—Hola, Ian —saludé a mi hermano, lo sentí así desde que lo supe, incluso sí él todavía no podía aceptarme como tal, aunque lo comprendía. Mi padre lo engendró, y no se interesó en conocerlo siquiera. Ignoró su existencia, y de hecho, seguía haciéndolo. Era triste que fuera mi padre, un Rey al que todos amaban, y al mismo tiempo, un completo hijo de puta.
—Hola, qué… sorpresa —musitó.
Rasqué mi cabeza unos segundos, con indecisión, hasta que adelanté unos pasos y lo abracé, aunque el abrazo apenas duró antes de que me alejara. No quería presionarle.
—Mi coronación será en unas pocas semanas, y pues, me quedé esperando tu respuesta de sí asistirías o no.
Me miró con el rostro arrugado.
—¿Viniste a mi casa solo por una respuesta de si asistiré a una coronación, Drystan?
Tragué duro.
—No exactamente por eso, aunque sí me gustaría saber si podré contar con tu presencia, eres mi hermano, es normal que desee verte el día que me pondré una soga al cuello sin querer, pero no tengo demasiadas opciones debido a que quien tenía que ocupar el lugar que tendré que tomar a la fuerza huyó como un cobarde, claudicando —gruñí. Estaba tan enfadado con Kiran, que rogaba para que apareciera antes de que fuese coronado en su lugar o lo mataría. Siendo honesto, vivía con la esperanza de que aparecería y mi ascenso como Rey jamás llegaría. Rogaba tanto para que fuera así.
—Aún no puedo darte una respuesta sobre si asistir a tu coronación o no, Drystan, pero para serte sincero, hay muchas más posibilidades de que no asista a que lo haga, porque además, siquiera sé qué tendría yo que estar haciendo ahí.
Para ese momento Ian se encontraba frente a su licorera. Se sirvió un trago que bebió de una. Me ofreció haciendo un gesto con la copa vacía, negó con un gesto de mano.
—¿Cómo que qué estarías haciendo ahí? Eres mi hermano, Ian y yo te quiero en mi coronación, por favor, acude. Me sentiré mejor si vas.
Torció el morro.
—Podría ir, para hacerle ver a tu padre que el que no me reconociera nunca como su hijo, viviendo por muchos años ignorando mi existencia y que siquiera cuando supe la verdad se molestó en buscarme, dejando claro que en realidad no me considera su hijo en lo absoluto, no me impide ser feliz ni me quita el sueño por las noches, que duermo muy tranquilo sin que su indiferencia me perturbe, pero por otro lado, también siento que asistir ahí sería un poco humillarme frente a toda esa gente allí presente que sabrán de una vez quien soy, y no es que me perturbe mucho el qué dirán, claro que no, es simplemente que…
—Si no te perturba el qué dirán, entonces, asiste así sea para restregarle a mi padre todo lo que acabas de decir —emití, habiéndome interrumpido. Aunque antes rechacé el tragó, de pronto lo necesité, así que finalmente me acerqué al pequeño bar, me serví uno y me lo zampó antes de agregar—: escucha, todo lo que me viene encima no será nada fácil para mí. Yo crecí siendo feliz ante la idea de que nunca sería el sucesor de mi padre, que ese sería un trabajo de Kiran. Él fue preparado para ocupar su lugar desde que aprendió a caminar, yo viví libre durante todo ese tiempo sin imaginar que él huiría días antes de su coronación y yo tendría que sentarme en el que debería ser tu trono, teniendo que dejar de lado toda la vida que tenía hasta entonces y prepararme en tiempo récord para ser lo que tengo que ser, y créeme, estoy asustado como la mierda, tengo miedo más que nada, de no poder con ello.
—Podrás —aseguró, mirándome a los ojos,
Sentí una calidez en el pecho tras su palabra de confianza.
—Gracias, por la confianza y la fe que a veces ni yo mismo me tengo, en fin que lo quería decirte antes es que en verdad me haría muy feliz que estés ahí ese día.
—¿Él sí aceptó? —preguntó.
Negué.
—No, aún no tengo su respuesta, pero al igual que tú, espero que ese día si deseen estar ahí y acompañarme, porque yo…
De repente, me vi en la necesidad de enmudecer al tiempo que me ponía de pie. Mi corazón se acababa de saltar un par de latidos y apenas podía sostenerme de pie. Me sentía débil mientras el mundo parecía estar dando vueltas a mi alrededor, unas tan bruscas como el sentimiento que me generaba la mujer que en ese momento descubrí descendía por las escaleras en la casa de mi hermano.
—Darya… —murmuré, apenas con voz y sin poder quitarle los ojos de encima. Ella permaneció ahí, tan inmóvil y mucho más hermosa de lo que mi mente podía recordarla. Aunque no permaneció allí demasiado tiempo, se giró tan pronto reaccionó y empezó a subir las escaleras a pasos largos, saltando más de un peldaño a la vez si eso le permitía perderse de vista más rápido.
Pestañeé mientras mi corazón seguía latiendo como una bestia a todo galope después de haberla visto desaparecer de mi vista cuando apenas la había apreciado lo suficiente. Pasó tanto tiempo desde aquella última vez. Me zampé de una un nuevo trago, observando el sitio por el cual Darya acababa de desaparecer.
— Yo… ¿Qué está haciendo ella aquí? —balbuceé prácticamente—.¿Ustedes…?
—Entre Darya y yo solo existe una fuertísima amistad —dijo. Me di cuenta que suspiré con alivio—. Se quedará en Londres unas semanas por trabajo y le pedí quedarse en mi finca para que no tuviera necesidad de quedarse en un hotel.