La Parte Más Dura Es Dejarte

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

 

La tos se oía por todo el piso, pues el lunes Mark había regresado a trabajar aún enfermo

—Nuestras cámaras muestran que ha estado rondando por el edificio varias veces.

Mark suspiró frustrado parecía que Tiffany había perdido la razón, en esos momentos le daba hasta asco pronunciar su nombre.

—Esa mujer no se da por vencida, comunícate con mi abogado y explícale la situación que está violando la orden de alejamiento, para que tengan permiso de detenerla en cuanto la vean en el perímetro.

Su jefe de seguridad asintió y se levantó para retirarse.

— Una cosa más Steve, quiero medidas de seguridad en mi casa, sin que mi mujer se entere y mucho menos los niños —el hombre asintió y salió de ahí, listo para ponerse a trabajar.

Kate entró a dejarle los contratos para ese día, dentro de poco su empresa se expandirá al mercado oriental.

—Siento mucho que Tiffany aún siga rondando

—No es tu culpa Kate.

—Por supuesto que lo es, yo la traje aquí.

Mark se levantó y abrazo a su mejor amiga, él único culpable había sido él, por no poder mantener el pene dentro de sus pantalones.

 

******

 

Mark estaba revisando su contrato con los socios chinos, las transacciones comenzarían dentro de poco, pero su estado no le ayudaba mucho, dentro de poco la cabeza le estallaría.

La puerta de su oficina fue abierta de golpe

— ¡¿Quién carajos abr... —gritó molesto— Ah, eres tú Bianca —la pelirroja estaba en la puerta con expresión confundida.

—Ves, te dije que sí poníamos a Bianca primero él no gritaría —las gemelas salieron de detrás de su amiga y entraron a la oficina, cuando Bianca se recuperó de la confusión de ser arrojada a la oficina entró y cerró la puerta.

— ¿Qué hacen aquí? ¿No tienen a quien molestar? —les preguntó a sus rubias hermanas.

—Muy gracioso hermanito, pero queríamos hablar con ustedes, faltan dos meses para el cumpleaños siete de los niños y queremos ver si tienen planeado algo. Tenemos que comenzar ya. Además, que un día antes es el de mamá.

—Yo no había pensado mucho ¿Tu Mark?

Pero el rubio estaba perdido imaginándome el primer cumpleaños con sus hijos, después de seis años, podría compartir ese maravilloso día con ellos.

— ¿Mark?

— ¿Mark?

— ¡¡MARK!! —miró a las dos rubias frente a él, Bianca lo miraba divertida.

—Tal vez una gran fiesta en la casa con sus compañeros y la familia.

A las gemelas les gustó la idea y comenzaron a organizar todo, Bianca sólo lo observaba, era como si le leyera el pensamiento, estaba imaginando el cumpleaños de los niños.

 

******

 

Esa misma tarde estaban cenando todos en silencio, ya se estaba volviendo costumbre entre ellos.

— ¿Ustedes no se quieren? —Mark y Bianca miraron confundidos a sus hijos.

— ¿Por qué lo dices princesa? —pregunto Mark.

—Pues están siempre lejos, no como los demás papás y nunca se dan besitos —Mark y Bianca se miraron los dos estaban sentados en los extremos de la mesa, mientras Andrew y Amber del lado izquierdo.

—Claro que nos queremos, pero no todos los papás son iguales —la niña los miraba con el ceño fruncido, era increíblemente parecida a Bianca con aquella mueca, era obvio que no la convencían las palabras de su madre.

En automático Mark y Bianca se sentaron frente a sus hijos, uno junto al otro. Amber sonrió al ver a sus padres juntos, no entendía porque siempre estaban lejos sí se la pasaban mirándose.

— ¿Papi? —la pequeña pelirroja usó su tono más dulce— ¿Le puedes dar un besito a mamá?¿Por fis?

Los dos adultos se habían quedado congelados ¿habían escuchado bien? Su hija comenzó a hacer pucheros. Mark miró a Bianca, pero ella estaba mirando a su hija, el rubio tragó saliva antes de acercarse a ella, su aroma lo golpeó, seguía oliendo igual de delicioso, la piel de su mejilla se veía tersa y cuando posó sus labios sobre ella sintió su suavidad.

Mark sintió cómo se tambaleaba todo su mundo, era lo más cerca que había estado de ella, desde que regresaron.

Bianca tuvo que utilizar todas sus fuerzas para no sonrojarse.

— ¿Mami?

Bianca supo lo que su hija quería he hizo lo mismo que Mark, sintiendo exactamente lo mismo.

—Gracias, se ven muy lindos —sus hijos sonrieron y regresaron a la cena, donde los dos adultos trataban de aligerar el ambiente.

Andrew chocó su mano con la de su hermana por debajo de la mesa y después tacho su libreta. 

 

 

 




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