La parada del bus

Parte 3/4

La vi incluso antes de que ella lo hiciera, desde que cruzó la calle ya sabía quién era. Hacía tanto que no la veía, la escaneé de arriba a abajo, siempre había sido preciosa y ahora estaba más linda que nunca, vestía con una remera manga corta blanca con una estampa de flor de loto en el centro, una campera de hilo negra que le marcaba su figura al pegarse al cuerpo y unos jeans celestes con zapatillas blancas un tanto gastadas, cuando me vio tuve que disimular un poco, no se si lo habré hecho bien, parecía un niño viendo a Papa Noel por primera vez.

A mis quince años me transfirieron de escuela, nunca se lo dije a nadie pero la razón por la que me transfirieron fue por mis padres, peleaban todo el tiempo y un día una vecina de nuestro antiguo vecindario escuchó como mis padres tenían una discusión muy fuerte, llamó a la policía porque sabía que había niños en casa. Mis padres para cuidar las apariencias y muy ofendidos por lo ocurrido dijeron que nos mudariamos y sin tiempo para despedir a nuestros amigos nos fuimos de aquel vecindario. El nuevo quedaba al otro lado de la ciudad, al norte, ésto hizo que no me quede opción que cambiarme de escuela, por suerte me adapté muy rápido, en parte, porque en clase nos obligaban a hacer trabajos en grupo respetando la lista de alumnos propuesta de forma alfabética, por otra parte, gracias a Sara, fue así como la conocí, me correspondía con ella en todos los trabajos grupales y salidas extraescolares. Creo que fue obra del destino, nosotros congeniamos muy bien apenas conocernos, no solo nos divertíamos mucho sino también hablábamos mucho, no teníamos miedo de nada si estábamos los dos juntos. Recuerdo como si hubiera sido ayer el día que me comenzó a gustar, era mediados de invierno, mis padres se habían ido de viaje de negocios, Nano y yo nos quedamos al cuidado de mi tía, ella trabajaba en un hospital y apenas tenía tiempo de llamar para preguntar cómo estábamos. Nano se quedaba en casa de un amigo que vivía en frente de nuestra casa y yo me quedaba solo en casa hasta que ella llegara a la hora de la cena. Un día me desperté con mucha fiebre y dolor muscular, mi tía ya se había ido a dejar a Nano en su prescolar y de allí iría al trabajo, no fuí a la escuela, me dormía y despertaba cada pocos minutos, no tenía sentido del tiempo y parecía no mejorar, en eso escucho que suena el timbre de la casa, no sabía qué hacer y necesitaba ayuda, así que como pude bajé las escaleras, porque sea quien sea la persona al otro lado de la puerta podría ayudarme, aunque sea un poco, cuando abrí la puerta ahí estaba, abrigada hasta las pestañas, una bufanda gruesa y color azul marino le tapaba casi toda la cara, cuando la vi parecía un ángel. Había venido a mi casa porque estaba preocupada porque no le respondía los mensajes ni las llamadas, algo que en mí no era normal. Se dió cuenta al instante que su amigo estaba en las últimas, no se cómo habrá estado mi cara pero creo que muy mal. Me llevó a la bañera del cuarto de baño y abrió el agua fría, me dijo que me desvista y desapareció dejándome solo, luego me enteré que estaba cambiando las sábanas de mi cama. Al rato volvió con un par de toallas y me ayudó a envolverme en ellas, yo me sentía mejor y un poco más espabilado, estaba recién comprendiendo que ella estaba en mi casa, me llevó a la habitación y me ayudó a secarme.

–Sacate eso mojado –dijo haciendo referencia a mis pantalones mojados.

Los dos cruzamos miradas y ahí entendí que estaba semidesnudo frente a ella, así que de forma torpe la empujé haciendo que caiga en mi cama.

–Date la vuelta –dije con un tono tímido.

Me hizo caso, se levantó con un suspiro pero aguantando la risa y se fue hacia la puerta dándome la espalda, ella había pensado en todo, había dejado ropa seca sobre la cama.

–Ya puedes darte la vuelta.

–Metete a la cama, tapate bien –me ordenó mientras sacaba unas pastillas de su mochila. –Mi madre me las da por alguna emergencia, ayudan a bajar la fiebre –explicó.

Una vez tome las pastillas se quedó a mi lado junto a la cama haciéndome preguntas que no recuerdo y hablándome del dia en la escuela, me quedé dormido, pero cada tanto despertaba por unos segundos, ella seguía ahí cada vez, y cada tanto me decía que beba un poco de agua.

Me desperté, estaba un poco entumecido y me dolia mucho el cuerpo, creo que por tanto temblar de la fiebre, poco a poco fui despabilado y recordando lo que había pasado, miré por la ventana, era de noche, no sabía cuánto había dormido, al lado de mi cama me encontré con una nota que decía “dejé algo de sopa en la cocina, calientala y comela”. Bajé las escaleras y me encontré con mi tía en el sillón viendo unos papeles.

–Hey, ¿Te sientes mejor? –dijo cuando me vio –Dormiste todo el día, cuando llegué me encontré a tu amiga Sara, me dijo que estabas enfermo, se ve que te cuidó bien, cuando subí a verte ya no tenías fiebre y dormías como un bebé.

–Ah – dije –¿Hiciste sopa? –pregunté.

–No, fue Sara, cuando llegué ya estaba hecha, pensó que te haría bien.

–Ah –dije de nuevo y me dirigí a tomar un tazón.

Esa noche en mi cama, un poco mejor y recordando lo que había pasado, entendí que ella no se alejó de mi lado hasta asegurarse que yo estuviera bien, hasta me hizo sopa. Quería sentir eso de nuevo, sentir eso de nuevo viniendo de ella.

Al día siguiente, al llegar a la escuela y encontrarme con Sara, no podía dejar de pensar en sus manos tocando mi rostro; fijándose que estuviera seco; de ella acercándose a mi oreja y preguntándome si me sentía bien. Siempre nos cuidamos mutuamente, pero esta vez era distinto, ahí entendí que Sara me gustaba.



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En el texto hay: #drama, #destino, #romancefallido

Editado: 13.02.2025

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