La pequeña del Alpha. ©

En la línea.

......

 

Sentía el cuerpo destrozado. Incómoda. Inmóvil.

¿Que demonios sucedía?

Trató de abrir los ojos pero, algo le impedía hacerlo. Una venda oscura tapaba su vista. Amordazada y maniatada, viajaba encogida en el apestoso maletero de algún auto en movimiento.

" ¡Hérmes! ¡¿Dónde estaba?! ¡¿Que había pasado?! "

El sonido del auto en marcha, y sentirse acorralada, pronto entró en un estado de pánico. Con temor comenzó a moverse frenéticamente. Sin ningún resultado favorable. La cinta que rodeaba sus manos estaba demasiado pegada y le lastima incluso despegarla de la piel.

Con los codos, comenzó a golpear la puerta del maletero. Con la mordaza trataba de gritar pero solo un quejido extraño salia de su garganta. Imposible. Era inútil. Nadie la escuchaba y si lo hacían la ignoraban.

Asustada, no podía entender como había llegado a ese lugar. Solo podía recordar a Hérmes y ella sentados en la cafetería. Su cabeza parecía estallar.

La resaca la estaba matando. ¡No era momento para sentir los efectos del alcohol! ¡La estaba secuestrando!

En algún momento del camino, el auto se detuvo, lo extrañó era que ya no podía escuchar otros autos pasar a su lado. Eso era señal de que se habían alejado bastante de la ciudad.

Podía escuchar la voces y el ruido de las puertas abriéndose y cerrándose.

El sonido de la portezuela al abrirse. Y la intensa luz de una linterna. Aun era de madrugada. El sol no había salido.

-Muy bien, saquenla y metanla a la casa. Alec debe estar adentró.

"...¿Alec? ¿Quien infiernos era ése?"

Uno de ellos, con pasamontañas la sujetó del brazo y a trompicones la hizo bajar y llevarla prácticamente a rastras hacia la casa.

Con perplejidad y miedo, miró la enorme mansión. ¡La casa de Cicerón! La misma donde habían hecho el amor mas de una vez.

¡¿Porqué la habían llevado ahí?! ¡¿Que tenían que ver con Cicerón esos desgraciados?!

-¡Camina maldición!
La empujó sujetandola fuerte del brazo.

Entraron. Dos de ellos, se quedaron en la estancia, mientras el tercero la subía por las escaleras.

Al llegar al fondo del pasillo, pudo notar una puerta pequeña que daba al ático. La escalera daba hacia ese lugar.

-¡Anda sube! ¡No tengo toda la maldita noche!

Sin más, la arrojo dentro, encerrándola. Llevaba las manos en la espalda. Aprovechando la flexibilidad de su cuerpo, se sentó en el piso pasando sus manos por debajo de sus piernas y así tener las manos de frente. Con los dientes desesperada trato de quitar la cinta gruesa. Era inútil. No podía hacerlo. Frustrada y a punto de gritar de furia,se dejó caer.

"...¡¿Por que dios?! ¡¿Por que te empeñas en hacerme sufrir de está manera?! ¿No era suficiente con la huida de Cicerón? Al parecer no."

La escasa luz de la bombilla no era suficiente para abarcar todo el lugar. Era enorme y rodeado de montañas de cachivaches. De alguna manera logro tranquilizarse ante la situación.

Camino lento por entre las cosas abandonadas. Buscando algo para liberarse. Pero, en lugar de eso. La imagen de un cuadró llamo su atención de forma inexplicable.

Una familia, de cuatro integrantes. La forma antigua del marco daba a entender que había sido pintada hacia mucho, mucho tiempo.

Curiosa, con sus dedos libres, quitó un poco del polvo que la cubría. Una gruesa capa de polvo. ¿Cuanto tiempo llevaba en ese lugar? Al parecer años.

El rostro de la mujer era suave y hermoso, amable. El hombre que la abrazaba era la viva imagen de Cicerón. Con una ligera sonrisa en el rostro, su mirada era profunda y dominante. Encantador sin lugar a dudas. Y justo frente a ellos, el retrato de Hérmes y Cicerón cuando aún eran solo unos niños.

Estaba impresionada. No conocía esta faceta de Cicerón. De hecho, aún le faltaban muchas cosas por conocer. Pero, tener una imagen de él siendo solo un pequeño... ¡Era algo imperdible!

Podía reconocer fácilmente quien era quien. Por la estatura. Además de que en Hérmes podía verse su actitud rebelde y contradictoria. Mientras que en la imagen de Cicerón, podía notar algo de melancolía en sus ojos.

Su sonrisa era nula. Sus ojos, eran perlas sin brillo. Parecía que en el momento que el artista había capturado está imagen para plasmarla al lienzo, él estaba sufriendo.
¿Habría tenido una niñez solitaria? ¿Que le inquietaba tanto para mostrar esa expresión tan lamentable?




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