la hora pactada de la reunión con el cliente de Gregorio estaba pronto a llegar, y Gregorio se disponía a partir hacia el parque Bolívar cóndor para re-leer con detenimiento el caso y contemplar la hermosa arquitectura de la catedral.
El proceso a resolver se trataba de una conspiración en la cual Fernando supuestamente había sido cómplice del robo de unos televisores en un supermercado de la ciudad. Aquel caso no estaba del todo difícil, pues ya se llevaba 2 años en el proceso y a pasos lentos se estaba comprobando la inocencia de Fernando; pero el caso se detuvo porque el antiguo abogado de Fernando no pudo seguir con el caso por malos acuerdos en sus comisiones, de ese modo, Fernando Suarez acudió a buscar a Gregorio de quien se enteró por buenas referencias de antiguos clientes del abogado.
A las ocho de la mañana Fernando se encontraba en la plaza de Bolívar recién bañado y listo para enfrentar el proceso; allí también estaba Gregorio con los papeles para el juicio y se marcharon al juzgado para continuar el caso que luego de un largo tiempo Gregorio logró convencer al juez de la inocencia de su cliente.
El día en que Fernando se libró de toda culpa, como gesto de agradecimiento invito a comer a Gregorio, Poco más tarde Gregorio se puso un traje más liviano y deportivo, luego se dirigió a la casa de Fernando que vivía en un barrio llamado Aranjuez, un lugar tranquilo donde el viento soplaba a los pocos árboles que había por allí y solo se veía el transito incesante de los buses. Al estar en la puerta de la cómoda morada se dispuso a tocar con fuerza, y poco tiempo después Fernando le abrió la puerta y lo invito a entrar.
Sin perder la conversación con Fernando, Gregorio dirigía la mirada hacia los alrededores para conocer el lugar, lo primero que encontró fue una pequeña alcoba que tenía una cómoda cama y algunos marcos de fotografías antiguas, enseguida de ella se encontraba el comedor, un espacio pequeño pero agradable donde Gregorio tomó asiento en una antigua silla de madera que crujió en el instante de apoyar todo el peso de su cuerpo.
Por un instante Gregorio se encontró contemplando solo aquel lugar ya que Fernando se había dirigido hacia la cocina para servir la comida, poco más tarde apareció Amanda con un traje azul que la hacía ver hermosa a pesar de su cabellera desarreglada y de su leve aroma a perfume que aún se conservaba en su cálida piel.
― ¡Amanda!; qué bueno verte después de tanto tiempo ¿Por qué no tomas asiento?
― Gracias Gregorio ― Respondió― Supe que les fue bien en el caso y quisiera agradecerte por tu ayuda.
Gregorio con un acento tierno le agradeció aquellos reconocimientos y prosiguió con la conversación, en la cual Gregorio le comenzó a contar sobre sus gustos y de sus viajes con cierta picardía para lograr hacerla reír, lo cual fue difícil al principio, pero luego de la larga charla ella fue cediendo la guardia como un cordero manso y siguió la plática con sumo interés, luego de un par de minutos la conversación fue interferida por la llegada de Fernando que se dispuso a servir los platos en la mesa para comer.
No había nadie más en esa ocasión, los padres de Fernando según él, estaban de viaje y no llegarían hasta el martes. Aún era viernes, entonces habría ausencia de las dos voces en la casa, el padre era médico y la madre era veterinaria, ambos amantes de la salud y único motivo que tal vez los unía porque por lo demás eran polos opuestos.
En ese momento Gregorio se dispuso a buscar la compatibilidad con su amada y entonces le fue realizando preguntas indirectas acerca de literatura, música y hobbies, cada una de las respuestas eran escuchadas con cierto desconsuelo, porque a ella no le gustaba mucho leer; sólo escuchaba música de la era y su pasatiempo era el baile, caso contrario del abogado el cual era amante de Shakespeare, de Mozart y su pasión era ser coleccionista de textos poéticos, aun así no perdió la esperanza y con perspicacia le cuestionó:
― ¿Te gustan los poemas?
― Por supuesto, a todas las mujeres les gustan el lado tierno y romántico, solo que lo sabemos disimular, cosa que ustedes los hombres no saben hacer, se dejan llevar de sus instintos como animales salvajes, tan solo piensan en la carne y no en el ser.
― No todos somos así Amanda….
― ¿y Cómo me lo puedes asegurar señor abogado?
― ya es demasiado Amanda― Interfirió Fernando con rudeza― Creo que es mejor que cambiemos de tema
La conversación termino al tope después de la intervención de Fernando y mientras que Gregorio y Amanda comían no quisieron tocar de otro tema, ocasionando un inquietante silencio en el ambiente. Luego de culminar la comida Gregorio se dispuso a levantarse de la mesa y dio los agradecimientos por el delicioso festín, luego se dispuso a ir hacia la cocina hacia la cocina, pero su marcha fue cortada por Fernando que lo obligo a dejar los platos en la mesa.