En el pueblo se escuchaba la algarabía de las personas por el matrimonio, los curiosos se acercaban a la Iglesia para ver a la novia como lucía. Y sí, se veía preciosa.
Martín esperaba a su prometida en el altar en compañía de su padrino, Helena bajaba del carro en compañía de su abuela para entregarla, en la entrada esperaba su amiga Ingrid luciendo un vestido de madrina largo un poco ajustado color rosado bajo en satín, al igual que abigail quien curiosamente lucía un vestido pomposo por el tutu del mismo color, la pequeña llevaba las sortijas de la boda, llamaba mucho la atención de los presentes, Julián era padrino de la boda conjugaba su atuendo con el de Ingrid quien llamo la atención de él.
Helena se preparaba para entrar al sónar la música tradicional...
Martín se emociono al verla caminar, daba pasos con su abuela, tras ellas iba Ingrid de la mano de la pequeña. Era muy hermosa la escena, había muchas personas pero no eran todos sus invitados eran los curiosos que presencianban la boda, al igual que Daniel quien fotografió y envío las fotos a su amigo Adolfo....
Al tenerla en frente de él su corazón saltaba, recordó en ese momento su infancia con ella corrían de un lado al otro, las visitas recurrentes al río donde se lanzaban de clavados y apostaban quien nadaba más, cuando ella lloraba por algún motivo él era quien la consolaba, andaban siempre juntos...
Nunca imagino casarse con ella, en su mente y en su corazón siempre estuvo Isabel ya que fue el amor de su vida y madre de sus hijas, entonces en su corazón estaba ese deseo de darle lo que más amaba Abigail, una madre que velara por ella, aunque siempre pensaba en su otra hija, él se imaginaba que podría ser igual que su pequeña traviesa...
Empezó el padre con su sermón y todos muy atentos tomaron asiento...
Ana estaba hermosa al igual que su hija, cambio el color de su cabello a uno rojo cobrizo la hacía lucir más blanca, resaltaba sus ojos cafés claros, su estilo de vida había cambiado gracias a su ahora esposo Eliécer.
Tuvo la oportunidad y viajó al pueblo en absoluta discreción para chequear su bar pues lo había dejado bajo la administracion de su amiga Soledad quien era su confidente, cambio todo el local, los cambios que le hizo fueron beneficiosos, era el más visitado, tanto hombres como de mujeres recurrían el...
Se daba sus últimos retoques de maquillaje...
– ¡Estas hermosa! ¿A donde vas, si puedo saber? Pregunto Eliécer entrando a la habitación
Se levantó del tocador sonriendo.
– ¡Claro que puedes saber! Se acercó a él colocando sus manos alrededor de su cuello – Iré con la niña al centro comercial, le dio un beso casto y limpio el labial que había quedado en los labios de él.
– Si tuviera el tiempo te llevaria yo mismo, dijo mirándo la hora en su reloj de pulso
– No te preocupes me llevaré el auto. Dijo haciendo un puchero. Eliécer cambio su mirada a lo que ella lo miró extrañada – ¿Paso algo que no me hallas dicho?
– Algo así. Hablo dudoso – Ana, ya estoy dentro, me asocie con el padre de Isabel. Y al parecer... guardo silencio
Ana frunció ceño y arqueó una ceja
– ¿Al parecer que? Pregunto intrigada
– Al parecer Adolfo no está nada gustoso con esta asociación...
Ana dió la espalda mirando a los lados, una sonrisa se dibujo en su rostro, suspiro antes de responder
– Eso era de suponerse, el infeliz sólo quiere ganancias para él... Se giró para estar frente a Eliécer – ¿Crees que sea peligroso para ti? Pregunto preocupada – No quisiera que te llegara a pasar algo, podemos dejarlo.
– No, respondió negando con su cabeza – No creo que llegue a tanto. Respondió tomando sus manos – Me gusta que te preocupes por mí
– Eso espero, que no llegue a tanto, ¿y como no preocuparme por tí?, soy tu esposa. Recalcó. Lo abrazo un tanto preocupada.
– Sería feliz si nos quedaramos así todo el día, pero el deber me llama. Dijo acunando su rostro alejándose de ella
– Muy bien señor Paz, el deber lo llama, dijo burlona
Eliécer río gracioso
– Señora Collins suena muy bonito mi apellido en su nombre, después de usted. Hizo una seña para que Ana saliera delante de él.
Ella tomo su bolso y camino. Se despidieron de besos y espero que él se fuera en su carro.
Ajustó el cinturón de seguridad de su hija en la parte de atras. Luego de eso entro, encendió el auto y tomo carretera...
Adolfo destilaba la ira que estaba sintiendo
– ¡No puedo creer lo que hizo tu padre!. Gritó molesto, caminaba de un lado a otro en la habitación.
– ¿porque tanto problema por una simple asociación? ¿Acaso no es mejor? ¡No te entiendo!. Dijo Isabel sin poca importancia a la quejadera de Adolfo.
Ella buscaba ropa comoda, su cabello había crecido, cambio el color por uno rubio con reflejos más claros, la hacian lucir mas atractiva, muy guapa, Adolfo tenía un cuarto especial para ejercitarse, así que Isabel tenía un cuerpo bastante marcado al igual que él. Se había convertido en una mujer más decidida, más madura.
– ¿Puedo saber a donde vas? Pregunto extrañado.
– ¿A donde voy?, Reprochó – ¿A donde vamos mi amor?, Respondió un tanto petulante.
Extrañado negó
– ¡¿Vamos!? Repitió
– Si, vamos Adolfo, casi no salimos, así que nos llevarás a pasear, ¡ah y sin quejarte! Tu tampoco sales así que te servirá para que dejes de relinchar como burro por la decisión de mi padre. ¡Te quejas más que Juana! ¡Que vergüenza!
El sonrió, se acercó a ella rodeando su cintura con sus manos.
– Tus deseos son órdenes mi señora, dijo susurrando en su boca – Que tal si antes de irnos, hacemos algo.
Ella sonrió, saltó rodeando su cintura con sus piernas, besando su boca con fervor.
– Entonces rápido, susurró.
Adolfo acariciaba todo su cuerpo y besaba su boca como si fuera la primera vez que estuviera con ella...
Editado: 05.11.2024