La pequeña del Alpha. ©

Te he visto

Día presente...

Aun no había amanecido cuando la alarma sonó en la lujosa habitación del hotel.

Acomodo sus bóxer. Y asomo en el ventanal donde podía verse el sol desprender unos cuantos rayos de luz muy tenues. Los naranjas y los azules se mezclaban de forma increíble.

< Odette, adonde estas. ¡Demonios! Tanto dinero y poder... ¡Para nada! No puedo tenerte >

Perdido en sus pensamientos giro la cabeza adonde yacían las dos mujeres de cuerpos perfectos. Chicas fáciles que había encontrado la noche anterior en un bar.

Irónico que pensara en su preciada "Mate" si ya se había revolcado con dos desconocidas esa noche.

Se sirvió algo de licor en un vaso de vidrio. Aun sentía un poco de resaca.

De pronto, con violencia la puerta de la entrada fue pateada y abierta.

Las mujeres saltaron de la cama chillando asustadas de muerte.
A excepción de Hérmes.

- Creí que habías dejado de hacer estupideces, como venir y revolcarte con unas humanas, mientras que la manada y tu "trabajo" te necesitan -

Cicerón con ese aire dominante miraba de mala gana a las mujeres y al cabeza hueca de su hermano menor.

Estaba harto de su cabezonería.

- ¡Ustedes! Largo... - las señaló, estas asustadas se levantaron vistiéndose como pudieron y salieron de ahí a trompicones.

Hérmes, ni siquiera se perturbo ni un poco. Solo disfrutaba de su bebida.

- Buena forma para olvidar tus penas. Dudo mucho que resulte, al menos para ti. Eres un Lobo. ¡Comportate como uno! -

- ¡Que te jodan! ¡Fui a verte para que me dieras esa nuevas noticias sobre Odette, y no estabas en tu maldita oficina! Espero este aquí para eso -

Comenzó a cambiarse ante la atenta mirada de Cicerón. Este, camino por la habitación despreocupado.

Le molestaba tanto que para este "cachorro" las cosas siempre fueron fáciles. Sin necesidad de pelear. ¡Tal como esto! ¡Revolcándose cuando tiene a una persona en su vida! ¡Cuando tiene por que luchar!

Ha veces creía que Hérmes no merecía nada de esto. No lo merecía.

Se sentó en la cómoda sala del recibidor, cruzo las piernas de un modo propio y masculino. No perdía los movimientos de Hermes al servir el coñac en el vaso de vidrio.

- Tuve unos "asuntos" muy importantes que atender - decía mientras recordaba a la pelinegra, lo increíble que lucia en tacones y falda a juego. Turbado continuo con la charla. - pero ahora he venido por ese motivo. La policía esta investigando a su madre. Lo cual es peligroso, lo sabes. No siempre podrás "comprar" mas policías hermanito. Pronto darán contigo y eso, me perjudica a mi también por eso es imperativo encontrar a esa chica -

Hérmes se acercó hasta él y le sirvió una copa. Divertido, Cicerón observaba a su hermano sucumbir ante la desesperación. ¿Seria fácil manipularlo en ese estado? Habría que probar.

 

- Los policías tienen una mínima, no, minúscula pista sobre su paradero teniendo en cuenta la ruta que tomo para el metro y para las "posibles" estaciones - decía mientras prendía un cigarrillo.

El alpha quedo estático. ¡Ya había una posible pista de su paradero!

- ¡Pues escupelo ya! ¡Anda! -

- Tranquilo... No sigas o te quedaras calvo de la ansiedad. Bien, según "informes" ella esta en las afueras de Oxford. En una de las peores zonas del lugar. Al parecer, sabe lo que hace -

- ¡¿Oxford?! ¡Imposible! Es un lugar muy peligroso... ¡Mas para una mujer tan hermosa como ella! ¡Prepara a los demás! ¡Que busquen de inmediato! -

- Lo harán, sin embargo, tu tendrás que mantenerte al margen de la búsqueda. Si ella llega a verte, esta vez huira para siempre. ¿Por que no mejor lo dejas en mis manos? Sabes que puedes confiar en mi - su voz había tomado un timbre lleno de insinuación. Algo tramaba.

Hérmes, accedió de inmediato, no podía encontrar a alguien mejor que su hermano para esto. Lo que menos deseaba era asustar mas a Odette.

¡Diosa luna! ¡Ya ansiaba tenerla a su lado!

- Tranquilo Hérmes, ya muy pronto la tendrás a tu lado. Confía en mi -

¿Que consecuencias tendría esto? Nada bueno.

.......

El centro comercial era enorme y lleno de tiendas de todo tipo.

Kelvin no había podido dejar pasar la oportunidad de llevar a Odette hasta una pequeña tienda especializada en bebés y cosas de maternidad.

A regañadientes la chica había accedido. Pudieron ver de todo, desde una cuna con todo lo necesario para que el bebe durmiera tranquilo, hasta chupetes y sacaleches. Odette no podía evitar sentirse extraña comprando todo eso en compañía de él.

Sentía que no era lo correcto. Podía ver la ilusión en su mirada. No había duda que amaría mucho a su bebé. Kelvin era simplemente un chico maravilloso. Lleno de nobleza y ternura, pero... ¿Podria llegar a amarlo de verdad?

Con esa misma intensidad con la que aun amaba a Hérmes. No lo sabía. No quería lastimarlo si esto avanzaba mas. Pero, a su lado, no podía evitar sentirse en paz. Protegida.




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