La Otra

Capítulo 11

 RUBEN

Salí de casa molesto, Caro ni se acordaba de mi viaje, llegué a casa temprano después de mi almuerzo con uno de nuestros nuevos clientes, Alberto y uno de nuestros abogados de la firma, John a quién habíamos asignado el caso, discutimos estrategias que nos llevarían a ganar el caso, sé que la victoria sería nuestra.

Desde que me asocie con Alberto quien fue mi compañero de cuarto y carrera en la Universidad, estábamos alcanzando mejor reputación de la que ya teníamos en la firma, algo que me llenaba de satisfacción ya que no era ningún secreto mi afán por la buena reputación de la firma y los ceros de más que engrosaría más mi cuenta, el asunto es que me sentía culpable por el distanciamiento que había entre Caro y yo últimamente, pero mi gran sorpresa fue el no encontrarla en casa.

Ana no sabía nada de su paradero algo que era poco común en Caro el salir y no avisar donde iba, aunque en el fondo sospechaba que Ana si sabía algo no lo diría, ya estaba pensando en deshacerme de ella ya que necesitaba gente leal a mí y no a Caro, se que ella hará berrinche por la salida de Ana, pero ya lo tenía solucionado, Agatha contrataría de nuevo a Ana y mi esposa no tenía el carácter para decirle « no» a su madre.

Mi parte posesiva no la conocía mi esposa, si conocía una milésima parte de mis celos, he luchado por controlarme mucho, pero Caro estaba llevándome al límite y se que es cuestión de tiempo para que explote.

Pase las horas esperándola, ya cuando anochecía sentía la sangre hervir en mi cuerpo, quería a Carolina de eso estaba seguro, los celos me atormentaban, pero mi consciencia no me dejaba reclamarle como quería hacerlo.

Al verla entrar con una sonrisa la cual se esfumó con la sorpresa al verme hacer la maleta me dio una gran satisfacción.

El verla llorar y decirme que pensaba que había otra en mi vida me hizo sentir culpable por un momento, pero no iba a admitir nada, puede que sea egoísta pero Caro era mía y lo que me enfurecía era pensar si estaba viendo a alguien con las salidas que hacia últimamente, sabía que no estaba saliendo con su única amiga, llámenme malvado, egoísta pero era un hombre posesivo con lo que me pertenecía.

Quise hacer sufrir a Caro cuando me mintió que estaba con Samanta por eso abandoné el cuarto, la conocía, ella era de emociones y sabía que sentiría mi falta en nuestra cama, también yo extrañaba su cuerpo acurrucado al mío, echaba en falta su calor, pero mi afán de castigarla por su mentira me dieron las fuerzas para no llegar arrastrándome a nuestra cama y hubo días que no llegué a dormir.

Caro no se enteró, Ana si, pero no diría nada, sus ojos me miraban con reproche, pero no tenía que darle explicaciones de mis actos y donde pasaba la noche, eso era problema mío y de nadie más.

Saqué mi móvil cuando sonó la notificación de un mensaje.

—« Rubén, ¿ya saliste para el aeropuerto?»

Sonreí al responder

—« Voy en camino»— contesté

—« ¿Viene a dejarte Carolina?»

Entrecerré los ojos y respondí

—« Carolina no viene a dejarme, llegó cuándo iba saliendo» —contesté molesto el mensaje.

—« Te lo dije cariño, tú sintiéndote culpable por lo nuestro y ella debe estar con otro muy feliz»

Tense la mandíbula al leer lo que yo sospechaba.

—« No quiero tocar ese tema ya te lo dije, estoy cerca del aeropuerto »

No recibí respuesta.

La idea que rondaba mi mente se hizo más clara, iba a contratar a un detective que siguiera a Caro, esperaba que no encontrará algo porque si había un amorío se lo haría pagar a Caro y al hombre que se hubiese atrevido a tratar de arrebatarme a mi esposa, lo admito soy un poco vengativo, mi corazón está dividido, amó a dos personas, se que es una situación no aceptable en la sociedad, pero es algo que no me importa, yo lucharé por lo que es mío y si tengo que pasar por encima de quien sea lo hago.

Saqué la tarjeta de visita del detective que uno de mis clientes contrató y que nos proporcionó el material que necesitábamos para ganar el caso.

Mire las calles que íbamos recorriendo por un rato, sumido en mis pensamientos, amo a Caro y no quiero lastimarla, he cedido en muchas cosas por verla feliz, acepté que trabajará cuando no lo necesita, pero insistió tanto que no pude decirle no, su actitud me está orillando a tomar medidas extremas,pero por no perderla las tomaría.

Inconscientemente jugueteaba con mi alianza, agradecí mentalmente el silencio del taxista, miré nuevamente la tarjeta de visita del detective.

Y... Marque el número, ya la decisión estaba tomada.

 

 




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