La otra

Capitulo 31

Maria se puso de pie, con una sonrisa de oreja a oreja dijo 

– ¡Que sorpresa!, Estábamos hablando de tí. Le dio un beso  en la mejilla 

Roberto se puso de pie y extendió su mano 

– Hermosa dama, un placer tenerla aqui. ¿Ya te sientes mejor?. 

Ana asintio. 

– Mucho mejor. Respondió con seguridad en su voz. 

 Eliécer se levantó del asiento anonadado con su presencia y se colocó a su lado.

Adolfo  la miraba extrañado, intrigado. 

– Cariño, te presento a Isabel. Dijo Eliécer

Isabel la miro algo confundida, pues había algo en ella que llamaba su atención, Ana tendió su mano y sonrió. 

– Isabel, un placer. Dijo mirándola a los ojos. 

– Y  él es Adolfo su esposo. Terminó por decir Eliécer 

Adolfo se puso de pie y se quitó los lentes oscuro que tenia puesto, el corazón de Ana quería estallar,  Adolfo extendió su mano, duró  unos segundos sin ser tomada por parte de ella... 

– Adolfo Rivera, dijo 

Segundos después volvió en sí y lo saludo. 

– Ana. Su voz se sintió intimidada. 

– Siéntate a mi lado, susurro Eliécer.  Ana lo siguió – ¿Porque bajaste?, Dijo en su oído

– No quería dejarte solo, respondió en su oído...

Adolfo la miraba con intriga, su atención estaba en ella  la había visto en algún lado, su color de cabello, no podía ver su color de ojos por los lentes grande oscuros que llevaba puesto, sus labios le recordaban a los de ella, pasó su mano por la frente limpiando el sudor, la presencia de la esposa de su socio lo tenía deslocado... 

(Donde te eh visto). Pensó entre sí 

Isabel lo miraba con algo de molestia, como no era capaz de controlar el interés por la esposa del socio...

– Iré al baño, dijo Isabel 

– Yo te acompaño hija. dijo su madre

El móvil de Roberto sonó, el se levantó de la mesa a contestar la llamada

– Disculpen, ya vuelvo...

Adolfo soltó el tenedor. 
– ¿Cuánto tiempo llevan juntos? Pregunto 

Ana trago en seco, la mirada de él estaba clavada en ella

– Alrededor de 2 años, respondió Eliécer

Su respuesta le causó curiosidad

– ¿Y se casaron asi de rápido?, ¡Que extraño!

– Llevábamos tiempo de novios, salí embarazada y nos casamos. Despeto Ana algo molesta 

Su tono de voz lo tenso aún más, la miraba sin parpadear, la manera en la que respondió  le pareció conocida, sonrió al final. 

Eliécer miraba el interés en él, se puso de pie y  tendió la mano, Ana sonrió y la tomo  

– Nos vemos dentro de un rato Adolfo ...

Apretó su puño, sentiendo ira dentro de sí, no podía decir ni hacer nada, pues no estaba 100% seguro.

– No podrás ser tú Ana, ¿O sí?, Se levantó y caminó...

 

Eliécer explotó en contra de ella. 
– ¡Por Dios!, Fue una locura presentarte ahí Ana, ¿En qué estabas pensando?, Dijo alterado

– En tí, dijiste que el sería una sombra entre nosotros

– Lo dije por un momento de ira, pero no estuvo bien que  llegaras 

– No me importa, en estos momentos no me importa Adolfo, si Ana paz es su perdición, entonces está Ana será su destrucción. Destiló molesta

Eliécer apretó su mano y sonrió, Ana le demostró que si había sentimientos hacia él y eso le agrado  

– Te amo, susurro, acunó su rostro y la beso – Me esperarás aquí, ok, aún hay cosas que hacer. 


Ella asintio en respuesta...

 

Eliécer llegó a la mesa donde estaban reunidos. 

– Te estábamos esperando, comento Roberto – Hoy cerraremos el negocio.

– Esa es la idea, respondió Eliécer sentándose en la silla 

Adolfo metió las manos en sus  bolsillos

– Olvide mi celular en la habitación, ya vuelvo. 

Caminó a prisa...

Las puertas del ascensor abrieron y fue directo a la habitación de Ana y Eliécer, tocó la puerta con desespero...

– ¿A la orden?, Dijo la niñera de la bebé 

– ¡Hagase a un lado!. Destilo, entró buscándola con la vista mirando alrededor 

– ¿Señor, señor?, ¿A dónde cree que va?

Los gritos de la chica alertaron a Ana, se colocó los lentes y se paró frente a la ventana que daba vista a la playa

– ¡Que salga señor!, Dijo la chica. 


Al estar dentro de la habitación y encontrarla ahí, Ana se giró y asintio, la joven se retiró y los dejo solos.


– ¿Se puede saber que hace usted aquí? O acaso está acostumbrado a tener este tipo de atrevimientos señor

El se acercó a zancadas a ella

– No me trates como si no me conocieras. Caminó hacia ella.

– ¿De dónde lo conozco según usted?

La tomo de la cintura y la acercó a él

– Si te desnudo en este momento, conoceré todo tu cuerpo. Susurro cerca a su boca – Estoy seguro 

– Si me desnudas en este momento, llamaria a la policía y te refundó en la cárcel, respondió grotesca.

 Si respiración estaba acelerada, su pecho subía y bajaba. 

Se sintió débil pero se reconfortó. 

Adolfo le quitó sus lentes, miraba sus ojos verdes, frunció el ceño, se perdio en ellos. 

– Yo sé que eres tú Ana, la tomo del cuello y la acercó a su boca, ella colocó las manos en su pecho para poner un poco de distancia – Yo sé que eres tú, dijo en tono firme – El centro comercial, la droguería, tú forma de huir de mí, eres tú. Susurraba deseando besar su boca. 

Ana se perdió en esos ojos azules tan parecidos a los de su hija. Parpadeo y lo empujó 

– No diga tonterías, salgase o llamo a la policía

Él sonrió 

– Tú y yo hablaremos después, ¡eso te lo juro!. 

– No tenemos nada de que hablar señor. 

– ¿Señor?, no, te equivocas, aunque te hallas casado, hallas cambiado de imagen  y le hallas dado un hijo, tu piel me pide a gritos, reconozco todo de ti a distancia. Se acercó a ella, forcejearon un poco, ella quería liberarse de su fuerza – Tu olor lo tengo clavado en mí, aún lo conservas. No tengo la duda de que seas mi Ana. 

– ¿Su Ana?, ridículo. ¡No me digas!, Esa mujer lo tiene enfermo, salga de aquí ahora mismo o no respondo señor. Gritó 




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