Drystan
—Oh, Drys, estás tan guapo —dijo una ilusionada Erinne al verme portar el polio real—. Tú naciste para llevar ese traje —agregó al tiempo que me cogió de las mejillas y me besuqueó.
—Deja de estar tan feliz cuando estoy cagado de los nervios, Erinne —dije al tiempo que me sostuve el cuello, sentía que estaba asfixiándome.
Pareciera que estaba a punto de entrar en un puto ataque, y no creía que fuera exagerado en lo absoluto.
En pocos minutos haría mis juramentos de nuevo soberano, y entonces todo lo que solía ser quedará atrás, para convertirme, de alguna manera, en alguien distinto. Sería yo gobernando una gran nación, y también estaba cagado de terminar haciéndolo como el culo, de ser un desastre como aquellos a los que todavía nos les agradaba pronosticaban.
Erinne rio volviendo a besuquearme. Tomó mis manos y notó allí mis nervios.
—Tranquilo, Drystan, yo no tengo ninguna duda de que lo harás fenomenal, serás el mejor Rey, mucho mejor de lo que pudo haberlo hecho nuestro hermano.
Endurecí el gesto.
—No lo menciones, y espero que por su bien no le ocurra aparecerse por aquí, a menos que sea para impedir que tome el lugar que le corresponde a él, porque lo asesinaré de la manera más cruel posible.
Erinne rio negando. Me apretó las mejillas.
—Padre también desea asesinarlo, se siente avergonzado de que haya sido un cobarde al declinar, al ignorar su obligación. Tú, estoy segura que terminarás perdonándole la vida, nuestro padre no estoy tan segura, así que espero que mejor no aparezca. —Se colgó de mí rodeando mi cuello—. Ahora, quiero saber algo, ¿cómo serás el nuevo Rey podrías por favor ordenarle a nuestros padres sobre todo a mamá, que me deje ser libre, conocer el mundo? Estoy cansada de que mi único refugio sean las paredes de este castillo. Me gustaría saber, por ejemplo, que se siente ir a la universidad, Drystan.
Sonreí mientras acaricié su rostro.
—Mis funciones, son en especial, democráticas, Erinne. Quiero decir que no puedo interceder en el modo en el cual nuestros padres han decidido criarte.
Se aleja molestó, sus brazos en jarras.
— Me han criado en una burbuja toda mi vida y odio eso. Nunca me han dejado ser una chica normal.
—Y es que no eres una chica normal, eres una princesa.
Bufó.
—Pues la mayor parte del tiempo odio serlo. —Puso una expresión triste—. Me he pasado toda la vida envidiando otras vidas. He envidiado la libertad que tienen las demás y que a mí me han negado. Quiero vivir experiencias que no se me permiten solo “por protegerme” —entrecomilló.
La reina interrumpió la charla entrando en mi aposento sin tocar.
—Es hora de partir. La ceremonia iniciará en aproximadamente treinta minutos, y aunque vayas a ser el nuevo Rey no puedes llegar tarde, exactamente por eso —informó mi madre, una expresión fría cubriendo su hermoso rostro de porcelana. Al igual que nuestro padre la calidez no era exactamente su fuerte.
Darya
—Aunque es una enfermedad a la cual muchos temen, manteniendo un estilo de vida saludable y llevando los tratamientos necesarios de la manera correcta puedes vivir una vida plena y feliz.
Pasé la mano por mi rostro.
— ¿Eso debería servirme de consuelo, doctor?
El joven doctor me sonrió con calidez.
—Entiendo lo que saber esto significa para usted, modificará su modo de v ida, pero voy a repetirme, podrá tener una buena vida si sigue las indicaciones de forma correcta para contrarrestar la enfermedad.
Me puse de pie, colgando la bolsa sobre mi hombro.
—Muchas gracias, doctor —dije, ya que había sido muy amable.
—Es mi trabajo. Cuídese mucho
Asentí abandonando su consultorio.
Una vez en mi auto me recargué del asiento y liberé una gran cantidad de aire.
Hacia un par de semanas que no había estado sintiéndome bien, incluso me vi en la obligación de suspender mi último concierto después de haber tenido un pequeño desvanecimiento en mi camerino que no me dejó presentarme, y no suelo suspender presentaciones por cualquier nimiedad, menos cuando soy consciente del esfuerzo que harán muchas de las personas que van a verme para pagar las boletas. De todas maneras no me realicé ningún chequeo hasta que me sentí mal una vez más, resultando con que padecía diabetes tipo II.
Una noticia nada agradable, ¿cierto?
Por lo general tendía a llevar un estilo de vida saludable, mi carrera me lo exigía y de todas manera, aquí estaba condenada a una enfermedad de por vida, pues resulta ser una condición hereditaria, así que había sido la herencia que me dejaron mis padres. Recuerdo que ambos solían ser diabéticos, aunque solo papá había muerto por causa de la enfermedad.
Mi teléfono móvil empezó a sonar. Lo extraje de mi bolsa y al hacerlo comprobé que se trataba de Freya, mi manager y también una amiga muy cercana.
—Aló.
—¿Qué te ha dicho el medico? ¿Dónde estás?