La pequeña del Alpha. ©

Contra Reloj (Prt 2)

La tarde estaba cayendo, el sol se ocultaba a paso alarmante. Otro día más sólo. Eso era lo que pensaba Hérmes mientras bebía en ése bar.

No sabía cuanto tiempo ni dinero había despilfarrado en el colorido y caluroso lugar. Pero, no tenia ánimos de ver a nadie, mucho menos a su hermano.

Lo sabia, jamas había podido hacer las cosas bien. Usualmente siempre era Cicerón quien sacaba su culo del fango.

Maldita manía de echar de menos las cosas cuando ya están perdidas. Por que es cuando mas se valoran. Miró la bebida sobre la barra, brillaba como el oro mas puro. Burbujeante y atrayente.

Miro al cantinero, este sin prestar ningún interés en las demás personas seguía con lo suyo, limpiar las copas y servir las bebidas. Estaba seguro que ese hombre, tan insignificante como lo veía, era mucho mas feliz que él en esos momentos. Lo envidiaba, a todas y cada uno de las parejas que animadamente disfrutaban de la noche y de la música, de la bendición de saberse amados.

De pronto se sintió asqueado, asqueado de sí mismo y de todo lo que había hecho. La razón por la cual Odette había huido. La razón por la que se había ido, no solo por el hecho de haber descubierto su verdadera naturaleza.

El engaño, esa maldita noche que después de enlazarse a ella, después de haberla tenido en sus brazos, había caído en la telaraña de Amará.

Sabia que el vínculo jamas se rompería, pero después de que huyera, había perdido toda conexión con su mente o con su olor. Se habían convertido en dos completos extraños.

Eso lastimaba de forma brutal su corazón. ¿Que posibilidades había de que ella regresara? Ninguna. De echó si fuera ella no lo haría.

Apretó con la mano el vaso de delgado vidrio, haciéndolo añicos. El cantinero sorprendido le dio una toalla para que limpiara la sangre que empezó a salir de su mano.

- ¡Con un demonio...! - trato de no manchar su ropa.

De la nada, una mano sujeto la suya. Sus ojos se encontraron con los de esa mujer nuevamente.

Amará quito el pañuelo, y comenzó a lamer la herida ante la atónita mirada de algunos curiosos. El cantinero no podía creer que una mujer así de atractiva estuviera haciéndole una casi "felación" a la mano de ese tipo. Los ojos color verde de amará cambiaron a un negro muy brillante, y su respiración parecía acelerarse a momentos.

Hérmes seguía el ritmo que hacían sus labios al pasarlos por sus dedos. La forma en que su lengua lamia cada gota de sangre.

- Que... ¡Que diablos haces aquí! - trataba de concentrarse.

Sonriente la mujer se sentó a su lado. Llevaba un vestido de corte rectó y su abundante cabello ondulado y rojizo suelto.

- Te he seguido... Supuse que quedrias compañía -

Hérmes, de mala gana se levantó, pago y salio un tanto mareado del lugar. Al salir el aire fresco de la tarde le pego de lleno en el cuerpo. Sentía la necesidad de "cambiar" y dejar salir a su "Lobo".

La pelirroja lo sujeto del brazo y prácticamente lo arrastro hasta su lujoso auto. Con el licor corriendo por sus venas, no pudo oponer tanta resistencia.

Cuando se dio cuenta, ya estaba en marcha dirigiéndose quien sabe donde.

Treinta minutos después, era arrastrado dentro de su departamento. Lo sabia, amará deseaba su cuerpo.

¿Y él? ¿Acaso no tenia los pantalones suficientes como para rechazarla?

Pero, su aroma, sus cuervas y la suavidad de su piel. Entre las visiones ebrias y borrosas de su mente estaba seguro podía ver a odette. Justo enfrente de él. Podía tocar de nuevo su rostro hermoso y acariciar de nuevo esos labios con la yema de sus dedos.

< ¡Una alucinación! ¡No! ¡Ya basta! Deja de enredar mi mente y mis sentidos >

Por que no te relajas... — lo lanzo al sofá del living. Hérmes no apartaba los ojos de la seductora mujer.

Esta, con sus contoneós movía sus caderas, al ritmo de una melodía.

La letra se confundía con el cambiante ambiente de la pequeña habitación.

Poco a poco, la loba comenzó a deslizar el zipper del vestido. Quedando solo en una hermosa lencería negra de encaje.

En verdad era una belleza, una malvada y vil.

Lentamente camino hasta él, se sentó encima de sus piernas. Deslizo sus manos en su fuerte y amplio pecho.

— Has estado reprimiendo mucho tus deseos bebé. Y yo estoy aquí para saciarlos de una buena vez. Deja de pensar en el pasado.. Piensa en el futuro, un futuro conmigo a tu lado. Sabes que te amo, y nada me haría mas feliz que ser tu esposa. Hérmes... Hasme el amor —

Comenzó a besar sus labios de manera demandante y fiera.

Fuera de sus cinco sentidos Hérmes comenzó a responder a sus caricias.
Embriagado por la inconsciencia y un tanto por el deseo interno de imaginar que esas manos eran las de su preciada "Odette".

......




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