
Isabel cedió a darle la bebé...
Al salir del avión tomaron sus equipajes, pararon un taxi hasta llegar a la enorme casa, un jardín hermoso, la vista de frente era muy bonita, Isabel caminó para conocerla, sonrió al ver una piscina, cambio su rostro al ver a cierta distancia la cabaña. Se rehusó hacer algún reclamo, sería en vano. Adolfo no la tenía en cuenta para nada.
Pero el sí se fijo en la fascinación de ella por la casa, supo que le había gustado, Isabel ya sabía que él traería a su amante y obviamente para ella no era ningún problema, era mejor, así no lo tendría encima amargando su existencia recordando lo infeliz que era.
– Vallamos adentro. Interrumpió él sus pensamientos – Te enseñaré la habitación. Dijo en tono arrogante.
Ella asintió sosteniendo a su pequeña y lo siguió. Ambos recorrieron la casa, la decoración interna era muy bonita y lujosa, la sala de estar decorada con un enorme sofá, cuadros y jarrones.
– Espero que sepas cocinar. Dijo mirándola a los ojos al llegar a la cocina, espaciosa con diseños elegantes – Mi hermosa esposa debe preparar buenas comidas para su guapo hombre, se acercó a la bebé – Y para esta hemocha bebé. Habló pequeñito. – Veda que shi.
Isabel volteó los ojos en blanco
– En ese caso creo que morirás de hambre. Respondió grotesca, Adolfo río burlón – Dile a tu Anita que te cocine, asi no morirás de hambre. Termino por decir.
Su sonrisa burlona se espumo.
– ¡Celosa!. Dijo increpandola
– Ya quisieras tú que sintiera algo como eso.
– ¡Oh! Tu martin debe estar consolandose en otros brazos, y tú haciéndote la dura conmigo, esperanzada en algo que no será, ¿Que sientes?, ¿Celos?, ¿Decepción? Que lástima por ti, pero sentirás mas que eso gracias a tu papi. Sonrio cínicamente – Vallamos a tu habitación, se dirigió a la bebé.
Isabel entristecida lo siguió...
– Pues mira mi querida Isabel, aquí compartiras con tu hija, perdón, corrijo, mí hija. Sonó arrogante. La habitación era enorme, y ya estaba lista para ser usada, una cama cuna, closet enorme y baño incluído – Por cierto, olvide decirte algo, por si tienes pensado escapar, ¡No tienes escapatoria Isabel! Si tenías esa pequeña esperanza lamento decirte que no. Vivimos en una colonia muy segura.
Ella ignoró por completo sus palabras. Miró de reojo la habitación, era muy bonita dividida en dos, donde una puerta unia y separaba al tiempo los espacios. Dió pasos y abrió la puerta, ahí estaba la que sería su cama, entonces entendió que en esa habitación estaría ella y en la otra estaría su hija.
Estaba sorprendida no se esperaba tal decoración
– ¿Tu mandaste hacer todo esto? Preguntó sorprendida por los detalles.
Él sonrió
– Tampoco soy un monstruo Isabel. Contesto sin importancia a su pregunta.
Leyó un mensaje que lo dejo algo confuso.
– Esta todo muy bonito Adolfo.
– ¿Te gustó la pequeña habitación de Sofía?.
Preguntó al verla tocar la cuna, los osos, el closet donde guardaría la ropita, todo era muy bonito blanco y rosado. Su bebé dormiria a su lado sólo una puerta las separaria pero estaría ahí junto a ella.
– Sí... Esta hermosa. Su rostro cambio, entristeció.
El noto su cambio, sabía perfectamente que le pasaba, no tenía el porque preguntar
– Subiré las maletas. Le dijo.
Salió de la habitación para darle un poco de espacio a sus llantos emocionales, bajando las escaleras volvió a leer el mensaje.
¿Y ahora está que le pasa? Se preguntó entre sí...
Helena conversaba con el señor Abel.
– Vine a verla un ratico don Abel, ya sabrá que quiero mucho a la pequeña Abigail. Dijo Helena haciéndole cariños.
Él sonrió a gusto
– Sí, con eso no se discute hija, sabemos que la quieres.
Helena vio algunas cosas con etiquetas, prendas de vestir
– ¿Y esto? Pregunto tomando un vestido verde manzana muy curioso y hermoso – ¡Esta precioso! Abigail se verá muy bonita con ese verde combinan con sus bellos ojos.
– Lo trajo su abuela. Contesto el sr Abel
– ¡La Sra María! ¡De verdad!, hermoso detalle. Contesto Helena muy emocionada – Don Abel ¿Aún no han registrado a la niña?
El señor Abel cayó en cuenta de ese detalle se sorprendió acercándose a ella.
Helena le cambiaba la ropita a la bebé
– ¡Es cierto muchacha! Hablaré con Martín, ni siquiera habíamos pensado en eso. Respondió pensativo
Ella se despidió de la pequeña con un beso en frente y beso luego sus piecitos.
– Adiós hermosa. Me tengo que ir don Abel, gracias por dejarme ver a la pequeña.
– ¡Cuando quieras hija! Serás bienvenida siempre
Salieron de la habitación
– Que tenga buen día, hasta luego. Se despidió
El encargo de acabar con Martin hablaba con su contratante en el despacho de Daniel.
– ¡Entonces crees que la vieja nos echo palante!. Dijo Miguel golpeando la mesa
– ¡Estoy seguro! Esa vieja condenada nos vio el dia que hablamos, presenti eso desde que vi su interés en sus ojos. Hablaba molesto – ¡Vieja infeliz! Llamaré a mi amigo, te llamo más tarde, dejaremos así hasta nueva orden.
Se despidieron de mano y Miguel salió de su oficina....
Después de tres intentos de llamadas fallidas por fin Adolfo contestó
– ¿Porque carajo no contestas?. Bufó Daniel.
– Estaba ocupado ¡Cuéntame! ¿Ya te libraste de las redes viejas? Preguntó, un silencio por parte de su amigo lo hizo cambiar de semblante, salió caminando hacia la cabaña – ¿Que pasó? Quiero detalles...
Así lo hizo Daniel, contó todo hasta su sospecha de la nana de Isabel.
– ¡Maldita vieja entrometida!. Dijo molesto Adolfo – Esto no quedará así, ¡Esa me la pagará!, Vieja desgraciada, Daniel escuchame bien, no hagas nada por el momento dejemos que pase un tiempo o más bien unos días. Decía con un rostro y una mirada maliciosa – Me huele que iré unos días a San Pablo.
Editado: 05.11.2024