Día presente...
La habitación se había quedado en silencio, sólo la musica seguía su curso, ajena a la tensión del momento.
Kelvin, con los dedos en la perilla no había podido girarla al oír las palabras de la chica. Ella por su parte, sujetaba su brazo derecho abrazándose a si misma. Las lágrimas silenciosas se deslizaban por sus pómulos.
-Mereces saber.... Todo - levanto la mirada, el hombre seguía sin moverse ni un poco.
-Cuando llegue aquí... Lo hice sola, sin saber que seria de mi. Estaba asustada y no confiaba en nadie. Huía. Aún lo hago. Tenia mi vida normal, con sus altas y bajas, pero nada me preparo para lo que ocurrió después de que lo conociera a él - kelvin, por fin se giró encarándola.
-Él es el motivo por el cual estoy en este lugar Kelvin. No puedo regresar a mi hogar. O el lo sabría. Juró que si decía alguna palabra de todo lo que viví a su lado, lastimaría a mi madre y mi mejor amiga. Los seres que más amo. No podía... Permitirlo. Así que, no tuve opción - bajo su rostro sintiéndose avergonzada.
-Así que... El motivo, es un hombre. El padre del bebé - la voz del chico la hicieron temblar, al darse cuenta que huía del propio padre de la criatura que se gestaba en su interior.
-Si... Él es el padre y mi verdugo - se desplomo en el sofá.
Kelvin se acercó hasta llegar a su lado.
-¿Por que no llamaste a la policía? Si te tiene amenazada, eso sería lo mas lógico Odette - la miraba desesperado y confundido. Esta comenzó a negar enérgicamente.
-No, no ¡no! No lo entiendes... Él no es cosa que la policía pueda controlar, su familia, todos. Ellos son... - ¿Como contar algo así sin parecer una demente?
-Ellos son "que" Odette... -
La chica, mordía su uña tratando de hallar una explicación mas factible. Pero no lo hubo.
-Son... hombres lobo, Kelvin. No son humanos comúnes. Además, son influyentes de formas que no comprenderías. Si me paro en un banco, cajero o cualquier lugar con cámaras vinculadas a alguna empresa, sabrán donde estoy. Es por eso que me mantengo alejada de esos sitios, no puedo dejar que él me encuentre y me lleve de nuevo a su lado.
Abría esperado todo, mafioso, contrabandistas o un maldito loco, pero... ¿Lobos? ¿Criaturas mágicas?
¿Como demonios se combate eso?
-Se que suena a locura pero... ¡Es la verdad! ¡Debes creerme! -
Kelvin se levanto y se alejo un segundo de ella, su mente estaba revuelta.
Se giro y la miro a los ojos. No, no había dudas o mentiras en ellos, solo desesperación y angustia.
-Te creo... Te creo. ¿Okey? Sólo, sólo dame un segundo - se encamino hasta la ventana, se asomo y la cerro junto con las cortinas.
Detuvo la musica y volvió a su lado.
-Okey... Bien, es un hombre-lobo. Tal vez si... Conseguimos un poco de plata y una ballesta tal vez... -
-Pero.. ¡De que demonios hablas! ¡Enloqueciste! ¡Seria imposible! Además eso lo mataría -
-¡Que acaso no deseas liberarte de él! O es que... - sus ojos buscaron su mirada, pero Odette la oculto tras una cortina de mechones marrones.
No quería escuchar la verdad, la maldita verdad. La que se negaba a reconocer.
-Aún lo amas. Es eso ¿verdad? -
Tomo sus manos con las suyas. Eran suaves y cálidas.
Odette, comenzó a sollozar.
-No lo se. Te juro, que no lo sé -
Kelvin, supo que su adversario, seria lo mas difícil que podría enfrentar.
¿Como ganar a un hombre mitad bestia como él? Además, ni siquiera lo había visto en su vida. Y ya se sentía muy amenazado. Pues, amaba a Odette demasiado.
Lo sabia, siempre lo supo. La amaba.
—Cual es su nombre — tenia que saber. Aun si doliera. Pues notaba en su mirada que aun seguía amándolo, de una forma u otra lo hacía.
—Hérmes Cold... Ése es su nombre —
Sonaba a que era demasiado bueno para ser verdad. ¿Por que? ¿Que más que un buen amigo, consejos y seguridad podría ofrecerle a la pobre mujer?
Por lo visto, este tipo tenia dinero a montones y era influyente. Todo eso en contra de él.
—No importa que el maldito nadé en dinero o que tenga conexiones por donde sea o que sea un fenómeno... Odette, voy a cuidarte. Te lo juró —
La abrazo con fuerza. Pegándola a su cuerpo.
Ésta escondió la barbilla en su cuello.
Cuan pequeña se sentía a su lado. Y su calor y compañía llenaban poco a poco ese vacío que crecía en su interior.
Sus dedos rozaron su mejilla y recorrieron el trayecto trazado por las lágrimas, las miradas se encontraron perdiendose la una en la otra. ¿Que era esta sensación que hormigeaba en su cuerpo, especialmente en la zona donde estuvo su tacto?
—Sé que.. No puedo competir contra algo como él, pero, haré lo imposible por tenerte segura. A ti y al bebé. No dejare que los lastime.
La atracción fue inevitable. Llena de vulnerabilidad y de temor, deseo con todas sus fuerzas fuera kelvin, el amor de su vida y no ese monstruo.