Holaaaa
Antes de leer:
Punto 1. Es el libro dos de la saga hermanos de sangre, pero puede leerse totalmente separado.
Punto 2. Por ahora tendremos una o dos actualizaciones por semana, tengo la historia muy adelantada así que eso es ventaja.
Punto 3. Van a amar a nuestro Rey.
Punto 4. Disfruten de una historia más que sale de mi corazón para ustedes.
Drystan
El avión aterrizó en nuestro aeródromo privado. Me puse de pie enseguida, limpiando unas pelusas invisibles de mi americana, pero no era más que por el hecho de que estaba muy nervioso.
Acababa de salir de una competencia de polos cuando recibí un llamado de mi padre, me exigía volver a casa inmediatamente. Le dije que no podría ya que tendría otras competencias durante la siguiente semana, sin embargo, insistió en que era una orden, que me quería allí a la mayor brevedad, y aunque no era de acatar del todo las ordenes de mi padre por muy soberano que fuera, es probable que lo que me tuviera más allí fuera más la intriga de saber porque exigía mi presencia con tanta premura.
Observé el lugar en el cual crecí.
No era recordado por tener un buen comportamiento.
Siempre me comporté como quise. Enfurecía a los reyes y a toda la nobleza, por supuesto. No me tenían en buen estima allí. Durante muchos años había sido conocido como el hijo rebelde del rey. Estaban agradecidos de que no fuera el heredero al trono. Kiran, sin embargo, era el mejor ejemplo de lo que debería ser el futuro rey. Su comportamiento siempre intacto, hablaba por sí solo. No tenía dudas de que haría un magnífico trabajo.
—¡Drystan! —mi hermana Erinne cayó sobre mí en cuanto me vio entrar en esa enorme sala, decorada con cuadros de nuestros ancestros, cuyo suelo estaba cubierto con alfombras que tenían incrustaciones de oro y pequeños diamantes. Cuadros que valían, cada uno, la fortuna con la cual podría vivir un par de meses una pequeña población. Además de eso, las lámparas entre otros adornos exclusivos que valían millones y millones de libras. —¡Qué bueno es que estés aquí!
—Es bueno verte a ti también, Erinne —deposité un beso sobre su cachete.
—Ojala no solo vinieras a casa cuando el rey te hace llamar, porque te extraño mucho —hizo pucheros.
Desorganicé su cabellera.
—Se me dificulta venir porque casi siempre estoy ocupado. Ser un jugador de polos exige mucho.
Ella se cruzó de brazos, enojada, aunque se veía adorable.
—Eso no es excusa para dejar a tu hermana pequeña abandonada, Drystan.
Reí.
—No seas exagerada, que al menos no puedes quejarte de que no te marque casi todos los días porque lo hago.
Inspiró.
—Sí, claro, como si una llamada de cinco minutos diaria porque siempre tienes entrenamientos, competencia o cualquier tontería, me hubiera hecho sentir tu calor alguna vez. Abandonas a tu hermana menor y punto, Drystan. Y es injusto ya que a mí se me prohíbe salir de palacio y viajar como lo hacéis tú y Kiran. Me tienen recluida aquí como si fuese una presa —bufó.
La vida de Erinne, como ella mencionó, estaba allí entre las cuatro paredes de aquel palacio. A diferencia de Kiran y yo, no le permitieron estudiar en una escuela sino que se tuvo que conformar con tener clases privadas en palacio.
—¡Drystan! —Me volví al oír la voz fuerte de mi padre, aunque el nombre le viniera medio grande. Hacía al menos dos años que no lo veía, y no lo recordaba del modo que se veía en ese instante, su piel estaba más pálida de lo normal, su mirada un poco pérdida, y más delgado que de costumbre. Nunca había sido un hombre de complexión fuerte, aunque sí saludable. No lucia de esa manera.—Bien, has venido. Gracias por obedecerme, supongo —dijo, sabedor de que no lo tenía como costumbre—. Acompáñame a mi despacho —solo dijo, y seguro de que lo seguiría se volvió y tomó su camino hacia allí. Miré a Erinne.
—¿Sabes que está pasando? ¿Por qué me ha pedido venir con tanta insistencia?
Se encogió de hombros.
—No lo sé, Drystan. De todas maneras bien sabes que aquí se me oculta la mayor parte de las cosas. Me quieren tener en una cajita de cristal —bufó.
Curioso por saber que sucede, dejé allí a Erinne diciéndole que después hablaríamos y continué mi marcha hacia el despacho.
El despacho era enorme, con una inmensa biblioteca que portaba una cantidad casi incontables de libros de diversos géneros. Había un espacio para bebidas y todo olía a madera costosa.
—Bien, padre. ¿Necesito saber porqué me has hecho venir con tanta urgencia? Que sepas que he debido cancelar mi participación en una competencia muy importante por estar aquí.
—Tu hermano ha claudicado.
Me quedé frío.
—¿Qué has dicho? —debí haber escuchado mal.
Padre, luciendo más devastado de cerca, gruñó.
—Claudicó. Kiran ha decidido que ya no quiere convertirse en Rey, que no puede con la responsabilidad y ha decidido largarse no sé donde.
Ya que estaba sentado me he puse de pie. Lo que decía mi padre tenía que ser una mentira. No podía ser real. Según mis recuerdos, Kiran siempre se le vio como alguien que se convertiría en el futuro rey, no alguien que clasificaría antes de ser coronado.
—No tiene sentido lo que has dicho, Kiran no pudo…