La Otra

Capítulo 25

Me quedé sentada en la terraza pensando en la conversación que tuve con Bee, tenía razón, tenía que pedir el divorcio.

Era lo justo para los tres, no podía vivir con Rubén sintiendo tantas cosas por Thomas, aún no estaban bien definidos mis sentimientos pero sabía que no lo miraba como un amigo y no lo quería sólo como un amigo.

Rubén era el hombre que me cautivó en su tiempo, hoy miraba hacia atrás y me daba cuenta que hoy en día con el hombre que estaba no era el mismo que conocí.

Margaret entró a la terraza, tenía una expresión de molestia cuando guardó su móvil.

- El almuerzo esta listo, ¿te lo sirvo aquí en la terraza donde está muy cómoda la señora?-

Sonreí a nadie le gustaría servir a la esposa de su amante.

—Sirvelo —murmuré

Salió de la terraza.

Me sobresalte al sentir unos dedos en mi nuca, levanté la mirada para toparme con la mirada dura de Rubén, él al verme cambió su expresión a una mas alegre aunque se le notaba que era forzada.

—Querida —se inclinó para darme en beso... en la mejilla, giré el rostro porque aun mis labios palpitaban por los besos de Thomas.

El endureció su rostro, vi como tensaba la mandíbula pero no dijo nada, se sentó en frente mío y empezó a escudriñar mi rostro, me hacía sentir incómoda porque en su mirada había acusación...era como si supiera lo que había pasado...sacudi la cabeza, era imposible que él supiera lo que pasó con Thomas.

—Dime mi dulce Caro, ¿me has extrañado? — cruzando sus brazos sobre su pecho, ladeo un poco su cabeza.

Sentí un escalofrío recorrerme, no me gustaba la actitud de Rubén.—Eh... pasándome la mano por el pelo - si no hubieras echado a Ana,si te hubiera extrañado.

Rubén se quedó en silencio, mientras Margaret no dejaba de servir la comida, puse atención,  en ningún momento los ojos de Rubén se dirigieron hacia Margaret y ella... estaba furiosa, su expresión corporal lo mostraba.

Cuando la barbie plástica salió, Rubén me sonrió.

—Creo mi dulce Caro que no tienes que preocuparte por Ana, sé muy bien que está en buenas manos —empezando a comer con mucha calma.

Me removi en mi silla, ahora si estaba segura que algo sabía.

—¿ Y dónde esta Ana, según tú? —sentía la comida como lija lastimando mi garganta, mi corazón latía desbocado, pero tenía que aparentar calma.

Iba a usar lo que me dijo Rubén hace días atrás, hasta que èl me viera con sus ojos podía culparme, era algo contra mi naturaleza, el mentir pero si estaba embarazada tenía que proteger a mi hijo, no sabia de lo que era capaz Rubén.

El Rubén con el que me casé no le hacía daño a una mosca pero este Rubén me producía escalofrío.

—Donde tu amigo de la infancia —sonrió pero su sonrisa no llegaba a sus ojos —Es una pena que no,  nos hayas presentado Caro, si es un amigo tan querido por ti, ¿Por qué no presentarselo a tu esposo?

¿Me espiaba? ó ¿ mamá le comentó de Thomas?.

—No se ha dado la oportunidad Rubén —susurré.

—¿No crees que sería incómodo para ambos, estar en una misma sala, cuando yo soy el esposo y tu amiguito tu amante? — dejo su tenedor con demasiada calma en su plato, algo que no me gustó para nada.

— ¿De qué hablas?-

Rubén no abandonaba la sonrisa que en lugar de hacerme sentir calmada me hacía sentir temor.

— Lo sé, Caro — suspiré —Que eres amante del tal Thomas Green.

Tragué saliva, tenía que negarlo sin pruebas no me podía condenar.

—Estás  equivocado, Thomas y yo sólo somos amigos, te diré lo mismo que me dijiste, hasta que lo vean tus ojos podrás decir que es mi amante —me crucé de brazos.

Rubén hizo más grande su sonrisa, lo vi sacar algo del bolsillo de su vaquero y tirarlo a la mesa.

Con dedos temblorosos agarré el papel hecho una pelota, lo fui extendiendo y mi corazón latía con fuerza.

Era Thomas y yo, besándonos en la puerta de su apartamento, sentí que moría.

—Diime Caro, ¿eso cuenta como prueba para ti? Porque para mi es suficiente para saber lo que ahí pasaba —se recostó en el espaldar de su silla.

Asentí, ya no podía mentir, había sido literalmente agarrada con las manos en la masa y que ¡masa! una de mis manos estaba agarrando el trasero de Thomas.

—Lo nuestro ya no funciona,creo que es mejor que nos d... — me interrumpió.

—¡Ni lo pienses! Desde ahora te digo Caro si te atreves a divorciarte, los días de tu amante están contados — levantándose, sus nudillos estaban blancos de apretar fuerte el respaldo de la silla.

—¿De qué hablas Rubén? —mi voz era temblorosa —Tú ñno eres capaz de hacerle daño ni a una mosca.

Su carcajada me dío más miedo.

—¿ Estás segura? tú no sabes nada de mi Caro,sólo conocistes a la persona que deseé que conocieras, no me conoces realmente y si soy capaz de despachar a tu amiguito al otro mundo.

Las lágrimas recorrían mi rostro, tomé mi cabeza entre mis manos, ésto tenía que ser una pesadilla, Rubén no podía estar amenazando con matar a Thomas, no podía imaginar mis días sin él.

—¿ Por qué haces ésto? Si me amarás nunca hubieras buscado una amante.

—Quiero un hijo Caro y si, te amo con locura, hay cosas que no las llegarás a entender, pero dado que estamos poniendo las cartas sobre la mesa, te diré que si, si tengo un amante.

Lo último no lo escuché, mi mente estaba centrada en lo que dijo, quería un hijo y podía ser, que yo ya estuviera embarazada de Thomas.

 




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