Adolfo tomó del brazo a Daniel y se lo llevó a un lugar apartado.
– ¡Mira haber qué es lo vas hacer con tú mujer!. Dijo molesto.
– ¿Que te pasa?, ¡Cómo que! ¿Que voy hacer con ella?. Dijo Daniel extrañado
Adolfo se acercó a él, siendo algo intimidante.
– Tu mujer, es las que le mete cosas a Isabel en la cabeza, ¡Eso es lo que pasa!.
Daniel miró a su mujer molesto
– No te preocupes, yo término con ésto. Lo arreglaré.
Su esposa se encontró con una mirada acusadora, frunció el ceño preocupada. Parpadeo asustada, sus manos temblaron pero disimuló guardandoselas en su abrigo...
– ¡Que extraño del señor Collins!. No ha llegado Adolfo, ¿Será que le pasó algo?, Es extraño, él no es así, Comentó Isabel preocupada por la tardanza del Eliecer.
Los interesados de que esta reunión iniciara miraron la hora y se miraron entre sí, Adolfo notó la preocupación de ellos por la demora del otro socio osea de Eliécer y se acercó a su esposa, susurró en su oído.
– ¿Isabel? o aprendes a lidiar y a salir de estos inconvenientes sola o perderás grandes negocios, sólo es que leas los acuerdos y firmes sí estás de acuerdo, ¿Entiendes?. Habló firme.
– Adolfo, Eliécer no se a presentado, se necesita de él para llevar a cabo está reunión. Respondió tajante
Adolfo frunció el ceño y la tomo fuerte del brazo
– Los intereses de Eliecer son los mismos tuyos así que demuestra la capacidad que tienes para enfrentar el imperio que está cosechando tu padre o, acaso ¿Siempre dependeras de alguien para tomar decisiones?. Sonó cruel y calculador sabía perfectamente lo que quería, con sus palabras, hizo que Isabel viera las cosas desde otro punto de vista, ella asíntio aceptando su consejo.
– Está bien, habla con ellos y hazlos pasar a sala de ejecutivos.
El sonrió lascivo al escucharla dar la orden.
– Exacto, es así como me gusta, que aprendas a tener control también de lo que te pertenece. Conocía como entrar psicológicamente a su mente, sabía que palabras usar.
Adolfo se acercó a los interesados.
– Iniciare mientras llega el señor Eliécer, le informas. Le susurró Isabel a la secretaria.
– ¿Señores?, La señora Isabel llevará a cabo la reunión ya que él señor Eliécer por algún motivo personal no a podido presentarse a tiempo.
Los hombres se miraron entre ellos y estuvieron de acuerdo...
Ingrid miraba con extrañes a Helena, tomaban café como era su costumbre cuando se visitaban mutuamente, en este caso Ingrid visitaba a su amiga.
– Te eh notado muy extraña últimamente, ¿Está todo bien?
Helena sonrió sin ganas
– No te preocupes, estoy bien, sólo es migraña ¡Eso creo! Nada sin importancia
– ¿Segura? ¿Porque no parece?, Te vez pálida y ojerosa, pareces una muerta viviente. Fue sarcástica.
Helena río a carcajadas.
– ¡Caramba!. Pero que amiga la que me gasto.
– No lo digo para molestarte, de verdad me preocupa, vez a un médico, lo necesitas. Se levantó del asiento – Me llamas si quieres que te acompañe, maquíllate un poco. Le sugirió.
Helena le dió un beso en la mejilla y la despidió, pensó en la palabras de su amiga, últimamente no se sentía bien, cada día más cansada y agotada, no podría enfermarse y que en pocos días África cumpliría años...
Ana caminaba de un lado a otro desesperada, pasaba sus manos por su cabello al tiempo que entre lazaba sus manos. Al escuchar su celular sonar corrió hacia el sofá.
– Aló, hola sí. Se apresuró en contestar...
Segundos después se desvaneció y cayó al piso, un grito fuerte y lleno de dolor impacto a los empleados de la mansión incluyendo a du hija, Ivana al escuchar ese grito desolador salió corriendo de su habitación...
– ¡Mami!, ¿Mamá? ¿Que pasa?, Mamá... La abrazó fuerte – Mamita ¿Que te pasó?, dime porque lloras así dime algo mami. Ivana empezó a desesperarse al ver a su madre llorar y gritar tan desconsolada.
Ana no tenía fuerzas para decir lo que había pasado, lloraba y gritaba al tiempo dejando a su hija confundida, sólo se aferró a esos pequeños brazos que en ese momento eran lo único que tenía...
Isabel estaba felíz con el nuevo contrato, se sentía orgullosa por lograr llegar a un acuerdo que satisfacía a los interesados, Adolfo sonreía malicioso sabía que su mujer había logrado una buena alianza. Se despidieron de los negociantes y celebraron los cuatro, Adolfo se acercó a ella y besó su mejilla
– ¡Muy bien hecho! Sabía que lo lograrias. Susurró en su oído – Te mereces una noche de pasión, hay mucho que celebrar esta noche. Dijo en tono jadeante.
Isabel arqueo una ceja
– Ni lo intentes Adolfo. Contesto evasiva.
Mordió su labio inferior, regalandole una mirada penetrante
– Sabes que sí lo haré
– ¿Entonces es de esa manera es que siempre me cogeras?. Repicó tajante
– ¡Uy! Que vocabulario, es tan excitante, hiciste que mi amigo despertara. Respondió
Isabel volteó los ojos
– Idiota.
El la tomo de la mano
– Larguemosno, será una noche larga.
Ella miró a Daniel y a su esposa
– Pero y...
– Ellos vinieron sin nosotros. Dijo interrumpiendola...
Daniel sonrió cuando los vió irse en su auto, tomo a su mujer de los brazos y la sacudió fuerte
– ¿Porque mierda le metes cizañas a Isabel?
Ella se sorprendió
– ¿De que hablas?
– No te hagas la estúpida, mantente al margen de la relación de ellos, evita que me salga de mis casillas, ¿Entiendes?, Gritó, ella tambaleó asustada por su reacción.
Se zafó de su agarre y camino para salir de la empresa, deseaba llegar al auto para irse, habiendo personas alrededor ellos no le pondría un dedo encima, el la siguió y subió en el puesto conductor tomándola del cuello.
– ¡Ya basta!. Gritó ella.
– Hija de perra, me las pagarás, ella quitó la mano de su cuello
– ¡Basta Daniel, ¿Hasta cuándo seguirás así conmigo?, ¿Ese es el ejemplo que le quieres dar a tus hijos?. No contó con que él la bofeteara.
Editado: 05.11.2024