La pasión del Rey

Capítulo 11

Drystan

—¡¿Qué ella qué?! ¡Prepara tu funeral, Drystan Bennett porque te juro que estás muerto! ¡La estás jodiendo, pedazo de idiota! —Freya gritó tan fuerte y tan furiosa en mi oído que tuve que alejar el teléfono mientras sentía un terrible zumbido.

Le comenté sobre Darya golpeando su mano contra la pared y, como era de esperarse, ha enloquecido.

Y la verdad es que yo también casi enloquecí cuando vi que se había lastimado. Eso que sí que no me lo hubiera perdonado nunca que debido a ello Darya no pudiera volver a tocar más. Las manos de un pianista lo son todo.

—Sé lo que temes, pero te aseguro que, por suerte, ella podrá seguir tocando.

—De todas maneras se ha lastimado, por tu causa, y sí lo ha hecho es porque está pasándola muy mal allí. Estás haciéndole algo muy vil, Drystan.

Silbé.

—No lo veo vil en lo absoluto , Freya. Estoy protegiéndola.

—¿Sin importarte que eso que intentas hacer la lastima más?

Inspiré mientras salí a la terraza del hotel donde estaba hospedándome en Moscú. El frío estaba potente, casi helado y podía sentirlo casi cortando mi piel. No llevaba abrigos.

Por supuesto que no me gustaba la idea de causar más dolor en ella, de darle más razones para que continúe odiándome como lo hacía, pero su seguridad lo era todo para mí. Jamás soportaría saberla herida, ni física ni de forma emocional. Podía intentar, al menos, vivir con su resentimiento hacia mí, pero jamás siquiera con la idea de imaginar que alguien la dañó y que no hice nada para evitarlo.

—No soportaría que la lastime, Freya. Entiéndame, Darya es… —tragué saliva—. Espero poder resolver esto pronto y entonces, dejaré que vuelva a su vida sin mi presencia en ella, como durante los últimos ocho años..

Oí a Freya respirar rápido y fuerte.

—Déjame verla.

—Freya…

—Al menos, deja que la vea, no puedes solo tenerla cautiva y sin contacto con nadie. Eso hará que todo para ella sea más difícil, es cruel, Drystan, así que vas a permitir que vaya a tu palacio y este con ella.

Concluí que Freya tenía un poco de razón, y que tal vez su presencia podría evitar que siguiera cometiendo otras locuras y se relajara al menos un poco, así que colgué con ella antes de proceder a llamar a palacio, y dar la autorización para que le permitan la entrada.

Había colgado con uno de mis jefes de seguridad cuando entró una llamada de la Reina. Durante un par de segundos pensé en no tomarla, pues no tenía dudas de lo que me hablaría, pero sé que estaba pasando un mal momento tras la muerte de mi padre por lo quise ser un poco comprensivo.

—¿Enloqueciste, Bennett? —dijo en cuánto le hube cogido la llamada—. ¿Es cierto que tienes a esa mujer secuestrada en nuestro palacio? Dime ahora que eso mentira.

Bufé.

—Te dije que Darya está en problemas y estoy intentando ayudarla.

—Pero por lo que se ve, la decisión de ayudarla en lo que sea que está pasándole la has tomado tú, pero que ella no está muy interesada. ¿Cuál es la necesidad de ayudarla si no desea nada de ti, de cometer un delito como el secuestro? ¿Te das cuenta de lo grave que es eso? —ni siquiera me dejó contestar—. Tienes que entender una cosa, Drystan, ya no puedes seguir actuando como aquel muchacho rebelde que hacía lo que se le venía en gana sin importarle las consecuencias, ahora ya no solo eres un hombre sino que eres el Rey. ¿El Rey? No puedes haces hacer ese tipo de estupideces. Ya mismo le permitiré a esa mujer marcharse…

—¡Ni se te ocurra! —advertí—. Bien lo has dicho, yo soy el Rey, mi palabra allí es ley y lo que yo diga es lo que va a acontecer. Darya se quedará justo dónde está y no se te ocurra molestarla, madre.

—Cuida como me hablas, Drystan. Por muy Rey que seas sigo siendo yo quien te parí, y no pienso permitir que mantengas a esa mujer cautiva en este palacio, mocoso irresponsable.

Y me colgó.

Carajos….

Procedí a hacer la llamada pertinente a mi jefe de guardia, a quien ordené no obedecer ninguna orden de la Reina.

Es probable que no lo hiciesen ya que había amenazado con cortar un par de cabezas si al regresar no la encontraba allí, pero más valía asegurarme.

Darya

Llevaba al menos una hora en la misma posición. Me hallaba sobre el suelo frío, mis manos rodeaban mis rodillas y me movía de atrás hacia adelante. Miraba el instrumento ya que Drystan se aseguró de poner allí mi piano. Supongo que con eso pretendía hacer que me sintiera más cómoda allí, colocando ahí algo que era tan importante para mí, sin embargo, nada haría que me sintiera confortable.

Intentaba cerrar mi memoria con fuerza, intentando bloquear cada recuerdo que habían escritos sobre él y sobre mí en esas paredes, aunque no servía de nada. Odiaba recordar aquellos instantes en los que no éramos estos, tan vibrantes, tan dulces y tan hermosos. Nada dolía. Todo era tan perfecto que era difícil imaginar que todo terminaría así, que todo aquello se convertiría en cenizas. Lo odiaba porque por mucho que lo intentase, también dolían.

Fueron tantos los sueños que se rompieron esa noche. Él los rompió todos. Y no había una manera de que nada de aquello fuera reparado.




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