La pasión del Rey

Capítulo 10

Drystan

Lo que estás haciendo es un secuestro, puedo denunciarte, Drystan —dijo una furiosa Freya.

Tomé una respiración profunda al tiempo que visualicé los amplios jardines desde mi balcón.

—Pero no vas a denunciarme, Freya, porque si lo haces, Darya podría enterarse cómo es que sé todo sobre su vida en los últimos años —soné mezquino, pero no estaba arrepentido al respecto.

La oí maldecirme.

—Te juro que te golpearé en cuanto te vea —amenazó—. No puedes hacerle eso, no cuando no tienes ningún derecho de disponer de su libertad y su vida de esa manera.

Suspiré.

—Estoy protegiéndola —dije—. Soy el único que puede protegerla.

Freya rio al otro lado, era una risa casi histérica.

—Como de crecido tienes el ego para creer que nadie, excepto tú, puede protegerla que has tenido que secuestrarla y mantenerla cautiva, Drystan, ¿eh?

Silbé.

—No tiene nada que ver con ego, yo sé que sabes que no es así, porque sabes mejor que nadie cuánto significa para mí. Yo… vivo por la luz de sus ojos, así que no podría permitir que nadie apague esa luz, ¿entiendes? —Pasé la mano por mi rostro, inspirando—. Sería capaz de hacer que el mundo entero arda en llamas si le toca una sola hebra de su cabello.

Oí a Freya tomar un par de inspiraciones profundas.

—De acuerdo, yo sé que puedes cuidarla mejor que nadie. La quieres —es más que eso, pero decidí no decir la palabra, ya que quemaba tan profundo en mi pecho. La sensación fría y caliente en mi alma era devastadora. Me quemaba por dentro, porque sentía tanto y la esperanza era tan nula, y después de lo que había hecho…—. Pero ambos sabemos lo que ella siente por ti. No eres su persona favorita en el mundo. Ella… te odia —cerré los ojos y respiré con fuerza—. Y porque la conozco te debe estar odiando un poco más en este momento, así que en medio de todo, estás haciendo que la pase horrible. Lo sé.

Lo había visto en sus ojos hace unas horas atrás, la desesperación. Hice que subieran comida para ella, pero prefirió no ingerirla. La dejé en paz esa vez, aunque no estaba dispuesto a permitir que volviera a deshidratarse porque se negara a consumir sus alimentos.

***

—¿Qué crees que estás haciendo, Drystan Bennett?

Mi madre, furiosa, entró en mi aposento, sin tocar.

No tenía que preguntar para saber porque estaba de esa manera. Acababa de llegar de un viajé a Arabia que hizo con sus hermanas, pero estaba seguro que se enteró de la presencia de Darya allí. Continué arreglándome la corbata con calma ya que eso hacia cuando entró. No solía amar esas cosas, pero saldría de viaje y sería bajarme del avión para asistir a un evento muy formal que lo ameritaba. Cómo estaba la situación, viajar, no era algo que me apetecía, sin embargo, no podía ignorar mis obligaciones como Rey. Lo quisiese o no tenía que cumplir mi juramento de tener el mayor compromiso con mi nación.

—¿De qué me hablas madre? ¿Qué ocurre?

Tiró con fuerza de mi manga.

—Sé que sabes de lo que estoy hablándote, no intentes hacerte el listillo, Drystan. ¿Qué hace esa mujer en mi casa?

—Se quedará acá un tiempo.

—¡¿Un tiempo?!

Afirmé.

—Sí, se quedará un tiempo —respondí.

Hizo un ruido casi de alguien a punto de entrar en un ataque de histeria.

—Pues no la quiero aquí, así que ya mismo vas pidiéndole que se vaya. Es una orden.

Dios. Respiré ruidosamente.

—Ahora soy el Rey madre, no puedes darme órdenes de esa manera cuando cada una de las decisiones de este lugar las tomo yo. Darya se quedará acá un tiempo —repetí.

— ¿Has vuelto con esa mujer? ¿Habéis vuelto a lo que…?

—Darya continúa odiándome con toda la fuerza de la cual es capaz —dije habiéndola interrumpido—. Así que puedes ser feliz por ese lado, pero está pasando por un mal momento y estoy intentando ayudarla.

—¿Metiéndola aquí?

—Sí —respondí.

—Bien, solo espero que ese tiempo que se quedará en este lugar no se extienda demasiado o no podré soportarlo. No soporto a esa mujer.

Bufé molesto.

—Darya jamás te ha hecho nada —dije entre dientes—. No entiendo por qué dices que no la soportas.

—Siempre ha sido una insolente. Nunca me hizo caso cuando le pedí que se alejara de ti, aunque el destino lo hizo en su lugar. —La miré enojado—. Por cierto, Jasmine y su madre llegaran en un par de horas. Las he invitado a pasarse unos días acá.

La presencia de Jasmine no me molestaba. Nos habíamos divertido mucho durante las semanas que pasó en palacio. Nos unimos mucho esos días. Era una chica tan divertida e inteligente, pero sí que molestó saber lo que intentaba mi madre. No sabía cómo darse por vencida.

—Madre, por tu bien, date por vencida. Cómo dije antes, y voy a repetirme, no habrá boda ni con Jasmine ni con ninguna otra mujer, por favor, entiéndelo ya para que te ahorres disgustos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.