“Estoy hecha de fragmentos… y aun así, sigo completa.”
Hubo un tiempo en el que pensé
que cuando algo en mí se rompía,
ya no había vuelta atrás.
Que cada pedazo perdido
era una parte de mí que jamás regresaría.
Que entre más se quebrara mi corazón,
menos posibilidades tenía de ser feliz otra vez.
Pero descubrí que no siempre la ruptura es el final.
A veces es el inicio de una reconstrucción
mucho más hermosa.
La vida me rompió muchas veces.
Me dejó agujeros donde antes había sueños,
silencios donde antes había risas,
miedo donde antes sentía paz.
Y aun así…
algo dentro de mí se negó a desaparecer.
Una fuerza pequeña,
pero constante,
siguió empujándome hacia adelante.
Sanar no es pegar los pedazos
exactamente donde estaban antes.
Sanar es hacer espacio para nuevas formas,
nuevas historias,
nuevas versiones de mí.
Es aceptar que todo cambio duele,
pero también transforma.
Y que aunque se note la marca del golpe,
esa marca puede convertirse en arte.
Mis partes rotas han aprendido a conocerse,
a sostenerse entre ellas,
a unirse con paciencia y amor propio.
Soy una figura distinta a la que fui,
pero ahora tengo grietas por donde entra la luz,
por donde se nota la vida,
por donde puedo renacer cada vez que caigo.
Si tú también te sientes en pedazos,
si hoy te cuesta reconocerte,
si no sabes cómo volver a unir lo que se rompió:
No te apresures.
No te culpes.
No te rindas.
Con cada pequeño acto de amor hacia ti misma,
cada trocito encontrará su lugar.
Cuando menos lo esperes,
te mirarás al espejo
y verás que has vuelto a ser tú…
solo que más fuerte, más consciente,
más tú que nunca.