El día que me encontré a Leo estaba nublado, yo me encontraba camino al trabajo en la cafeteria, él estaba en la puerta de un edificio, fumando un cigarrillo, tenia un jean negro desgastado y una campera negra con un estampado de calaberas desgastadas, crusamos miradas, no se si él me reconoció pero yo lo hice al instante.
Nos conocimos en secundaria, íbamos al mismo curso, nuestros apellidos se disponían uno detrás del otro en la lista de alumnos y siempre nos tocaba hacer grupo en proyectos o en excursiones, además siempre íbamos juntos a la parada del bus, yo me tomaba el que iba hacia el sur y él se tomaba el que iba hacia el norte. Congeniabamos muy bien, con él las cosas siempre resultaban cómodas, podía hablar sin pensar que lo estaba aburriendo, compartimos nuestros gustos sin miedo a que el otro juzgara, porque siempre hubo respeto entre ambos. Me sentía segura a su lado.
Fue en tercer año de secundaria, cuando me di cuenta que me gustaba, estábamos saliendo de la escuela cuando entra una llamada al teléfono celular de Leo, era su padre.
Llegamos corriendo a la puerta del hospital, Leo estaba irreconocible por la preocupación, el llamado decía que su hermanito había sufrido un accidente, que estaba bien, pero no nos aclaró que había sucedido con exactitud, al entrar, Nano estaba en una camilla en la sala de espera, con la muñeca vendada, se notaba que había llorado, pero al ver a Leo le cambió la expresión y le dedicó una sonrisa, Leo casi corrió a abrazarlo.
–Hey campeón ¿Estás bien? me preocupé mucho –dijo Leo con Nano aún en sus brazos.
–Estoy bien, solo me caí y me empezó a doler mucho la mano.
–¿Alguien te empujo? Porque si alguien te estaba molestando voy a ir a la escuela y…
–Estaba en el patio de juegos y se resbaló, nada más pasó Leo, calmate –Lo interrumpió su padre.
–Hola pa.
–Hola hijo.
–¿Y mamá?
–De camino.
Durante las horas siguientes en el hospital Leo estuvo jugando con Nano, hablándole y tranquilizandolo, diciéndole que en unas semanas iba a estar sano nuevamente. Los tres hablamos de sus cosas favoritas, hasta que el doctor vino para darlo de alta. Al volver a casa Leo no se despegaba de él y yo de camino a mi casa en el autobús, aún sorprendida por conocer ese lado de Leo que no había visto antes, me preguntaba si algún día alguien se preocuparía así por mí, me interesó saber si él particularmente lo haría y me descubrí queriendo que lo haga, quería que me cuide no solo como amiga sino como algo más.
Me tomó unos días entender mis sentimientos, en parte porque era la primera vez que los sentía de esa manera y en parte porque, al fin y al cabo, éramos amigos y dentro mío sabía que no debía arruinar eso, aunque uno no puede evitar el destino.
En el último año, lo descubrí fumando a escondidas en uno de los baños, lo estaba buscando porque me había evitado todo el dia, y ya que no lo había visto en todo el descanso y éste ya casi terminaba, decidí dirigirme al baño de muchachos por si me encontraba con él al salir, al no ver nada pero escuchar sonidos dentro decidí entrar, lo encontré inclinado frente a la pared, al lado de una ventana para que el olor no lo delatara.
–¿Qué carajos? ¿Desde cuándo fumas? –dije sorprendida.
–Desde que tengo ganas –respondió cortante.
–¿Estás bien? Porque estuviste raro todo el día.
–Mis padres –Me quedé callada esperando que siga hablando. –Se van a divorciar, ayer fue todo un caos en mi casa, lo único que hacen es pelear por quien se lleva aquello y quién se queda lo otro, pronto nos meterán a Nano y a mi en una caja y echarán un dado para decidir con quién se queda cada uno.
–Lo siento, en qué momento lo decidieron, no sabía nada.
–No te dije, no le dije a nadie, no quiero que me traten distinto, no quiero que me miren como tú lo haces ahora –me dijo mirándome mientras le daba una calada al pucho.
Dirigí mi mirada al suelo y escuché cómo Leo soltaba una risita por el triunfo de tener la razón.
–Intenta pensar que es lo mejor, para ellos y para ustedes, siempre decías que se la agarraban contigo y. –paré de hablar ya que hizo un bufido de irritación–. Perdón, solo quiero ayudarte a sentirte mejor.
Me quedé parada ahí, frente suyo, mirando por todos lados, incómoda, esperando no se que, no quería irme, alejarme de él, a los segundos se le suavizó la expresión y con un tono irritado y arrepentido dijo:
–Lo se, por eso estuve evitandote, estoy de mal humor y no quiero pagarla contigo, vuelve a clase, yo ya voy. –Abrí la boca para decir algo pero no me salió nada, solo me quedé ahí unos segundo más y me fui. No me gustaba verlo así, entendía su preocupación y las peleas, no solo él estaba en el medio sino también su hermanito, no sabía cómo ayudarlo, por eso le dije que sí a ir a esa fiesta, solo por eso, si ayudaba a que dejara de lado sus problemas por lo menos por unas horas, le iba a decir que si a todo, aunque yo no sabía que aquel día se iba a arruinar todo.