la parca tambien tiene sentimientos

capitulo 1

Para Gregorio Albatruan ya era un hábito olvidar sus pertenencias en el lugar de trabajo. Aquella mala costumbre tan característica de su familia y de él mismo, hizo que perdiera a la vista los trabajos que debía revisar en casa.

Con la mente en las nubes, el hombre de estatura alta y piel trigueña se dispuso tomar rumbo hacia su casa en medio de la neblina que comenzaba a disiparse lentamente, pero la lluvia aun caía fuertemente en las iluminadas calles de la hermosa capital de Antioquia donde la gente corría de un lado a otro para escamparse.

En medio de la marcha, el hombre de cabellera y barba descuidada sintió un leve escalofrío en su cuerpo y recordó aquellos papeles guardados con cuidado bajo llave en su oficina. El abogado revisó con prisa el reloj de bolsillo que llevaba colgado en su cintura y notó que eran casi las ocho de la noche, pensando que era demasiado tarde para recoger los documentos depositados en su gaveta de madera de puerta rechinante, dividida en tres secciones, los cuales usaba meticulosamente para organizar sus archivos.

Esa noche Gregorio estaba esperando la llamada de su madre quien vive en Francia desde hace mucho tiempo, el abogado frenó en seco y con prisa se esculcó los bolsillos de su desgastada chaqueta negra y de su pantalón azul para buscar el celular donde se encontraba guardado el número de su madre, pero cuando dirigió sus manos hacia los orificios, tan solo encontró algunos trozos de papel con apuntes de su trabajo y algunos números que no tenían gran importancia. 

Al abogado de cuarenta y dos años no se le quedaba la cabeza en esa pequeña oficina cerca al parque de los pies descalzos porque la tenía bien puesta, sin mencionar que además de ser una persona distraída, tenía un problema de nerviosismo que se contemplaba en sus manos temblorosas y en su corazón que comenzaba a latirle arrítmicamente.

Aún más la irregularidad del corazón se le hacía incalmable para el señor abogado que había dedicado toda su juventud al estudio y a la búsqueda de libros antiguos relacionados con la música clásica o a su pasión por el tango. Ese inquietante latido de su corazón hizo que la paciencia del abogado comenzara a derrumbarse, de modo que salió del carro para fumarse un cigarrillo mientras pensaba lo que debía hacer.

Al terminar el primer cigarrillo, Gregorio tomo la decisión de dirigirse rápidamente hacia la oficina, su afán se debía a que en esa noche lo esperaban en casa dos anheladas visitas. Aquellos invitados eran su ex-esposa Amanda Suárez y su hija Fernanda la cual recién llegaba, ese mismo día, de Estados Unidos porque ya había terminado el penúltimo semestre de contaduría y se propuso viajar en las vacaciones antes del fin de año para compartir las festividades que no había podido disfrutar desde su partida al exterior.

Cuando se dispuso a tomar rumbo a la oficina, el abogado escuchó un sonido en el interior del carro, luego de realizar una larga búsqueda entre los papeles del asiento trasero, el abogado encontró el celular donde se contemplaba un mensaje de un número internacional cuyo contenido decía:

"Hijo mío espero que llames pronto...”

Atónito por el mensaje, Gregorio busco en la agenda del celular el número de su madre, pero no lo encontró, entonces se acordó que el número no estaba guardado en ese dispositivo, sino que lo tenía guardado en su agenda personal, la cual también se encontraba en su oficina.

Ofuscado por aquel mensaje, el abogado prendió el carro y partió hacia su destino mientras recordaba a su madre. Susan Albatruan, como se llamaba la madre de Gregorio, era una mujer que sabía tener las metas fijas; su título como filósofa en París ganó el reconocimiento de sus allegados por ser la única profesional de la familia.

Dominaba el francés, mejor que el castellano porque ella había vivido desde los tres años con su tío Antoine, un hombre amante a la administración de empresas y que le ofreció mejores comodidades en Francia donde la niña creció con una buena educación tan diferente a la que sus padres jamás les habrían podido ofrecer.

Aunque Susan era reconocida en su trabajo y su vida era buena, a los pocos años quiso indagar sobre sus raíces, y descubrió en la investigación cómo su madre de procedencia humilde se enamoró de un hombre que le prometió grandes cosas y años después la asesinó a punta de golpes en un momento de desquicio.

También se enteró de la morada donde ella había nacido: una choza humilde con pocas comodidades higiénicas, que poco después de la familia mudarse fue extinguida por el fuego en un accidente en el año sesenta y nueve.

Pero aquel negro pasado no la hizo desfallecer ni por un instante por conocer su tierra y al resto de la familia, entonces Antoine después de tanta insistencia por parte de ella, le facilitó el dinero del pasaje y a la semana posterior del viaje la dama de ojos café se dispuso a tomar rumbo hacia su verdadero hogar.




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