La pequeña del Alpha. ©

Misterio revelado.

........

La lluvia parecía no querer abandonar Londres. Hacía días las lluvias torrenciales había llegado a la ciudad empeñadas en quedarse un buen rato.

Paseando por los callejones de la ciudad, ya llevaba más de una semana así, en su forma de lobo. Todo para despistar a la policía. En los obituarios estaba la imagen de su yo humano, así que no estarían buscando un lobo, que fácilmente podría pasar desapercibido si se ocultaba tan sigilosamente como hasta entonces.

Había tratado de encontrar alguna señal de Odette, pero nada. Ella no estaba en la ciudad. ¿A quien acudiría para ayudarle?
En eso estaba.

Había seguido su rastro. La esperaba fuera, oculto. Entre los arbustos, entre los contenedores de basura.

Sólo ella podría ayudarlo. Sólo esperaba no saliera huyendo.

Mía, después de semejante noticia, estaba en una situación bastante complicada. ¡¿Complicada?! ¡Infiernos! Cicerón se había largado, quien demonios sabe a donde. Y encima, le había dejado las acciones de la empresa, y todo lo demás.

¿Tendría cabeza para procesar la carga sobre sus hombros? Era una mujer que sufría como el infierno una ruptura, un engaño. No tenía cabeza para nada más. No en esos momentos de su vida.

Después de todo lo ocurrido ese día en la empresa, se alejó de todos y todo. ¿Cómo haría ella para manejar algo así? Era una chica de veinte años, inexperta en eso de manejar una monumental cadena de joyerías.

¡No!... Necesitaban a alguien más capaz.

Su mundo se había reducido a salir al supermarket, comprar el almuerzo y regresar a su departamento. Sólo en esas pequeñas tareas podía ocuparse.

¿Buscar a Cicerón? Las ganas no le faltaban, y ahora, ni el dinero. Pero... ¿Con que objeto? ¿Propinarle una golpiza por idiota? ¿Exigirle explicaciones que jamás obtendría? ¿Verlo al menos una vez más?

Subió las escaleras del departamento, con todas esas preguntas inundando su mente. Revoloteando como polillas.
Anidando en su cerebro de una forma peligrosa.

Metió la llave y entró. El pequeño lugar la recibió en penumbras. Sólo a través de la ventana podían verse las infinitas y pequeñas gotas de la lluvia que afuera no cesaban de golpear el vidrio. Resbalaban de una forma constante mezclándose entre sí.

Levantó la mano, para buscar el apagador. Pero, algo la detuvo. Una voz en la penumbra.

-No enciendas las luces... Por favor.
La voz era masculina y extrañamente familiar. ¿De donde?
Un escalofrío subió por su espina dorsal encongiendola.
Su mano se quedo estática sobre el apagador a orilla del muró. Al igual que su cuerpo, casi empapado.

-Cierra la puerta.
Con un pequeño empujón, la cerró. Asustada hasta los huesos, se quedó de pié, no se movió.

-Lamento esta intromisión a tu hogar. Pero... Tenía que verte. Sólo tú, puedes ayudarme.

De pronto, la luz de la lampara en la sala, se encendió. En el sofá, estaba un hombre con unos vaqueros gastados y una sudadera mojada. Asombrada, por unos segundos creyó ver el rostro de Cicerón, pero al acercarse a grandes zancadas, se percató que estaba equivocada.

Con terror, abrió los ojos lo más que podía. Era Hérmes. Estaba sentado en medio de su departamento, esperando por ella.

-¿H-hérmes...? ¡Dios mío!
Las cosas que llevaba en la bolsa de papel, rodaron por el suelo. ¡No podía creerlo!

De momento, todo se volvió negro. Se había desmayado.

........

-¡Como que se fue! ¡Son unos inútiles!
Grito histérico Alec a los prófugos mientras disfrutaban de los placeres de la vida.

Estaban reunidos en un burdel, importándoles poco que medio Londres los estuviera buscando.

-¡Mira, niño bonito, o nos pagas o te hago dos agujeros aquí mismo!

Unos de los hombres le apuntó con una 35mm, justo en la frente.

Alec, exaltado se pegó más al arma. ¿Creian que con eso se intimidaria así de fácil? ¡Malditos chimpancés!

Con un fuerte manotazo le hizo soltar el arma, el hombre, con el brazo roto cayó al piso, sujetándolo.

Alec, le tomó de las ropas, pegando su inmunda cara a la suya.

-¡Mas te vale no volver a intentar eso! O yo mismo te arrancaré el brazo. ¡Su maldito trabajo consistía en salir de la prisión y traer con ustedes al maldito de Hérmes Cold! Y llegan a este lugar.... ¡SIN NADA PEDAZOS DE BASURA!

Sus ojos cambiaron, a un verde muy intenso. Brillantes. Los sujetos supieron que no trataban con cualquier hombre.

 

Recordaron al preso. La forma espeluznante en que había matado a esos policías.


-¡No pudimos hacer nada! A-ademas... ¡Spencer es quien lo dejo ir! Nosotros teníamos que salir rápido o nos volverían a capturar.

Sin más, Alec se limpio la comisura de los labios.

Miró a los demás, arrinconados en la esquina del privado. Con unas nudistas a cada lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.