El enemigo interior

A veces busco fuera a mis rivales,
a esas personas que no creyeron en mí,
a quienes me hicieron daño,
a los que soltaron mi mano cuando más la necesitaba…

Pero lo que más duele
es descubrir que mi peor enemigo
ha vivido siempre dentro de mí.

Es esa voz que me juzga sin piedad,
que repite mis errores una y otra vez
como si fueran cadenas imposibles de romper.
Una voz que me convence de que todo es mi culpa,
que nunca seré suficiente,
que no merezco nada bueno.

Ella conoce cada una de mis heridas:
las que escondo bajo la piel,
las que oculto en mis silencios,
las que lloré sin testigos.
Y las usa en mi contra.

¿Y cómo luchar contra alguien que lo sabe todo de ti?

Mi enemigo interior me habla en susurros:
“No lo lograrás.”
“No seas ridícula.”
“¿Para qué intentarlo?”

A veces se disfraza de prudencia,
de sensatez,
de realidad.
Y me convence de rendirme antes de empezar.

Me sabotea.
Me paraliza.
Me roba los sueños.

Y lo peor…
es que su voz suena exactamente como la mía.

Pero he aprendido que no puedo seguir dándole poder
a esa versión distorsionada de mí misma.
Esa voz nació del dolor,
de la inseguridad,
de los golpes que la vida me dio
cuando no sabía defenderme.

Hoy entiendo que no es mi enemiga por maldad,
sino por miedo.

Miedo a volver a fallar,
miedo a que me vuelvan a herir,
miedo a arriesgarme y perderlo todo de nuevo.

Así que he decidido enfrentarla,
no con guerra,
sino con amor.

Mirarla de frente y decirle:
“Gracias por intentar protegerme,
pero ahora yo sigo desde aquí.”

Silenciarla con acciones,
con pasos firmes,
con la certeza de que merezco algo mejor
que una vida vivida a medias.

Quizá mi enemigo interior nunca desaparezca del todo,
pero puedo enseñarle a confiar,
a soltar,
a creer.
Y algún día,
ese enemigo interno
se convertirá en mi aliada más fuerte.

Porque cuando logro conquistarme a mí misma…
el mundo deja de dar miedo.