No todas las luces brillan fuerte.
Algunas son apenas un reflejo tenue en medio de la oscuridad.
Una chispa frágil.
Una esperanza tímida.
Una voz pequeña que susurra:
“Sigue… solo un paso más.”
La vida tiene esa costumbre cruel de apagarnos a ratos.
Las tormentas llegan sin aviso,
el cielo se oscurece
y sentimos que la noche va a tragarse nuestra historia completa.
Pero, aunque a veces no lo notes,
hay una luz dentro de ti que nunca se apaga por completo.
Puede debilitarse, es cierto.
Puede esconderse detrás del cansancio.
Pero ahí está…
firme, silenciosa, paciente.
Cuando el mundo pesa,
cuando tu mente ataca con pensamientos que hieren,
cuando tu corazón sangra en recuerdos,
esa pequeña luz se enciende un poquito más.
Tal vez no lo ves, pero ocurre.
Porque tu simple acto de resistir
ya es una forma de iluminar.
Cada paso que das hacia adelante,
aunque sea pequeño,
aunque lo des a ras de suelo,
es una chispa nueva.
Una prueba de que sigues eligiendo vivir
aun cuando la vida no te hace fácil la elección.
Las luces más hermosas
no son las que ciegan,
son las que guían.
Las que brillan justo lo necesario
para que no te pierdas en la noche.
Y tú tienes una de esas.
La llevas en el pecho.
Latiendo en silencio,
recordándote que el dolor no puede apagar lo que naciste para ser.
A veces buscamos el sol desesperadamente,
sin darnos cuenta de que una estrella también puede salvarnos.
Y tú eres esa estrella para ti misma.
Tu fuerza, aunque parezca pequeña,
ha resistido batallas que tumbarían a cualquiera.
Entonces no subestimes tu luz,
aunque hoy parpadee,
aunque hoy se esconda detrás de lágrimas,
aunque hoy no brille para otros.
Porque no es obligación iluminar al mundo.
Primero…
debes aprender a iluminarte a ti.
Cuando sientas que vas a rendirte,
pon tu mano en tu pecho y siente cómo late tu corazón.
Ese ritmo es la prueba de que sigues aquí.
De que tu historia continúa.
De que todavía hay capítulos por escribir.
Y aunque la oscuridad vuelva,
aunque la sombra regrese
y el miedo quiera apagarte…
Siempre habrá una luz que se queda.
La tuya.
La que nunca te abandona.
La que te recuerda que eres capaz,
que eres fuerte,
que eres valiosa,
que eres suficiente.
Brilla a tu ritmo.
Sin prisa.
Sin compararte.
Brilla como puedas hoy…
que mañana tu luz volverá a crecer.