La otra cara de la luna

CAPITULO 15.

Evan y Elisabeth se quedaron sentados en el patio de la casa, mirando la hermosa noche estrellada. Evan estiro su mano a Elisabeth sin decir palabra alguna. Ella lo miro con duda.

-tómala –dijo Evan, Elisabeth lo pensó unos minutos y la tomo.

En cuanto Elisabeth tomo la mano de Evan, él se paró y halo a Elisabeth, parando también a Elisabeth y llevándola a la salida.

- ¿A dónde vamos? –dijo Elisabeth con curiosidad.

Evan sonrió –ya verás.

Esas dos palabras hicieron que ha Elisabeth le recorriera una adrenalina por todo su cuerpo, haciéndola sonreír. Subieron al auto del padre de Evan y arranco. No dijeron palabra alguna durante el recorrido. Elisabeth sonrió, teniendo vagos recuerdos del lugar secreto.

- ¿el muelle? -pregunto Elisabeth en cuanto llegaron.

-ese mismo –bromeo Evan –vamos.

Salieron del auto, las calles estaban iluminadas, al otro lado del puente se podía ver las otras casas. Evan tecleo algo en su teléfono y fueron al puente. Las personas pasan con sus parejas o paseando sus perros. Miraron el rio, se veía el reflejo de la luna y las lámparas de la ciudad.

-toma –dijo Evan, Elisabeth lo miro con duda, pero los tomo.

Eran pequeñas piedritas que Evan había recogido en el camino. Él fue el primero en lazar la pequeña piedra, Elisabeth observo el rio, viendo como la pequeña piedra hacia ondas en el agua.

-creo que, puedo hacer que salte –dijo Evan, Elisabeth lo miro curiosa.

-hazlo.

-después de ti –ella sonrió y la tiro.

Evan tiro la siguiente fallando en el intento de hacerla rebotar –tal vez a la próxima.

-está bien.

La volvió a lanzar, fallando definidamente –¡augh! –escucharon un gemido - ¿Quién ha sido?

Elisabeth abrió la boca sorprendida, mientras Evan se mordía el labio inferior preocupado, no contaban que alguien estuviese en el rio pescando o tal vez dando un recorrido a estas horas.

- ¡lo siento! –grito Evan avergonzado. Elisabeth se tapó la boca, intentando contener su risa.

Evan tomo la mano de Elisabeth y salieron corriendo de ahí. Cuando estuvieron lo suficiente lejos, caminaron tranquilos, soltando alguna que otra risilla.

-espero que este bien –dijo Elisabeth.

-espero que si –hablo Evan –te tengo una sorpresa.

Fueron hasta donde dejaron estacionado el auto del padre Evan, se apoyaron en el capo de este. Evan soltó la mano de Elisabeth, saco su teléfono y tecleo. Luego tomo otra vez la mano de Elisabeth, pero esta vez entregándola con la suya.

- ¿Qué pasa? –dijo Elisabeth curiosa.

-espera –dijo Evan sin dejar de mirar al frente.

De repente del otro lado del puente empezaron a salir fuegos artificiales al cielo, al llegar a lo más alto explotaban y formaban una flor. Elisabeth se sorprendió y sonrió.

-felicidades – dijo Evan.

- ¿lo hiciste tú? –Evan asintió -gracias –sonrió Elisabeth. Se acercó a Evan hasta rozar sus narices, estaba nerviosa, miro los ojos de Evan por un instante, esos ojos marrones que le encantaban, cerro sus ojos y rozo sus labios. Se quedaron así unos segundos, hasta que Evan empezó a besar lentamente a Elisabeth, siendo correspondido por ella, un beso dulce y delicado. Elisabeth fue rompiendo el beso y se separó lentamente, miro por un instante a Evan, y luego bajo su cara avergonzada, Evan sonrió por la acción de Elisabeth.

Después de unos minutos los fuegos artificiales dejaron de aparecer. Al parecer algunas personas se habían detenido a ver la pequeña función.

- ¿nos vamos? –dijo Evan, Elisabeth asintió.

Evan arranco devuelta a casa de Elisabeth. Ella coloco algo de música de la radio y empezó a tararear las canciones, estaba feliz. Al llegar a la casa de Elisabeth, Evan se estaciono y apago el motor.

-gracias, ha sido muy especial esta noche –dijo Elisabeth con una sonrisa en los labios.

Evan iba hablar, pero Elisabeth lo interrumpió con un rápido beso.

-me encanto –dijo Elisabeth, para luego bajar del auto –hasta el domingo.

-hasta el domingo –sonrió Evan.

Elisabeth se quedó en la puerta de su casa hasta que Evan se fue. Y este se fue con una sonrisa boba a su casa.

. . .

El domingo en la mañana Lían fue muy temprano a casa de Elisabeth, recorrió las cinco cuadras que quedaba de su casa a la de Elisabeth con una sonrisa y sus audífonos puestos, iba vestido con ropa deportiva, una sudadera negra, un buzo gris y tenis blancos. Toco el timbre esperando que alguien abriera.

-Lían, es muy temprano –dijo Elisabeth, abriendo la puerta.

-pero estas casi lista –dijo Evan en broma.

-entra –dijo Elisabeth haciéndose a un lado para que entrara Lían.

-Hola Lían –saludo Charlotte con una sonrisa.

-señora Charlotte –saludo Lían, Elisabeth corrió a su habitación a terminar de arreglarse –voy a ver qué sucede.

-ve, y controla a esa loquilla –se burló Charlotte, haciendo reír a Lían.

Lían subió al segundo piso y entro a la habitación de Elisabeth, estaba vestida con un vestido rojo de puntos blancos de tirantes que le llegaba un poco más arriba de sus rodillas, unos botines negros, y debajo del vestido llevaba una camisa de magas blanca.

-si te arreglas demasiado, no te dejare salir –dijo Evan, mientras miraba desde la puerta.

-no puedes prohibirme nada –dijo Elisabeth mientras se aplicaba un labial de color cereza, mirando a Lían a través del espejo.

-soy tu hermano mayor, pequeño fantasma –dijo Evan con una sonrisa.

Elisabeth hizo una mueca, intentando ocultar su risa. Su cabello lo llevaba suelto, y sus ojos llevaban una sombra rosa pastel.

Lían y Elisabeth salieron de la casa de ella, caminaron hasta la casa de Luana, ella ya estaba en el marco de la puerta esperándolos. Luana llevaba un crop top de mangas amarillo, con un short corto negro, y unos botines negros; su cabello lo llevaba recogido, sus ojos tenían unas sombras amarillas.



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En el texto hay: emociones, amor juvenil, amistad amor

Editado: 27.04.2020

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