Hay noches en las que el mundo entero parece dormido…
menos mi mente.
Ella despierta, ella habla, ella grita.
Se convierte en un huracán de ideas, culpas y suposiciones que no pedí.
Un murmullo constante que nunca baja el volumen.
Y mientras todos cierran los ojos y encuentran paz,
en mi cabeza solo hay caos.
Me mira fija, desafiante, como diciendo:
“¿Crees que podrás ignorarme?”
Y yo…
solo intento respirar.
Mi mente no se conforma con un simple recuerdo.
Lo toma, lo gira, lo deforma,
lo convierte en un monstruo más grande que yo.
Me proyecta futuros que duelen
y pasados que queman.
Me exige respuestas para preguntas que aún no existen.
A veces se disfraza de preocupación,
otras de culpa,
y cuando quiere ser cruel,
se convierte en miedo.
Ese miedo que paraliza,
que asfixia,
que te hace temblar aunque estés sentada en silencio.
¿Cómo se lucha contra algo que vive dentro de ti?
¿Cómo se calla a un enemigo que usa tu misma voz
para hacerte daño?
Hay peleas que no se ven,
pero duelen más que cualquier golpe físico.
En mi mente, el tiempo no avanza.
La noche es eterna,
y mis pensamientos corren sin dirección.
Quisiera apagarlo todo,
cerrar cortinas,
apagar luces,
pero los pensamientos…
ellos no tienen interruptor.
He intentado negociar con mi cabeza:
“Por favor, dame un respiro…”
Pero mi mente no sabe descansar.
Ha aprendido a vivir en alerta,
a sospechar de cualquier tranquilidad,
a creer que la paz es solo la antesala
de otro desastre.
Y sin embargo…
sigo aquí.
Intentando encontrar espacios de calma
entre tanto ruido.
Porque aunque sea difícil,
aunque la tormenta vuelva una y otra vez,
sé que mi mente no es mi enemiga…
solo es una parte asustada de mí
que aún no ha aprendido a sanar.
Un día, quizás, podré dormir sin batallar.
Podré quedarme en silencio
sin sentir que el silencio me rompe.
Podré mirar al futuro
sin que mi mente me lo pinte de sombras.
Hasta entonces,
seguiré respirando hondo.
Seguiré recordándome que no estoy rota,
que no estoy sola en esta lucha invisible.
Y si mi mente insiste en no descansar…
seré yo quien le enseñe,
poco a poco,
cómo volver a estar en paz.