La otra cara de la luna

CAPITULO 18.

Una larga semana había pasado, en la que Elisabeth no había tenido una agradable conversación con Evan, escasas veces lo había visto en la universidad a lo lejos, con Monserrat; sentía celos, pero solo era su amiga, no tenía por qué reclamar.

Elisabeth estaba sentada cerca del estadio, viendo el partido de futbol a lo lejos, mientras bebía un té helado. No le agradaba aquel juego, pero disfrutaba el aire fresco y poca fluidez de personas que pasaba por ahí.

-Hola –escucho una voz delicada. Elisabeth alzo su mirada, de donde provenía aquella voz.

-Monserrat, hola –saludo Elisabeth con una sonrisa falsa.

- ¿puedo? –dijo Monserrat refiriéndose a sentarse a su lado, Elisabeth asintió –vaya vista, ¿te gusta el futbol?

-no, solo vengo por aquí es tranquilo –respondió Elisabeth, Monserrat miro a su alrededor.

-tienes razón.

- ¿buscas a Evan? –pregunto Elisabeth, Monserrat hizo una mueca pensativa –no lo veo hace un tiempo.

-lo sé –sonrió Monserrat orgullosa –él ha estado conmigo.

Elisabeth hizo una mueca e ignoro las palabras de Monserrat, pero ella prosiguió.

-te busco a ti –Elisabeth la miro con cierta duda –quiero hablar contigo.

- ¿sobre qué? –pregunto Elisabeth con desconfianza y duda.

-eres muy cercana a Evan –Monserrat hizo una pausa, paso su mirada al estadio y voy hablar –su cumpleaños es en tres semanas, quisiera darle algo realmente significativo para él.

- ¿y? –dijo indiferente Elisabeth.

-necesito tu ayuda, tú debes saber qué es lo que realmente le gusta a Evan.

Elisabeth frunció el ceño, estaba celosa. Suspiro.

-no lo sé, deberías averiguarlo –dijo Elisabeth cortante.

Se levantó de donde estaba sentada, tomo sus cosas, lista para irse. Cuando estaba unos centímetros lejos de Monserrat, ella tomo la palabra.

-me gusta Evan –dijo Monserrat, Elisabeth se sorprendió parando su paso, se quedó de espaldas intentado asimilar las palabras de Monserrat –me parce que hacemos una pareja perfecta, ¿no lo crees?

Elisabeth se mordió el labio inferior conteniendo su rabia, sus ojos estaban cristalinos y, sus manos le temblaban.

-si estas segura –dijo Elisabeth, apretó sus manos haciéndolas puños y se fue.

Monserrat sonrió con malicia mientras veía desaparecer a Elisabeth. Quería conseguir lo que deseaba, ella deseaba tener a Evan a su lado, desde la primera vez que lo vio.

. . .

Elisabeth estaba en una cafetería, mirando a través del cristal las personas y automóviles que circulaban las calles, el sol empezaba a ocultarse y la luna empezaba a ser presencia. Ella bajo su mirada a su café, le iba dar su primer sorbo, pero se detuvo al ver que, al otro lado del cristal, alguien coloco su mano delicadamente, ella alzo su miraba, observando de quien provenía aquella mano, Evan sonrió dulcemente, ella le devolvió la sonrisa bajando su mirada. Evan entro a la cafetería.

-hola –saludo Evan con una sonrisa.

-hola –respondió Elisabeth - ¿quieres uno? –dijo refiriéndose al café, Evan lo dudo un momento.

-está bien, pero yo lo pago.

-no, yo invito.

-pero…

-no insistas, me enojare contigo –dijo Elisabeth con un tono serio, Evan sonrió.

-está bien, la próxima yo invito –ella asintió y fue por otro café.

Elisabeth volvió con un americano, se lo dio a Evan, para luego salir de la tienda. La noche se hizo presente y con ella las estrellas que la acompañaban.

-no te había visto en días –dijo Elisabeth con un tono triste.

-lo siento –hablo Evan con sinceridad –acompañaba a Monserrat a conocer la ciudad.

Elisabeth asintió lentamente.

-pero te extrañe –dijo Evan, Elisabeth lo miro a los ojos y sonrió.

-yo también lo hice –Evan sonrió.

Caminaron en silencio disfrutando la compañía del otro, tal vez no necesitaban hablar mucho, solo necesitaban mirarse a los ojos, intercambiar miradas, sonrisas, escuchar su voz, y sentir el calor del otro.

Después de caminar tres cuadras, llegaron a la estación de buses, Elisabeth se detuvo ahí.

-me quedo aquí –dijo Elisabeth con una sonrisa. Evan miro a su alrededor, había unas cuantas personas esperando el autobús.

-te llevo a casa –dijo Evan, Elisabeth lo miro dudosa, pero Evan no la dejo discutir.

Evan tomo la mano de Elisabeth y la jalo, para llevarla hasta donde tenía su motocicleta. Elisabeth no forcejeo, solo se dejó llevar. Al llegar Evan soltó la mano de Elisabeth, tomo unos de los cascos y se lo puso a Elisabeth.

-para tu seguridad –dijo Evan con una sonrisa. Él tomo el otro casco, se lo puso y se subió a la motocicleta –sube –ella sonrió, y se subió, colocando sus manos alrededor de la cintura de Evan, se sentía protegida.

Al llegar a casa de Elisabeth, ella se bajó lentamente de la motocicleta y se quitó el casco, Evan hizo lo mismo, pero sin bajarse de la motocicleta.

-gracias por traerme –dijo Elisabeth, Evan asintió con una sonrisa - ¿quieres pasar un momento?

Evan lo dudo, no estaba muy seguro.

-Maite pregunta mucho por ti últimamente, pero mentiré por ti, le diré que la extrañas –dijo Elisabeth decepcionada al ver la reacción de Evan –ve con cuidado.

Elisabeth dio la vuelta para ir a casa, pero Evan fue más rápido, le tomo la mano y la jalo hacia él, para luego besarla.

-entrare a saludar –dijo Evan con una sonrisa, Elisabeth sonrió con sus mejillas sonrojadas.

Elisabeth tomo de la mano a Evan y fueron hasta la casa, ella saco sus llaves y entraron.

-¡¡¡EVAN!!! –se escuchó el fuerte y alegre grito de Maite.

. . .

-Monserrat, ¿por aquí? –Monserrat miro alrededor de la cafetería, sonrió con malicia al ver a la chica que la llamo, se acercó a ella.

-Nora –saludo Monserrat y se sentó enfrente de ella.

Nora es una chica de estatura pequeña, delgada, de cabellos azabaches y corto, con un fleco, su cara era alargada, de nariz respingada, ojos grandes de orbes grises, que llevaban unas gafas de grande pasta, sus cejas eran abundantes y curvas, sus pestañas cortas, su piel blanca, y sus labios pequeños y delgados. Ella era la vieja conocida de Monserrat.



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En el texto hay: emociones, amor juvenil, amistad amor

Editado: 27.04.2020

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