Tuvimos una tarde muy entretenida, recordar todas nuestras travesuras nos hizo reír tanto que me dolía el estómago.
— ¿Y tus padres? —dije al tiempo que mordia una papa.
—Están bien, llegan de viaje la otra semana, ahora que mi padre me dejó a cargo de la constructora están como en una quinta creo luna de miel —tomando un sorbo de su bebida.
—Cuando se mudaron los extrañé mucho, era extraño pasar por tu casa al regresar del instituto y no ver a tu madre esperándonos en el porche.
Lo vi sonreír con nostalgia.
—También te extrañé y a tu padre, menos a la reencarnación de Hitler en el cuerpo de tu madre —soltó una carcajada.
—Mi padre era nuestro complice en nuestras travesuras, ¿sabes? nunca lo vi tan feliz como lo es ahora con su actual esposa.
—Se lo merece Lina — pasando un brazo por mis hombros.
Respire el olor de su piel mezclado con su colonia que lo hacía tan único y tan delicioso, recoste mi cabeza en su hombro y ambos observamos como caía la noche desde el mirador en el que estábamos.
Era tan reconfortante tener de nuevo a Thomas en mi vida y lo mejor es que apareció cuando más sola me sentía.
Después de regresar al edificio donde vivía Thomas por mi auto y despedirnos, conduje hasta mi casa con una gran sonrisa, la que se esfumó cuando vi el coche de Rubén estacionado.
Sentí mi cuerpo tensarse no quería discutir, me sentía agotada mentalmente entre tratar de adivinar quien era la amante de mi esposo y que más haría para solucionar está situación.
Bajé del auto con un fuerte suspiró, vi la hora en mi móvil eran las 9 de la noche, despacio abrí la puerta de la casa y trate de forzar una sonrisa, pero sentía la cara tan tensa.
La sala estaba vacía, así que me dirigí a mi cuarto, subí los escalones al segundo piso de dos en dos, abrí la puerta de mi dormitorio y sentí que el alma abandonó mi cuerpo.
— ¿Rubén, que haces?—avanzando despacio al centro de la habitación.
—Creo que es obvio que hago mi maleta —sin detenerse en guardar ropa.
Lo observé y vi su boca apretada.
—¿Donde vas?—susurre.
Dejó de guardar la ropa para mirarme con el ceño fruncido.
—Creo que hace un mes te comenté que iba a una convención donde me iban a premiar por los logros obtenidos.
Pase un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, mordiendome el labio.
—Tienes razón ¿vas solo?
—No, voy con Alberto —guardando sus artículos personales—Se supone que tú ibas a hacer mi maleta, pero imagino que con tus múltiples compromisos, se te hizo imposible— hablando con sarcasmo.
—Rubén, lo olvidé, no puedes culparme, he estado distraída por toda la situación que estamos viviendo — sentandome en la silla que estaba cerca de nuestra cama.
—¿Situación Carolina? ¿Qué situación según tú?— dejó de guardar la ropa, se giró hacia mi con el ceño fruncido.
—Casi no nos vemos Rubén, sales al amanecer y llegas en la madrugada, no nos comunicamos sólo discutimos— sentía mis ojos llorosos —He llegado a la conclusión que tienes otra mujer—sentí que las lágrimas recorrían mis mejillas.
Rubén me observó y negó con la cabeza.
—No hay otra mujer—sus ojos me recorrieron.
— ¿Si no la hay, por qué has cambiado?—susurre.
—Te dije que estaba muy ocupado Carolina —pasando sus manos por el cabello.
—Se suponía que al asociarte con Alberto íbamos a tener tiempo Rubén y es lo menos que hemos tenido— sentía la rabia crecer dentro de mi.
Vi una sonrisa burlona en Rubén.
—¿Crees que todo es fácil Carolina? Estamos contratando abogados nuevos, las demandas de divorcio han crecido considerablemente, no nos damos abasto —caminando de un lado a otro—El día que tu me veas con otra mujer Carolina, ese día si podrás reprocharme —tenso su mandíbula.
—Te fuistes de nuestra cama—le señalé.
Lo vi ponerse rojo.
—¡Me mentistes!
Abrí mi boca pero no salió nada de ella.
—Y no lo niegues Carolina —apuntandome con su dedo —Te preguntarás como lo sé — su sonrisa era fría.
—N...no sé de que hablas —limpiando las palmas de mis manos sudadas en mi vestido.
—Me dijistes que salistes a cenar con el «escritor»— haciendo comillas con sus dedos —Y Samanta — tensando la mandíbula —Y lo curioso es que esa noche me encontré a Samanta en el mismo restaurante que estaba cenando con Alberto y un cliente, ella llegó a saludarnos me dijo que llegó con alguien con quien estaba saliendo.
Abrí mis ojos como plato, no esperaba que mi mentira se volviera en mi contra, al paso que íbamos Rubén sin yo tener una prueba real sólo mis sospechas de que me era infiel, quedaría como el devoto esposo siendo engañado por su calculadora esposa.
«Oh Dios, tanto razón tenía mi abuelita que en paz descanse di una mentira y terminarás diciendo mil» - pensé.
—¿Algo que agregar?- enarco una ceja.
—Yo...— tragué fuerte —Fui sola a cenar con el escritor — viendo hacia otro lado —No quise comentarte que me reuniría sola con èl por tus celos... si.... fue para evitar una discusión contigo Rubén.
Lo vi a los ojos y estos me miraban con recelo.
—Creo Carolina, que aún mientes —cerrando su maleta— Pienso que si alguien en este matrimonio tiene un amante ese alguien eres tú —tomó su maleta y al llegar a la puerta sin voltearse —Dejó en tu mesita de noche los datos del hotel al que puedas localizarme en un caso que no pueda responderte el móvil si hay alguna emergencia, no te molestes en llevarme al aeropuerto, llamé a un taxi — saliendo del dormitorio.
—Rubén —lo llamé antes que cerrará la puerta.
Asomó su cabeza sin ninguna emoción en su rostro.
—Dime
Deseaba correr y abrazarlo con fuerza y decirle cuanto lo extrañaría.
—¿Carolina? —me llamó impaciente.
—Que tengas buen viaje —le dije con tristeza.
Sonrió con burla.
—Disfruta tus días sin mi presencia, amada esposa que sospecho serán placenteros para ti— comentó sarcasticamente al cerrar la puerta.
Editado: 14.03.2022