La pequeña del Alpha. ©

Minutos de angustia.

.....

-Así como lo oyes... ¡Esa chica tiene cada euro de los bolsillos de Cicerón en sus manos! De ese modo, no podremos dar el último golpe. Esperó ya tengas algo en mente.

Amará, miraba la pequeña imagen en la plaqueta de ultrasonido. Ése diminuto punto negro, crecía y flotaba dentro de su vientre.

¡Un inconveniente más! Deteniendo sus planes tal y como quería verlos cumplidos.

¿Un plan? De hecho, ya lo tenía. Pero, dudaba que pudiera salir como lo pensaba.

-Ya tenemos ambas direcciones. Sabemos donde esta escondido el cobarde de Cicerón con esa maldita. Lo único que necesitamos es alejarlo de la chica. ¿Tus hombres están haciendo bien su trabajó?

Alec, detrás de ella la rodeo con sus brazos, mientras la pelirroja sostenía la prueba de su embarazo en sus manos. Tal vez podía parecer indiferente ante el hecho de que esa célula no sólo era de Amará, pero lo cierto era que lo hacía enardecer de cólera, de celos.

Se alejó lentamente de ella y acerco a la ventana. La ciudad estaba en su apogeo. Llena de miles y miles de luces.

De pronto, el sonido de las llamas consumiendo algo llamó su atención.
Alec se giró e impactado vio a la pelirroja lanzar la plaqueta de su ultrasonido mientras se quemaba hasta convertirse en cenizas.

-¡¿Que crees que hacés?!

-¡No quiero más estorbos en mi caminó! No te metas en esto... ¡Sólo  cumple y ya!

Enfadado sólo pudo asentir.

-¿Tus hombres ya tienen localizado a Hérmes?

-Según informes de ellos, si. Da la asombrosa casualidad que ésta con la mate de Cicerón. ¿No te parece que será fácil matar dos pájaros de un tiró? Sólo tendríamos que hacernos cargo de la perrita de Hérmes.

-Bien, haremos esto de forma rápida y sin mas preámbulos... ¡Alec, redacta dos cartas! Imita ambas caligrafías...

-¡De que nos va a servir esto!

Amará sonrió, a veces Alec era demasiado lento y estúpido.

-Ya lo verás... ¡Será la soga que cada uno se pondrá en el cuello!

........

Ya había pasado una semana después de su enlace con Cicerón. Su vida o su tiempo prácticamente se reducía a esas cuatro paredes dentro de esa habitación lujosa y siendo atendida para casi todas y cada una de sus necesidades.

¡Estaba harta de todo! ¡No lo podía soportar más tiempo! Imploraba que en cualquier momento, detrás de esas puertas apareciera Hérmes, listo para rescatarla de su prisión de oro tal como los cuentos de hadas.

Si lo pensaba mejor, eso sonaba estúpido e imposible. ¿Por que? Hérmes estaba preso. Y ella demasiado lejos de él. Escondida del mundo.

La puerta se abrió, sin aviso previo.

Cicerón entró, indiferente. Como solía actuar las últimas semana. Parecía haber muerto en vida.

Caminó hasta donde guardaba sus ropas y sin pudor ni molestia comenzó a desnudarse.


Boquiabierta, Odette sólo atinó a voltearse para tratar de ignorarlo.

-Me han dicho que te niegas a bajar para el desayuno, el almuerzo y la merienda. ¿Estas tratando de llamar la atención como una niña pequeña? Por que no esperes que funcione conmigo.

Su tono de voz sonaba molesto y hiriente. Odette, sintió el deseo de arrogarle la lampara a la cabeza, pero detuvo el impulso de hacerlo.

-¿Que podría importarte? ¡Pretendes que actúe como tú lo has estado haciendo? Disculpame, pero yo no puedo alcanzar ése grado de hipocresía. Ahora puedo entender como es que Mía cayó de ésa manera tan fácil en tu juego. ¡Ella no merecía esto! No merecía lo que le hiciste.

Cicerón, intrigado la encaró. ¿Mía? ¡¿Lo sabía?!

-No tienes ni idea... ¡No intentes meterte en estos asuntos!

Odette, se cruzo de brazos, con una sonrisa ladina en los delgados labios.

-Cicerón... ¡Es tan obvio que estas muriendo por ella! ¡Actúas como un zombie en vida! A penas comes y duermes. Te la pasas en el estudio de tu padre. Puedo oler el licor que has estado bebiendo. No importa que éste no te afecte tanto como a un hombre promedio y normal, sino que estés hundiéndote como lo estas permitiendo. La has destruido a ella y ahora, tu conciencia te esta orillando a auto-destruirte. ¡¿A caso no lo vez?!

En un acto de furia tomó la mesa de centro, redonda y pequeña lanzándola hacia la ventana haciéndola añicos.

Odette reprimió un sollozo. La había tomado desprevenida.

-¡Crees que soy estúpido! ¡Que no sé lo que estoy haciéndome! Pues claro que lo sé... ¡Y lo aceptó! Vale cada lágrima de ella. No hables como si lo supieras todo. No sabes nada. ¡Nada de mí! Has conocido tan poco de mi mundo, del de Hérmes. Pero lo suficiente para saber que alejarme así de Mía, significa la muerte para un lobo. ¡Hérmes debe estar igual! Puedo incluso presentir el odio creciendo dentro de él. Llega la hora de ajustar cuentas y poner cada carta jugada sobre la mesa y creeme... No te gustará el resultado.




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