La pequeña del Alpha. ©

Huyendo de ti

Londres 12/10/2013

La estación del metro estaba infestada de gente. La chica, desorientada y cansada, trataba inútilmente de pasar entré la multitud.

¡Dios! ¡Cuanto había tenido que hacer para llegar hasta ése lugar!

Cautelosa, miraba en todas direcciones, púes temía que "sus" hombres la hubieran seguido.

De pronto, las puertas del metro se abrieron y entró con desesperó. Buscó un lugar apartado y por fin pudo respirar con más tranquilidad.

Mientras todos los demás pasajeros entraban y pasaban a su lado, ella cerraba los ojos un instante.

Recordando esos ojos del mismo color que el cielo.

¿Como siendo sólo una estudiante de preparatoria había acabado siendo la mujer de un lobo? Alguien que no era siquiera humano del todo.
Y como había podido escapar de ése lugar.

Bueno, comencemos desde el inicio.

Desde esa tarde lluviosa en su viejo vecindario.
Cuando lo vio por primera vez.

Tres meses antes...

¡Ya estoy lista, me voy mamá! Llegó tarde...
La chica de cabellos marrones bajaba las escaleras a velocidad rayo, su madre se preguntaba como no se rompía el cuello al bajar de esa manera. Odette era una chica bastante atlética, así que asumía que era por su flexibilidad.

— ¡¿Odette?! Espera, aún no has desayunado nada.
De inmediato se metió en la cocina, buscó el pan integral y de entre los tantos frasco en la despensa encontró la Nutella. Untó demasiada y con el pan en la boca apenas y se le entendió su: Nos vemos mas tarde, te quiero!".

¡Húy esta niña!
Negó la mujer.

Y sin más siguió con lo suyo.

Odette miraba el pequeño y viejo reloj de pulsera que hacia años su padre le había dado como regalo de cumpleaños número diecisiete. Era demasiado difícil creer que ya había pasado un año desde que falleció en cumplimiento de la Ley. Toda su vida había sido policía y en un abrir y cerrar de ojos, su vida había terminado a manos de unos mafiosos.

"No importa cuanto tiempo te tome mi pequeña princesa... Nunca dejes de pelear por lo que mas amas. Yo jamás lo hago"

Su rostro era amable y aún que ya tenia sus años, seguía siendo apuesto como en la foto con su madre cuando se casaron.

¡Cuanto lo extrañaba! Era demasiado duro seguir sin él.

Más para su madre.

Una voz la saco de sus pensamientos.

Con cautela ladeó los ojos en dirección al fondo del autobús.

Era Ethan con Amber, ahora se les miraba pegados como dos chicles. Ya no existía nada entre ellos pero, aún dolía la forma en que él la había cortado, precisamente dos semanas antes de que su padre falleciera.

Los había encontrado a ambos en un café, juntos y besándose. Aún no sabia por que rayos no le había pedido terminar y listo evitándole la humillación.

Tal vez era cosa de Amber, púes jamás había dejado de perseguirlo, ni aun cuando eran novios.

Bueno, al fin tenia lo que quería, que le aprovechará.

Sin querer Ethan desvío esa mirada de ojos azules a los suyos marrones.
Y fue como un chispazo, ambos  hacían conexión. Se giro de inmediato, y se abofeteo mentalmente.

¡Joder Odette... Ten mas dignidad! Se dijo a si misma.

Al llegar, el edificio era enorme y amplio. Muchos entraban y otros salían.

— ¡Hey! Odette, espera. Sé giró y una sonrisa se dibujó en sus labios color coral.

—¡Mía!, creí que tu madre te había llevado a ese retiro con ella.

Ambas se abrazaron como lo que eran, las mejores amigas.

Mía era mucho mas bajita que ella, era de cabellos negros y ojos color miel. Muy claros.

— Ni loca la hubiera dejado arrastrarme con ella y con ese montón de viejos. ¡Ademas no podía dejarte sola! Me necesitas demasiado.
Dijo con sarcasmo. Odette puso los ojos en blanco.

— Que no se te suba a la cabeza ¿okey ?
Ambas caminaron a sus respectivos lugares. Cada aula solo podía albergar a cuarenta o cincuenta alumnos. Eran clases de Astronomía y una de Mitología.

Las gradas se llenaban de apoco.

—Oye... Supe que Ethan estará en esta clase durante todo el año y la "Zorra" ésa igual.
La miraba con un semblante de lastima.

La morena le sonrió, mientras los veía entrar al auditorio. La rubia venia colgada de su brazo.




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