La otra

Capítulo 25

Al día siguiente Martín entro a una de las habitaciones con una sonrisa que iluminaba su rostro 

– Buenos días hermosa. Llevaba una charola en sus manos con desayuno para dos huevos revueltos, pan, jugo de fresa y una rosa para su esposa quien aún dormía. 

Helena entre abrió los ojos y sonrió al verlo de pié.

– Buenos días. Respondió acomodandose en la cama para sentarse y recibir la charola – Que hermoso detalle, muchas gracias ¿Y Abigail?

– Entré a la habitación y aún duerme, contestó sentándose a su lado 

– Gacias por el desayuno, me hubieras esperado. Tomo la rosa y sonrió – Me encanta 

– Quería sorprenderte. Beso su frente – Ya me estoy acostumbrado a tu compañía 

Helena se sonrojó 

– Al igual que yo, no me veo sin despertar contigo a mi lado. Ambos sonrieron – ¿Sabes si ya desperto Ingrid? 

– Sí, hace rato, están recorriendo la mansión, descubrieron una piscina ya te imaginarás como andará. Dijo arqueando una ceja

– No hace, falta ya me la imagino. Sonrió – ¿Es muy grande esta casa?.

– Más o menos, tiene 6 habitaciones, ¡nos toca duro!. Dijo frunciendo la boca 

– Ok, deberíamos de empezar desde ahora, limpiaremos y nos quedará tiempo para disfrutar, las mujeres somos más ágil en esto. Dijo sonriendo

– ¡No me digas!, contestó Martín cruzandose de brazos 

– ¡Si te digo!, muy bueno tus huevos revueltos. Dijo mirando su miembro con una sonrisa a medias, Martín sonrió, ella se levantó de la cama – Me dare una ducha, cierra la puerta cuando salgas y por favor dile a Ingrid que venga. Dijo dando la espalda desnundandose. 

Martín sonrió hecho su cuello atrás negando con su cabeza las insinuaciones de su esposa antes de salir de la habitacion gritó  

– ¡Ya entendí!
Helena  sonrio al escucharlo. 


... 

– ¿Qué hacen? Pregunto Martín bajando las escaleras que daba al segundo. Ingrid pasaba y Julián estaba de pie observando por la ventana el jardín. 

Ingrid soltó el balde que llevaba en sus manos 

– Es hermosa esta casa, ¡y muy sucia por cierto!, respondió Ingrid haciendo gestos con su boca – ¿Y Helena donde esta? 

– ¡ah! Que subas a la habitación. Respondió 

– Muy bien, ¡Nos vemos en un rato!  Busquen las cosas para limpiar. Dijo en voz alta subiendo las escaleras 

Julián y Martín se miraron 

– No  digas nada. Se apresuró en decir Martín – ¡Anda camina! Busquemos lo que necesitamos para limpiar esto. 

– Adelantemos  para luego ir a la playa, lanzaremos a Abigail de cabeza haber si se le quita lo rebelde, dijo en tono sarcástico y burlón 

– Me avisas si te quieres morir. Respondió burlón...

Ingrid tocó la puerta de la habitación antes de entrar.
– ¿Estas desnuda? Digo no es que no conozca tu esbelto cuerpo pero...

– ¡Como eres de pesada! Entra estoy en toalla, contestó Helena.

– Pero quee!, haber muestrame tu rostro, dijo mirando sus golpes.

– No quiero que Martín me vea así, dijo algo triste 

– Sí, lo sé, no te preocupes, te tapare los golpes con un maquillaje suave, aunque ya se ven menos los moretones.

– ¿Enserio? ¡Que bien!, No te demores, tenemos mucho que hacer...


– ¡Ya estamos listas!, empezamos a limpiar. Dijo Ingrid en voz alta llamando la atención de los dos caballeros.

– Son las 6:30, limpiamos hasta las 9 y vallamos a la playa. Dijo  Julián.

– Me parece bien, respondió Helena – Ustedes se encargan de la sala y del frente y nosotras la cocina y el lavadero. 

Julián y Martín se miraron mientras ellas se retiraban a hacer lo suyo 

– ¡Si podemos papá, si podemos! Dijo Julián mirando la enorme sala – ¡Son tramposas eh! Son tramposas, expresaba irónicamente...

La esposa de Daniel se negaba antes sus órdenes.

– ¡Eres un puto imbécil!, gritó 

– ¡No  quiero discutir contigo! Vociferó – ¡Cierra  la puta boca y empaca!, nos largaremos te guste o no.  Dijo mirandola con fastidio.

Quedó sola en la habitacion mirando a sus dos hijos Eric y Leonel, aunque no quisiera vivir más con él, le tocaba hacerlo, deseaba extrañamente que se enamorara de otra mujer y la dejará en paz, pero por ahora eso no ocurriría. Daniel fue un hombre que desde niño estuvo falta de amor de padres, creció en una casa para huérfanos con unas monjas hasta que tuvo la mayoría de edad, trabajo fuerte para pagar su carrera de derecho, fue duro la vida para él por eso aunque no la quiera quiere que sus hijos crezcan junto a él...

Isabel al ver a su madre corrió a sus brazos 

– ¡Mamá! ¡Qué sorpresa! No me esperaba tu visita. Dijo Isabel feliz de verla, la abrazo fuerte – Me alegro que estés aquí, ¿Y papá, no vino contigo?. La tomo del brazo y la llevo hasta el sofá 

– No hija, se fue a Acapulco, tiene que ver unos negocios ya sabes como es.

– ¡Ah! No lo sabía, ¿con el nuevo socio? Pregunto algo curiosa 

– Sí, con el señor Collins, creo que así se apellida, expresó no muy convencida por el apellido del nuevo inversionista. 

– Ese apellido es extranjero mamá 

– Pues sí, y es bueno en lo que hace por lo que tu papá dice de él.

Adolfo escuchaba escondido la platica de madre e hija, se lleno de ira al saber que su suegro estaba en México y no le había comentado nada al respecto.
– Vejo desgraciado, tu también estarás en mi lista junto a tu nuevo socio, expresó irónico.

– ¿y como está todo? ¿donde está Adolfo? ¿cómo les va? Preguntaba ansiosa María, los años no le pasaban 
 

– Pues con uno que otro problema, nada que no pueda resolver, háblame de ti mamá, ¿como está la hacienda? ¿has visto a mi hija, a Martín? Pregunto ansiosa. 

 Adolfo mordió su labio inferior al escucharla preguntar por él. 

– Ya sabes hija, está casado con esa chica, viven juntos, han arreglado el rancho, y se fueron de luna de miel pero no se a donde, Abigail está hermosa, no voy muy seguido ya sabes como es tu papá ¡Por cierto! ¿donde está Sofía? 

– Esta dormida, respondió cabizbaja – ¿sabes algo mamá? Si me hubiera casado con Martín sería la mujer más feliz de este mundo.

– Lo sé mi amor, respondió su madre apoyando el sentimiento que despertó Isabel al recordar a su primer amor –  perdona a tu padre Isabel. Le aconsejó 

Adolfo sentía ira en su cuerpo cada palabra que escuchaba de la boca de Isabel referente a Martín le ardía en su piel.

– Aún Guardo resentimiento mamá, pero a Martín, siempre pienso en él... Era tan especial, tan delicado, tan detallista, suspiró – Algún día nos encontraremos mamá, nos veremos cara a cara, expresaba con deseo – Te juro que si siento algo lucharé por él, lucharé por el padre de mis hijas, su mirada estaba fija e imponente, estaba decidida. 

Su madre la miraba algo confundida
– Pero ¿Y Adolfo?

– Adolfo... El quiere mucho a Sofía, tanto que daría su vida por ella, pero a mi no me llena, lo nuestro es una costumbre que fue impuesta madre, sólo eso.

Adolfo sintió impotencia al escucharla expresarse de esa manera.

– Hija lamento mucho no haber hecho nada para impedirlo, expresó sentida – Pero yo tengo fe de que tu felicidad te llegará, sea Adolfo, Martín o otro, serás feliz Isabel, acaricio su rostro.

– Aveces pienso en que los años pasen, mis hijas separadas madre, ¿y si algún día el destino las une? ¿Que pasará?. ¿Qué haría en ese caso?

– Me encargaré de que eso no pase. Susurró Adolfo deseando que acaben con su conversación.

– Sólo Dios y el destino decidirá, y cuando ese día llegue tu sabrás cómo manejarlo. Respondió con una sonrisa a medias, entristecida por la realidad de su hija – Subamos a ver a Sofía quiero verla, debe estar hermosa.
Ambas se levantaron del enorme sofá, subieron las escaleras.

Adolfo salió de su escondite mirándolas subir, apretó el puño.
– Así que no te lleno como mujer, dijo sarcástico, camino hacía su oficina para encerrarse...


Eliécer terminaba de arreglar su camisa.
– No me demoro, esta vez te prometo no faltar a mi palabra, dijo Eliécer despidiéndose de Ana.

– Ve tranquilo, aún es temprano para ir a la playa, solo que no te demores, le recalcó 

– No lo haré, hablaré con los encargados y regreso, además está tarde si saldré, pero te llevaré a una discoteca que me gusta frecuentar cuando estoy aquí, ¿Que te parece? 

– ¡Genial!, eso sí me agrada, respondió emocionada 

– Muy bien entonces me voy, se acercó acunando su rostro, miró sus labios provocativos dándole un beso algo seductor dejando a Ana algo sorprendida.
Eliécer se alejó mirandola fijamente a sus ojos – Nos vemos en un rato, dijo despidiéndose.

Encantada con ese beso lo miró caminar hacía la puerta, apresuró sus pasos y lo detuvo agarrando su brazo. 




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