La mirada de Martin se encontró con la de María, parpadeó antes de responder.
– Es, es una vieja amiga. Susurró
– ¿y porque no está aquí como los demás?, Pregunto curiosa – Esta apartada. Dijo curiosa, mirando a esa extraña con cierto interés.
– Porque a lo mejor, no se sentirá bien, en un tiempo fue muy cercana a mi padrino. Respondió mirando a María con extrañes...
Ya no había mucho personal, los conocidos se habían retirado del cementerio...
– Helena vallan adelante, yo las sigo después. Le susurro a su esposa, beso su frente – Te veo en casa.
Cuando vio que estaban lejos se acercó a María
– ¿Cómo está?. La saludo seco
– Hola Martin, lamento lo de tu padrino.
El asintió
– Gracias..., co, ¿Cómo está Sofía?.
– Está bien, es igual a Abigail, solo que las diferencia el color de su cabello..., Martin, hice algo que he querido hacer hace mucho tiempo.
– ¿De que se trata?. Pregunto confundido
– Espero y no te moleste. Sé que tomaste la decisión de mantenernos al margen de la niña, ¡Por supuesto que lo entiendo!, no quiero interferir en nada.
El rostro de Martín se tenso al oírla.
– Hasta el día de hoy, no he necesitado de ustedes para que Abigail esté bien. Y con ironía dijo su nombre – Doña María.
Bajo su rostro avergonzada, sabía que su esposo había actuado mal en el pasado al igual que ella por no hacer el intento de acercarse.
– Lo entiendo, no hace falta que me hagas sentir mal Martin. Respondió entristecida
El se sintió mal, suspiro profundo y bajo su altivez
– ¿Que me quería decir?
María sintió un poco de temor a la reacción que él tendría
– Martin, deje en tu rancho un caballo para Abigail, se que le gustará, el señor Abel en un tiempo me lo dijo, el animal, está pequeño.
Guardo silencio por unos segundos, procesando lo que escuchó, no le gustaba la idea de que Abigail recibiera tales obsequios y menos de ellos.
– ¡Mire doña María!...
Ella lo interrumpió antes de el se negara aceptarlo
– ¡Por favor! Soy su abuela, es lo único que quería hacer, ella lo lleva en su sangre, se que le gusta los animales, no me niegues a esto por favor. Dijo suplicante...
Martin dió la espalda y suspiro no sabía que responder, no quería aceptarlo, pero ella tenía razón era su abuela, su hija era su nieta, habían lazos que no se podían romper.
– ¡Está bien!, ¡Solo una cosa!, no se acerque más a nosotros, y menos con esos regalos. Dijo demandante
María sonrió
– No te preocupes por eso, estás en todo tu derecho, hasta luego Martin, y nuevamente, mi sentido pésame...
Un grito de emoción alegro a la niña
– ¡Mira mamá! ¡Un caballo!, ¡Un caballo!.
Helena lo miro extrañada.
– ¡Que raro! ¿Se habrá escapado de alguna finca?.
– ¡Yo creo que sí!, ¿Me lo puedo quedar? ¡Di que sí di que sí!.
– Hay que preguntarle a tu padre, a lo mejor y tiene dueño, no lo sabemos.
– ¡Que dueño va tener ma!, no seas gacha, voy a buscar agua para darle, ¡Tiene que tener sed el pobre!. Corrió hacia el animal.
Helena sonrió y asintio
– Hay que hablar con tu padre primero, y ¡Tienes que darte un baño!. Grito.
– ¡Entonces lo voy a amarrar para que no se valla!. Gritó Abigail
– Si, está bien. Respondió Helena sonriendo.
– Mamá, ¿Yo también puedo darle agua al caballo?. Dijo África
– ¡Claro que sí hermana!, Las dos le daremos agua y comida
– ¡Bueno niñas! Eso está bien, ¡Vamos a bañarse, entren!, muévanse.
Helena suspiro y miro al cielo.
– Como lo extraño don Abel, se siente su ausencia. Susurró en voz baja. Martin la sorprendió por la espalda y la abrazó – ¡Me asustaste!, Encontramos un caballo aquí, Abigail está loquita de emoción, Martin no respondió – ¿Está todo bien? Pregunto preocupada...
– Es, es un regalo de la abuela!. Respondió.
Helena se sorprendió
– ¡Valla, no me lo esperaba!. ¿Que harás?
– No le diré que es un regalo, será un caballo perdido que apareció aquí. Respondió.
Helena no quiso entrar en discordia con él, sabía que ocultarle cosas a Abigail no estaba bien. Aún así tenía que respetar las decisiones de Martin respecto a ese tema, era su padre, estaba herido con todo lo ocurrido y esa parte también era entendible.
– Ok, entremos a casa, las niñas se están bañando...
Martín se sentó en la mecedora que siempre usaba el hombre que lo crió.
– ¡Cómo lo extraño!, Me hará tanta falta.
– Todos lo extrañaremos... ¿Que te dijo cuando estuvieron a solas?. Pregunto curiosa.
– Algo muy raro
Helena frunció el ceño
– ¿Es algo malo?
– Pues..., No para mí..., ¡Descuida amor, después hablaremos de eso!, no dejemos solas a las niñas....
Ana miraba con emoción a su hija
– Te vez preciosa, ¿Estás lista para salir?
Ivana asintio
– Un poco nerviosa mamá, ¿Papá está aquí?
– ¡En primera fila mi amor!
Claudia la amiga de Ana entro emocionada
– Bueno Ivana, es tu turno, te está esperando la modelo para salir a la pasarela...
El lugar estaba lleno, había fotógrafos y algunos medios de comunicación, Ana salió y se ubicó en el fondo para ver a la famosa modelo Indira Campo luciendo un vestido casi parecido al que lucía su hija, eran los diseños de madre e hija, hechos para ocasiones especiales como fiesta de cumpleaños...
La modelo y la niña salieron a la pasarela haciendo muy bien su trabajo..., Los aplausos fueron indicios de que eran perfectas..., Eliécer sonreía al ver a su pequeña en esa nueva faceta, se sentía orgulloso...
– Está grande y hermosa como su madre..., Ana se congelo al escuchar esa voz... Nunca me he perdido de nada, siempre he estado ahí, en la distancia y en la oscuridad...
Cuando Ana se giró para enfrentarlo, Adolfo ya se había ido...
Su corazón latia tanto que sentía que se desplomaria en cualquier instante.
– ¡Todo salió bien!. Anda es tu turno Ana. Dijo Claudia satisfecha por el trabajo, la miró extrañada al notar que Ana no reaccionaba –¿Estás bien? ¿Te pasa algo?..., ¿Ana?
Editado: 05.11.2024