– Buenos días. Dijo Isabel sorprendiendo a Julián quien estaba dándole de comer a los animales en las caballerizas.
–Hola patrona, buenos días. Respondió Julián
– ¿Patrona?, nada de formalismos conmigo Julián. Sonrió – Aproveché que me levanté temprano hacer unas cosas, te ví y decidí hablar contigo
Julián asintio
– Usted dirá. Sabía de qué quería hablar
– En esta ocasión, no será referente a Martin, entendí por la última vez que solo nos une nuestras hijas
– Estás en todo lo cierto Isabel. Respondió
– No fue fácil aceptarlo, ¡en fin!, ayer por casualidad de la vida ví a mi hija, ví a Abigail. Sus ojos enrojecieron
Julián trago en seco asintiendo varias veces a lo que escuchaba
– Quiero verla, quiero conocerla y Martin no me puede negarme ese derecho. Dijo segura
El rostro de Julián se tenso pensando en todo lo que esto podría ocasionar en las pequeñas, porque no sólo sería así, Martin también quisiera ver a su hija pero ¿Cómo lo tomaría las niñas? ¿Que pasaría después?
– Isabel, sabes que primero debo hablar esto con Martin, no puedes llegar y exigir algo así no más, recuerda que trajiste a Sofía, y el también querrá verla.
Isabel trago en seco, no pensó en éso y olvidaba un pequeño detalle, Adolfo, no lo permitiría apesar de el matrimonio que tenían, Sofía era la debilidad de él.
– Habla con Martin, yo esperaré, y sea lo que sea esa niña es mi hija y contra eso no hay nada que hacer. Fue un poco dura arremetiendo contra Julián.
Él en este caso solo iba ser un mensajero, no le gustó su expresión ni su tono de voz, pero él entendió que era normal.
– Esta bien Isabel, si quieres ahora mismo voy al rancho de Martin
– Esta bien. Después de darse cuenta de sus palabras y de su aptitud bajo su rostro – Discúlpame entenderás que...
– No hace falta, yo te entiendo. La interrumpió.
– ¡Buenos días Julián!. Grito Adolfo haciéndose notar, llamando la atención en ellos, Isabel volteo los ojos
– Nos vemos Julián. Se despidió Isabel
– ¡Ah caray!, Ya terminaron de hablar. Gritó burlón
– ¡Cállate Adolfo!. Respondió Isabel llegando a él
– ¡Pero que carácter!, Julián, te invito a tomar una cerveza, pa cuando quieras
– No hace falta patrón, está muy temprano. Respondió Julián
– ¿Ya ves isabel?, me dijo patrón, con respeto, aprende mujer
– ¡Ay Adolfo! Ya basta, deja de dar lata, ¿A qué vienes, que quieres?
– ¡Huyy!, La tomó de la cintura acercándola a él, voy a dar una vuelta, no está demás decirte que Sofía no saldrá sin mí autorización, ¿Lo entiendes?. La miró desafiante como si supiera que iba a pasar
Isabel negó
– Eso no pasará. Respondió
– ¡No me digas! ¡Martincito cosito lindo no te quiere ver!. Dijo burlón
– ¡Eres un idiota! ¿Sabes que no?. A la que quiero ver es a mi hija. Lo enfrentó
– ¡Uy qué miedo!. Su rostro se tenso – ¿Isabel?, Sofía no saldrá a conocer a tu Martin, el padre de ella soy yo, y eso se lo debemos a tu papi, no hay otra figura paternal que no sea Adolfo Rivera, ¿Espero que lo hayas entendido?, mi amor, dijo al tiempo que la tomo de la barbilla y la besó con fuerza. Pórtate bien, recuerda que en este pueblo no eres más que la esposa de Adolfo Rivera.
Isabel lo miraba mientras el se alejaba trataba de contener las lágrimas, suspiró profundo
–¿Mamá?. Gritó Sofía corriendo a ella – ¿Podemos dar una vuelta en uno de los caballos?.
Isabel sonrió
– ¿Quieres aprender?
– Sí mamá por favor
Ella asíntio en respuesta
– Duvan, prepare un caballo por favor. Ordenó.
El joven asintio ante la orden...
– Señora Isabel, ya está listo, afirmó
– Gracias, ¿Ya estás lista?. Le pregunto a Sofía
La niña emocionada asíntio varias veces
– Solo será aquí en la hacienda vallamos al corral.
Isabel tomo de la mano a su hija y de la otra llevaba al animal en compañía del empleado...
– Señora debería de tener un poco de cuidado. Sugirió Duvan al notar que Isabel subió a la niña sola
– No se preocupe yo estaré a su lado. Respondió
El caballo empezó andar a pasos, Isabel lo sostenía de la correa..., Sin haber explicación minutos después el animal empezó a relinchar y a pararse en dos patas siendo una alerta para todos los empleados, Isabel se asustó demasiado, le dieron aviso a Julián este corrió y se sorprendió al ver el caballo queriendo tirar a la niña quien daba gritos y lloraba
– ¡No te sueltes Sofía!. Gritaba Isabel deseperada sin soltar la correa.
Julián corrió a ellas quitandole la correa a Isabel sosteniendo con fuerza y domando al animal.
– ¡Jo, jo, jo!. Gritaba Julián...
Julián logro calmarlo y bajar a la niña.
Isabel abrazaba con fuerza a su hija entre lágrimas.
– Ya no quiero subir más nunca a un caballo mamá. Dijo temblando
– Perdón, perdóname hija. Susurro llorando
– ¿Quién dió ese caballo?. Gritó Julian preguntándole a los empleados
– Fui yo señor. Respondió Duvan
– Ese animal está enfermo, ¿No lo sabías?
– No señor. Respondió con la mirada baja
– Pregunta para la próxima. Pudo pasar una desgracia.
Después de un rato Isabel se acercó a Julián
– ¿Julián?, Lo llamó Isabel.
Este salió a atenderla
– Dígame
– Muchas gracias por salvar a mi hija
– Para eso estamos aquí Isabel. Respondió
Isabel sonrió, se acercó y sin él esperarlo ella lo abrazó...
Sofía esperaba a su madre sentada en una piedra, aún sentía nervios de lo sucedido.
– ¿Ya se te pasó el susto mi pequeña?
– Un poco, no quiero volver hacerlo
– Esta bien, se inclino para besar su frente, vamos para que te des un baño...
Una mujer peli roja observó a Adolfo desde que entró al bar, noto que él reparaba todo el lugar.
– ¿Que haces aquí Adolfo?. Lo acechó
– Marcelita, ¿te dejaron encargada del lugar?
– ¿Te importa?