La otra cara de la luna

CAPITULO 11.

Lo único que tenía en su mente era la supuesta expresion de enojo en la cara de Elisabeth. Se suponía que Lían debía de ir temprano a su casa a cuidarla, cuando ella termino cuidándolos. Estaba muy seguro que iban a discutir entre los tres. Pero lo más raro que le parecía era lo relajado que estaba Evan, aunque no le dio importancia, prefirió pensar en que excusa decirle a Elisabeth.

Salió de sus pensamientos cuando miro a Evan abrir la puerta de la entrada de la casa de Elisabeth. Le iba formular una pregunta, pero al ver la casa a oscuras y al parecer vacía, se calló y lo siguió.

- ¿Dónde es…

- ¡sorpresa! –se sorprendió al ver salir a Luana y a Elisabeth de detrás de un mueble.

- ¡feliz cumpleaños! –miro la cara burlona de Evan.

-esto es una broma, ¿verdad? –hablo sorprendido.

-claro que no –respondió Elisabeth. Él sonrió –bien, celebremos.

Le cantaron la típica canción de cumpleaños, para luego repartir el pastel con refresco. Hablaron de muchas cosas, incluyendo la penitencia que les daría Elisabeth a los dos por llegar ebrios la noche anterior. Luego Luana con un rubor en sus mejillas y un tanto avergonzada le entrego su pequeño regalo que contenía un gran significado. Lían lo recibió con mucha felicidad y gratitud. Y claro un gran beso en la boca. Evan de su parte le dio unos videojuegos que tanto había querido Lían.

-bien –hablo Elisabeth –este es el mejor regalo –le entrego una postal.

Lían lo recibió y suspiro nostálgico. Lo abrió, había una carta.

 

5 DE NOVIEMBRE.

Lían, mi querido sobrino.

Lamento mucho tener que presenciarme por medio de una hoja de papel.

Se supone que hoy es un gran día y debes pasarlo en familia,

Pero la situación de la empresa está más complicada que nunca.

Recuerda algo, yo soy parte de tu familia, pero esos chicos que

Están frente tuyo son también tu familia, no lo olvides.

Con cariño tu tío Andrés.

 

Hizo una media sonrisa, había hablado con él y sabía perfectamente a que se refería con respecto a la empresa. Los padres adoptivos de Andrés ahora se encontraban de viaje en un gran crucero. Mientras su tío ahora heredero de su empresa, intentaba como de lugar no dejarla caer. Ellos no aceptaron a Lían como parte de su familia, aunque a Lían nunca les agrado. Eran buenas personas, pero sabía que ellos sentían que en cualquier momento podían perder a Andrés por él.

Volvió a mirar el postal, había cuatro boletas para un parque de diversiones, sonrió emocionado. Recordó que alguna vez le había comentado a Andrés que quería ir a un parque de diversiones y comer muchos dulces, rio ante eso, era un niño cuando se lo dijo.

-hay que ir –dijo moviendo los boletos en forma de abanico.

- ¡si! –dijeron todos.

-llamare un taxi –hablo Luana.

-no es necesario, Evan trajo el auto de su padre.

-está bien.

-vámonos –dijo Lían, para luego salir junto a Luana.

-voy en seguida –hablo Elisabeth, pero antes de que subiera el primer escalón, Evan tomo su mano.

-se hace tarde –la llevo a la salida, cerrando la puerta tras de él. Ella se soltó un tanto enojada y camino al auto.

Lían y Luana se subieron en la parte trasera del auto, Elisabeth en el copiloto, y Evan en el piloto. Ya iba medio camino, Lían y Luana hablaban en susurro entre ellos. Evan había colocado algo de música, pero él y Elisabeth iba en completo silencio, a veces la miraba por el rabillo del ojo, ella tenía su mirada en la ventana, observando el paisaje.

-lo siento –soltó, ella lo miro confundida –parecía importante lo que tenías que hacer.

Hizo una media sonrisa.

-ya no importa, puedo hacerlo en otro momento.

-lo de anoche, lo siento –sus mejillas reflejaron un rojo vivo. Se cubrió su cara con sus manos evitando que viera su sonrojo.

-estabas ebrio –dijo en susurro.

Él asintió con una sonrisa al ver su sonrojo. No volvieron a cruzar palabra durante el recorrido.

- ¡llegamos! –grito Lían al ver las enormes maquinas en el parque.

Bajaron del auto y entraron. Decidieron escoger de los juegos de mayor adrenalina al de menor adrenalina. Entonces iniciarían con la montaña rusa y terminarían en la rueda de la fortuna, dándose un espacio para comer algo. Y así fue, fueron a diez atracciones, algunas muy divertidas, otras muy aburridas, pero la que más les llamo la atención fue la casa del terror, sus personajes parecían muy reales, y la casa daba escalofríos.

Al final del día fueron a la última atracción, la rueda de la fortuna, en cada vagón iban dos personas, así que, Lían y Luana subieron primeros y, luego Evan y Elisabeth.

La rueda empezó a dar vueltas lentamente, podían ver cómo iban subiendo y las personas se las veía pequeñas, pero también pudieron observar el paisaje de un atardecer y lo iluminada que se colocaba la ciudad. Ya iban por la segunda vuelta, en un completo silencio, se encontraban en la parte más alta. De repente se paró. Elisabeth se agarró de una baranda y miro hacia abajo asustada. Evan sonrió burlón.

- ¿estas asustada? –ella lo miro fulminante.

-no es momento de burlarte –hizo una mueca y miro hacia abajo, al parecer había una falla mecánica menor.

Evan miro a Elisabeth, parecía realmente asustada, así que intento pensar como calmarla, pero nada se le ocurría, hasta que recordó algo.

-esto me recuerda algo –Elisabeth lo miro dudosa –tenía diez años, había insistido mucho a mi madre a que me trajera a un parque como estos, pero ya la conoces, es muy miedosa –ella asintió –por nada del mundo quería traerme, hasta que mi padre decidió traerme. Me subí en ciertas atracciones con él, hasta que llego mamá muy enojada y regaño a papá –una pequeña risa se le escapo.

Parecía que funcionaba, Elisabeth estaba menos tensa, tenía toda la atención en él. Eso lo tranquilizaba, pero a la vez sentía un nerviosismo inexplicable.



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En el texto hay: emociones, amor juvenil, amistad amor

Editado: 27.04.2020

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