Me moví en la cama y extendi mi brazo para abrasar a Thomas, sonreí al no sentirlo junto a mi.
Aparté las sábanas y me levanté, caminé despacio por el pasillo y me quedé en la puerta observando a Thomas con nuestro hijo de 3 meses de nacido en sus brazos, desde que nació Adam, mi amado Thomas desde que venia del trabajo lo pasaba con nuestro hijo.
Y en las madrugadas él se levantaba minutos antes que Adam despertará por su comida para sostenerlo entre sus brazos, levantó la vista y me sonrió.
—Iba a llevar a Adam para que le dieras el pecho, no quería que te levantarás Lina — se acercó y depósito un beso en mis labios.
—Ya estoy aquí, no te sentí en la cama — tomando a Adam entre mis brazos.
—Me extrañaste —me ayudó a sentarme para darle el pecho a Adam.
— Si — amaba a ese hombre que me hacía feliz, no negaba que teníamos nuestros problemas, como cuando la tal Serena con la que había dormido Thomas se apareció en una cena de negocios y la descarada se le restregó a Thomas, vi todo rojo, pero por mi enorme panza no la agarré de las greñas, aunque pude escuchar y ver como Thomas la apartaba y le pedía que no se le acercará porque era un hombre felizmente casado.
La mujer muy molesta se apartó de Thomas y salió con el rabo entre las piernas, creo fue la primera vez que no pude hacerle una escena de celos a Thomas.
Mi hijo succionaba mi pecho mientras yo le acariciaba su carita, me encantaba su piel suave, su olor, era perfecto ante mis ojos, una pequeña parte de mi y de Thomas, era la viva imagen de su padre en miniatura.
Cuando Rubén se enteró de mi embarazo no se contuvo de los insultos por medio de mensajes a lo que con mucha fuerza de voluntad los ignoré, al ver él que no caía en su juego dejó de escribirme.
Mi madre se puso como loca al saber que iba a tener un hijo de Thomas y era hasta el día de hoy y no conocía a Adam.
— ¿Tu madre, se comunicó al fin contigo? —observé a un despeinado Thomas.
Negué con la cabeza la verdad que ya no me afectaba tanto el desapego maternal que ella tenía conmigo.
Aún recordaba la charla que tuve con Alberto cuando salió mi divorcio.
Flasback
—Niña, te busca Alberto — me giré hacia Ana —Lo hice pasar a la salita que esta por el jardín.
Deje de acomodar la ropa del bebé en su armario y salí del cuarto, cuando llegue a la salita, Alberto estaba sentado y se levantó para saludarme.
Pude notar que estaba más delgado y con unas profundas ojeras.
—Alberto —sentandome, me sentía un poco extraña ya que él y yo nunca nos llevamos bien aunque ya sabia el motivo.
—Disculpa que no te avise de mi visita —puso sus codos en sus piernas y fijo su mirada en sus zapatos — Ya salió el divorció, eres una mujer soltera nuevamente.
—Gracias Alberto, debes estar feliz— él levantó su cabeza y pude notar la mueca que hizo.
—Pensé que cuando al fin Rubén y tú se separarán, iba a estar feliz — frunció el ceño y se pasó la mano por el cabello —Tu madre y Rubén han sostenido una relación, aunque él lo negaba, yo los encontré.
Sentí pena por Alberto
—Lo lamento Alberto — él negó con la cabeza.
—Cuando supe que te casastes con Rubén, te odie, pensé que por ti las cosas entre él y yo no funcionaban, pero salistes de su vida y él se obsesionó contigo —se levantó de su silla y se paró frente de la ventana —Se metió tu madre en la historia.
Suspiré y me acomodé en la silla.
—Deja... — no me dejó terminar porque se giró y empezó a hablar.
—Tenías razón él nunca me ha valorado para él lo nuestro tiene que estar en las sombras mientras él exhibe a otras personas ante todos — agachó su cabeza—En eso estamos iguales con la zorra de tu madre, a ella tampoco la exhibé por lo que está ya vieja y eso ha generado discusiones entre ellos —se metió las manos en el bolsillo —La verdad vine a decirtr algo muy importante —él sonrió al ver que levanté una ceja de sorpresa —Comprendí que tú no tienes la culpa de mis malas decisiones.
Asentí y le sonreí al saber que estábamos en paz.
— Rubén esta detenido —abrí la boca asombrada —Lo denuncie —Levantó la mano para que lo dejará hablar —Él le pagó a alguien para que tú tuvieras un accidente — abrí mis ojos con sorpresa —Él no te perdona que vayas a tenerle un hijo a otro hombre.
—¿Cómo lo supistes? —sentía mi corazón latir a mil por horas.
—Anoche lo escuché hablar por teléfono, citando a un tal Ricardo a las 9 de la mañana en la casa y me llamó la atención así que regresé antes de la hora sólo que me estacione retirado de la casa y me escondí en el armario del despacho y grabé la conversación.
Estaba en shock, Rubén si era capaz de todo, estaba de seis meses de embarazo y él iba a matar a mi hijo.
—Yo estoy en deuda por la vida de mi hijo —el negó con la cabeza.
—No entiendes Carol, el accidente era para que tú murieras junto con tu hijo — se paseo por la salita —Él famoso Ricardo es... —suspiró —Tu mecánico, quien está revisando tu carro ahora.
—¿Don Alonso? —él asintió.
— Rubén le pagó bien para que le avisara cuando tu llevaras el auto y arreglaron que en vez de reparar tú auto, lo dejaría descompuesto para ... tú ya lo sabes —me levanté y en un impulso lo abracé fuerte.
Él se quedó quieto, pero luego me abrazó y lo escuché sollozar.
—Sabía de lo que era capaz Rubén y muchas veces pensé que yo sería capaz de aceptar las cosas que él deseaba hacerte, pero no soy un asesino Carol, no podría vivir con mi consciencia sabiendo que tu bebé y tú murieron.
Lo apreté más fuerte y luego me separé de él.
—Gracias por salvarnos —él asintió y se limpió el rostro con su pañuelo.
—Tendrás que declarar —asenti —Una vez esto se resuelva, yo me marchare de nuevo al extranjero.
Salí de mi recuerdo al sentir a Adam moverse, lo acomodé mejor y me puse de pie dándole leves golpesitos en la espalda para sacarle los gases y no sufriera de cólicos.
Editado: 14.03.2022