La Pared

El canario conoce la verdad

Sábado, 15. Fui a su universidad. Quería comprobar si James asistiría al instituto como él y su madre lo habían indicado. De la desesperación, llegué temprano. No estaba abierto el portón de la entrada principal, así que esperé en uno de los asientos de concreto a un lado de la puerta. Busqué el más alejado, me sentía más cómoda; además, no quería que me viera cuando apareciera. Las personas comenzaron a llegar y como se aglomeraron en la entrada, abrieron la puerta. Debido a esa aglomeración, me enteré qué se realizaría un foro de ingeniería. Supuse que James participaría, aunque no entendí por qué mi hermano no asistió. En fin, eso calmó un poco la desesperación y comencé a creer en él. Fue entonces que un leve deseo surgió. Quise verlo, abrazarlo y desearle suerte con sus estudios.

¡Suerte un coño!

Unos diez o quince minutos después, el idiota se bajó de un Elantra rojo que no había visto anteriormente. Me levanté del asiento, emocionada, en el momento en que lo reconocí. Iba corriendo hacia él cuando. De repente, detallé a una voluptuosa y provocativa rubia bajarse de la parte trasera del vehículo. Esta le dio un apasionado beso en los labios y, posteriormente, ingresó se sentó en el asiento del copiloto. Paralizada, miré como el vehículo arrancaba a la vez que James la despedía con una sonrisa de oreja a oreja.

En blanco, completamente en blanco, mi mente se quedó mientras que un Armagedón de emociones se apoderaba de mí.

No es que no lo supiera, algo así lo pensé muchas veces; pero no es algo que se deba esperar de la persona amada, ¿cierto?

Estuve de pie al frente de aquella entrada mientras lo vi ingresar lentamente a la universidad. Las lágrimas salían y salían, creo que no me di cuenta de ellas en mucho rato. Pensaba en qué siempre lo había sabido, las chicas del instituto lo confirmaban. ¿Qué le diría a mi padre si él adoraba a James? Aunque, seguramente, él encontraría una justificación lógica para defenderlo como siempre. ¿Mi hermano sabía? Y si lo sabía, ¿por qué mi hermano no me dijo? ¿Por qué no me advirtió? ¿Qué iba a ser de mí ante tal hecho? ¿Podría perdonarlo? ¿Sería desterrada por él o mi familia? ¿Qué iba a decirle a mi mamá? Posiblemente la verdad, pero ya sabía su respuesta:

— “Hija, el hombre siempre regresa a su puerto; aunque vague por el mundo. Eso nunca va a cambiar”.

Quizás tenga razón. Pero para ellos incluye aguantarle todo. Y mi dignidad como mujer. Cómo en pleno siglo XXI, con tantas tecnologías y avances sociales, todavía existen familias que prefieren las apariencias ante la felicidad.

No sé cómo pude reaccionar pese a las innumerables preguntas que me atormentaron. Sí, lo recuerdo bien, fueron las miradas de los presentes a mi alrededor que me hicieron despertar. Parecían monstruos, con esos ojos tan grandes, oscuros; y esa mirada de muertos buscando revivir. Casi me robaban el alma. No lo sé, pero así me sentí. Invadida, intimidada, como si yo fuera de otro planeta. Intenté moverme, quería moverme. No pude hacerlo. Mis piernas no me obedecían, temblaba. Y fue con mucho esfuerzo que me trasladé al mismo asiento en donde estaba sentada anteriormente. Trataba de no mirar a nadie, pero la presión era tremenda. Esos rostros me recordaban que todavía me importaba lo que pensaran los demás, incluso personas desconocidas. Inhalé y exhalé una y otra vez. Intenté calmarme. En ese estado, aturdida, no llegaría lejos. Y qué más podía hacer. Si llamaba a mi hermano o a mi padre no entenderían. Quién me entendería, no lo sabía. No obstante, si sabía que tenía que tomar el bus. También sabía que no quería llegar a casa. No quería ver a ninguno.

A lo largo de mi vida, aprendí a considerarme como un ave libre como hermosa que había sido encerrada en contra de su voluntad dentro de una amplia jaula con límites que, en cierta medida, eran por mi bien; pero esa vez veía la jaula achicándose. Y palpe la realidad. Yo no era como las demás chicas libres o, quizás; encerradas, pero con voluntad propia. Yo tenía eso, voluntad. De pronto, cortaba esos pensamientos y regresaba James. Tampoco quería pensar en él, no mientras estuviera allí sentada. Seguí respirando profundamente, según recuerdo, hasta que mi cuerpo volvió a la normalidad. Pensé en hacer varias visitas antes de ir a casa, pero en ninguna me sentía cómoda. Excepto con Catherine.

Mi padre la considera una libertina causado por su madre. La vida llevó a la madre de Catherine a ser valiente, cosa que él no entiende. Ella no quiso ser lo que es porque quiso serlo, sino que se cansó de ser la basura de un sujeto que era un lobo disfrazado de cordero. La madre de Catherine cuando esta nació comprendió que no quería darle una vida de sufrimiento a su hija y, aunque sola, supo sobrepasar las dificultades, llegando a convertirse en una diseñadora de moda con su marca y tienda. Puede que sus malas decisiones la llevaron a un despeñadero, porque ella a diferencia de las mujeres de mi familia, tuvo la opción de elegir. Sin embargo, se levantó de ese lugar, piso firme y triunfó. Fue valiente y esa misma valentía la adquirió Catherine. Al principio, ambas no congeniábamos debido a sus pensamientos mujeres iguales o sobre los hombres. Eso me daba miedo. Esa creencia iba en contra de la cultura familiar. Catherine era de esas personas que mi padre odia sin razón. Él solo las odia porque tienen criterio propio y, si me dejaba influenciar por ella, él seguramente me mataría. Irónico, porque yo ya estaba muerta.




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