La otra

Capítulo 19

Adolfo terminó de desgarrar esa bata  que tanto impedia posecionarse del cuerpo de Isabel, pasó su lengua húmeda por su cuello, Isabel cerro sus ojos, estaba helada, su respiracion se aceleró, su pecho subía y bajaba sintiendo una mezcla de temor y sensación de placer.

– ¡Espera espera Adolfo! No soy....

– Shhhh Silencio, mi amor. 

Metió su lengua en la boca de ella, su aliento era puro alcohol, beso con tanta pasión sus labios, que Isabel dejo escapar un gemido involuntario. Cerro los ojos fuerte. 

 – Adolfo. Susurro casi sin voz.

Él jugó con sus senos haciéndola perderse, ese era un acto que Ana disfrutaba en la cama porque se excitaba sutilmente, Adolfo era el amante casi perfecto y Ana la pareja perfecta.

Isabel no tenía suficiente experiencia, la mano de Adolfo llego a su pelvis, ella gimio nuevamente al sentirlo, los dedos de él entraron dentro de ella, llevaba tiempo sin tener intimidad y esto fue algo fastidioso para ella más no  para él.

La forma en la que este la tocaba la hizo perder la noción de si misma, Adolfo después de sentirla húmeda la penetro, la estrechez de Isabel lo enloqueció, la miró a su rostro y él veía a Ana, su confusión era extrema.

–  Te amo. Susurró 

 Isabel reaccionó pero cuando iba a tratar de quitarlo, la beso tan apasionado que le gustó, entro y salió de ella siendo  un movimiento lento, Isabel apretó su ancha espalda enterrando sus uñas...

 

Una de las empleadas de Eliécer se acercó a él 

– ¿Ya lo trajiste? Le preguntó

La chica asintio en respuesta extendió su mano y le entrego una bolsa de papel 

– Si señor, nadien lo noto, como lo ordenó 

Eliécer sonrió

– Sin duda tengo a los mejores empleados, te agradezco Omaira 

Ana los miro con extrañes 

 – ¿Qué es eso? Pregunto curiosa llevándose a la boca un vaso con jugo de naranja.

Eliécer se levanto del comedor, caminó hacia ella y apretó su hombro   

– Ana, he notado que vomitas demasiado, le entregó la bolsita – Esto es una prueba de embarazo, te sugiero que te la hagas 

Frunció el ceño 

 – ¡Qué! Dijo extrañada – ¿Pero cómo lo sabes? 

El sonrió dando palmadas a su hombro 

– Es obvio, mírate, tienes tu rostro desencajado. 

Ella se tenso

– ¿Tú... crees que yo este embarazada? Pasó su mano por su rostro – ¿Lo crees?, Negó – No, ¡No puede ser! No había caído en cuenta ¿Qué haré si sale positivo Eliécer? ¿Que voy hacer con un bebé? 

Eliécer sonrió 

– Eso lo veremos después... ¡Anda, ve!, Sal de la duda.

Ana se dirigió al baño. Él la miro con cariño, esos días con ella para él eran perfectos, un hombre como él, soltero dueño de una gran empresa de Bienes y Raíces era lo que cualquiera mujer desearía. 

Pero a Eliécer le gustaba la mujer que tenía a su lado, la que  no se preocupaba por ropa lujos ni nada de esas cosas, pues anteriormente en relaciones pasadas tuvo que lidiar  con mujeres demasiado vanidosas.

 Ana era sencilla el problema era su corazón le pertenececia a otro...

 

María acechó a su esposo molesta, terminaba de recoger su cabello para ir a la cama.

– ¡Quiero ver a mi hija Roberto, habla con Adolfo o yo misma me encargaré de buscarlos y llegar a donde sea que estén?. Dijo en tono firme y predispuesta hacerlo 

 – No te preocupes por eso María, mañana mismo hablaré con Adolfo, tiene tres días que no se comunica conmigo, viajaremos a México si no me contesta.

Maria se alegro, Roberto se acercó a su mujer y la abrazo.     

 – ¡Anda mujer! Vallamos a dormir. Ella asintio en respuesta

– Gracias Roberto, sello sus palabras con un beso...

 

Helena disfrutaba de un hermoso atardecer en compañía de Martín 

– Esta hermosa Abigail, será una niña inteligente y con mucho carácter. Comentó Helena mirando la cascada. 

Martin sonrió, asintio en respuesta. Estaban sentados en el suelo rodeados de la hermosa vegetación, arboles, flores, el ruido del agua era relajante. 

– Es seguro de que también le guste venir aquí cuando esté grande. 

– Me gusta más esta parte, cuando el sol se oculta y llega la noche, se ve hermoso, ¡Mira Martín Una estrella fugaz!, dijo emocionada.

 – Pide un deseo. Dijo viendola cerrar sus ojos... 

– Ya está, ya lo pedí

Él la miro a los ojos 

– ¿Puedo saber que deseo pediste? Pregunto curioso.

Helena sonrió 

– Si lo digo no se cumple

– ¡Es cuento de la gente! ¿anda dime qué pediste?

– Qué nunca nos separemos. Respondió 

El miró sus ojos al igual que ella.

 – ¿Puedo besarte?. Dijo mirando su boca 

Helena se sonrojó 

– Sí... si pue... 

No la dejo terminar de hablar, la beso. Helena quedó perpleja, ocultaba debajo de su ropa un hermoso cuerpo que ya el había conocido y que estaba tentando en acariciar.

El beso estaba volviendose algo intenso, Martin colocó sus manos alrededor de su cintura, Helena las poso en su cuello.

La pasión los envolvió segundos más tardes, Martin apretó su trasero y Helena inesperadamente se apartó de él.

– Martín, yo... Se apresuró en decirle.

– ¿Que pasa? Pregunto extrañado, pero ella guardo selincio, apoyo su frente en la de ella – ¡Anda! Dime ¿Que pasa Helena? 

 – Yo, yo... No he tenido... Titubeó 

Él sonrió mirándola con la cariño, acaricio su rostro y beso su frente.

– Ya entendí, seré cuidadoso, si quieres que 

– No digas nada. Lo interrumpió.

Helena estaba envuelta en un deseo carnal que no había sentido en su cuerpo. Martín la beso, seguido de su beso apasionado paseo sus manos subiendo la falda marrón que cubría sus piernas, abrió cada botón de su blusa blanca desnudandola poco a poco,  la trataba tan delicadamente que la noche estaba siendo testigo de su primera vez... 

Le hizo el amor lo más cuidadoso posible tratandola delicadamente, Helena tenía su cabello recogido y el lo soltó haciendo que luciera diferente




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