La otra

Capítulo 20

El rostro de Isabel estaba avergonzado no tenía el valor de verlo, estaba sentada en la silla frente a su cama.

Carraspeó su garganta

– Creo que mejor me voy, ya estas mejor, así que, retirare el catéter. Dijo al tiempo que se levantó del asiento

Él sólo la miraba, Isabel estaba intimidada por esa mirada que la hacía ponerse tensa, tomo su mano y Adolfo se quejó como si le doliera haciendo que se asustara.

Cuando retiró todo, sorpresivamente la tomo de la cintura y la acostó en la cama, se giró quedando encima de ella.

– ¡Adolfo!, Gritó Isabel

– No tengo palabras para disculparme por lo de anoche, pero lo que si tengo claro Isabel es que...

– No lo digas, lo interrumpió – No quiero oirte, lo de anoche fue un error, no pudo haber pasado Adolfo, dijo en tono triste y su mirada se apagó

- Lo sé... También sé por quien lo dices... ¿Tienes miedo Isabel? Pregunto acercándose a su boca...

Se tenso sintiendo sus ritmos acelerados

– ¿Miedo? ¿Porque? ¿De que sentiría miedo?, Dijo en voz baja.

– De enamorarte de mí, Isabel. Tomo sus manos dejandola inmovil, las colocó por encima de su cabeza apoyada en la cama, ella abrió los ojos – Te daré una tarea, ayúdame a olvidar Isabel, borra las huellas que me quedaron con tu cuerpo.

Ella se sorprendió no esperaba que dijera esas cosas. No contestó, ni tiempo le dio de hacerlo porque se adueñó de su boca con tanta pasión y fervor que no dijo una palabra.

– Adolfo. Susurro

– Shhh, por favor Isabel, déjate llevar. Susurro cerca su boca.

Eliécer estaba sentado en su oficina en compañía de Ana.

– He estado pensando, no creo que debas apegarte a lo que sientes, ¡Venganza! ¿Que ganarias con lastirmarlos?. Porque mejor no lo olvidas Ana. Le aconsejó mientras ella tenía su vista perdida en la ventana.

– ¡Lastirmarlos no!, se giró para verle el rostro – No tocaría a Isabel, sin tocar a Isabel y a su hija, cometí un error pero el fue más allá, se acercó a él – Sólo quiero que pierda dinero, que sus planes se vallan a pique, que nada le salga bien, suspiro – Si yo perdí todo él también debe perderlo. Se miraban a los ojos.

– ¿Ana?, Dijo con el ceño fruncido – Te estás lastimando más

Ella prosiguió en su defensa

– Es algo que no puedo controlar Eliécer, no se si siento odio o amor... Lo que tengo claro Eliécer es que quiero que los planes que tenía para con Isabel no se den. Si pretendía robar su herencia no permitiré que lo haga.

Sus palabras eran calculadoras, su rostro y su mirada eran otros, ya no era esa mujer enamorada dispuesta a darlo todo por el amor de su hombre a menos que el enojo que estaba sintiendo lo esté cubriendo con esa ira que sentía hacia él.
Eliécer fruncio el ceño al ver la diferencia que hubo entre el día que la conoció y la aptitud que tiene ahora, no tenía más que hacer o que decir sólo apoyar y más si los pensamientos de ese hombre era robar.
– ¿Qué quieres hacer Ana? ¿Como pretendes que ese hombre caiga con su negocio? Pregunto mirando cada movimiento que daba.

– Te aclararé algo... Camino hacía el sentándose en la silla que estaba frente al escritorio – El manda más es el padre de Isabel, yo puedo ayudarte con el contacto, solo debes convencerlo de que tú eres bueno. Estando dentro sólo acabarás con la parte de él, no quiero que más nadien salga perjudicado, tengo mucha información que te servirá. Aseguro

– ¿Cómo sabes eso? Pregunto curioso

– Él hablaba de sus cosas en la cabaña hay lo podía hacer abiertamente.
Eliécer sonrió

– Ya entendí. Sintió un poco de alivió por la aclaración de ella.

Eliécer no era un hombre malo, todo lo contrario era un hombre exitoso en las inversiones de bienes y raíces entre otras sociedades junto a otras empresas, así que el dinero le llovía por montón. Aunque a la bella Ana eso no le importaba...

Días después
Adolfo llamo a Isabel desde las escaleras

– ¡Isabel! ¡Tengo una sorpresa Isabel baja rápido mujer!. Dijo en voz alta

Con ayuda de Juana cubrieron sus ojos.
La ayudo a bajar las escaleras.
Al destapar sus ojos Isabel lloro de la emoción

– ¡¿Mamá, papá!? ¡Los extrañaba tanto!, Dijo corriendo a ellos.
A su lado estaba su gran amigo Daniel, había llegado junto con los padres de Isabel.

– Tenemos que hablar. Dijo en voz baja
– Vallamos a mi oficina dejémoslo solos. Respondió en voz baja.
Adolfo le hizo seña con su mano

– Toma asiento amigo mío, dijo sirviendo un trago de tequila– De verdad me alegro que estés aquí, así me dirás en privado todo lo que tengo que saber.
Su amigo asintió con una sonrisa a medias

– ¿Donde está Ana? No se supone que vivía aquí. Pregunto extrañado
Adolfo hizo gesto en su boca tomándose todo el trago y sirviéndose otro.

– Ana se escapó y no se donde pueda estar. ¿No la has visto alla, en su bar? Preguntó queriendo escuchar un sí.

Daniel frunció los labios y negó
– ¡Aay amigo, que te puedo decir! Pues no su negocio lo sigue administrando la Rubia... Pero noté miradas entre Isabel y tú, acaso ustedes dos. Dijo cambiando el tema
– Sí, Isabel y yo dimos otro paso, respondió levantándose de su asiento mirando por la ventana que daba vista a la cabaña – Pero no he podido dejar de pensar en Ana, necesito encontrarla. Hablo sintiendo esa necesidad, se tomó todo el trago nuevamente.
– Busca un detective, sugirió Daniel – Tengo un amigo aquí en México, pero... Si ya estas bien con Isabel y si sientes algo por ella porque mejor no dejas ya en el pasado a esa chica. Le aconsejó
– Deja la tarjeta de tu amigo. Y si referente a Isabel, tienes algo de razón, esa mujer tiene algo que no sé como explicarte, respondió – Trataré de hacer algo diferente.

– No creo ser el mejor concejero en parejas, conoces mi relación con mi esposa, pero ya viendo que las cosas con Isabel son de otra manera pues no veo el porque no dejar en tu pasado lo que hubo una vez con Ana, es mejor que la olvides y hagas tu vida con Isabel recuerda que están casados. Sus palabras fueron para hacerlo reflexionar un poco
Adolfo guardo silencio por unos segundos




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