(El siguiente, será epílogo y dos capítulos extras)
......
Dejó en sus manos la grabadora, con todo lo sucedido en la mansión.
Él agente de policía levantó la vista sólo para clavarla con duda en la mujer.
-Aquí tiene todo. Esto es la prueba que necesitaba. Con esto ya puede meterla presa de por vida.
Karol apretó la mandíbula.
El hombre con bigote hizo una mueca de desconfianza. ¿Era esto seguro?
Llamó a uno de sus subordinados.
-Que lleven esto al laboratorio. Analicen las voces. Debemos asegurarnos de que sea real.
-¡Si señor!
El hombre tomó la grabadora metiéndola en una bolsa de plástico.
-Usted ¿que hacía en ese lugar? La disputa era sólo de los Cold con esa mujer.
-Esa mujer tenia secuestradas a Mía y a Odette. ¡Fui a ayudarlas! Juntó con ellos.
-Se la historia... Lo que no me queda claro es quien dejo esos cuerpos mutilados por todas partes. ¡Que animal o cosa pudo hacer algo así!
Karol, dudosa se sentó en la silla en la sala de espera. Los policía tenían custodiado el lugar. Púes, aún lo de Hérmes no estaba resuelto. No del todo. Se había fugado a sólo meses de su liberación. Sólo un milagro podría dejarlo absuelto de todo cargó.
-No lo sé. Los Cold se enfrentaron a la pelirroja y al otro hombre. Lo demás, no tengo ni idea. Posiblemente es cosa de esa mujer desquiciada. Tal vez quería inculpar a ambos en un multihomicidio... No lo sé. Yo sólo digo lo que vi. Nada más.
-Bien, mientras tanto los hombres aún están buscando a esa mujer. Es peligrosa y al parecer la tiene liada con estos chicos.
-Por favor... No separé A Hérmes de Odette Jones. Es un buen muchacho. Además, su bebé lo necesita ahora.
-Me gustaría. Ese muchacho no causó problema alguno mientras estuvo en prisión. Es diferente de las escorias que han entrado en el "castillo". Pero, la justicia es lo que es. No puedo prometer nada. Con permiso.
Decepcionada Karol miró el paisaje. El día pasaba rápidamente en el Royal Brompton Hospital de Londres.
Sólo pedía a dios no pasara otra cosa más grave.
Sin darse cuenta, que detrás de ella, la pelirroja con una peluca pasaba desapercibida de los demás. A terminar de una buena vez todo.
......
Cicerón, alejó la arma de su cabeza.
Sujetando su brazo.
-Sabia que era tu asqueroso aroma el que inundo el hospital. No te das por vencida, aun cuando sabes, que llevas un cachorro dentro de ti.
-¡No trates de conmoverme! No lo vas a lograr. ¡Prefiero morir a ver a esa maldita disfrutar junto con Hérmes todo lo que iba a ser para mi!
¿A caso ya no lo recuerdas? ¡Mi padre, fue quien ayudo al tuyo a crear el gran imperio que tienes hoy día! ¡Sin su ayuda, no serian nada! ¿Y como le pagó tu padre? ¡Exiliandolo junto a mi madre! Juré vengarme y eso es lo que haré - jaló el cargador, preparando la bala - justo ahora.
Cicerón, cansado y con la herida abierta, trató de hacerla entrar en razón.
-Mi padre, cometió errores. No era perfecto. Ni yo lo soy. Mucho menos Hérmes. ¿Que te hace mejor? ¿Crees que con todo este daño, seras feliz? Alec, murió. Nada lo traerá de vuelta. Era el padre de ese bebé. Amará, - la pelirroja, con los ojos, desviados y nerviosos comenzó a temblar - tu aún puedes ser feliz, si te rindes. ¡No vale la pena arriesgar todo por nada! Esto -señalo su vientre aun plano - es lo más importante ahora.
Sus ojos, contraídos y llenos de lágrimas se clavaron con ímpetu en los de Cicerón.
-Callate... ¡Callate! No sabes nada de mí. Nada. Ustedes se creen que pueden pasar por encima de todos. ¡Pues yo les voy a demostrar que eso no es siempre así!
Se alejó de él, mientras sostenía el arma. Sin dejar de apuntarle.
-Bien... ¡Si con eso se remide mi padre y mi familia! ¡APRIETA EL GATILLO! ¡ANDA! ¡HASLO! ¡PERO ASEGURATE DE MATARME ESTA VEZ, DE LO CONTRARIÓ YO SERÉ QUIEN TE MATE AQUÍ MISMO!
Apretó con fuerza el aparato metálico en sus manos.
-¡DESAPARECE!
......
Mía frente a una de las maquinas expendedoras no podía dejar de pensar en su futuro. Definitivamente quería a Cicerón en el. ¡Haría cuanto estuviera en sus manos con tal de que pudiera llevar una vida normal!
La lata de soda salio de debajo de la maquina, justo cuando la iba tomar, un mareo recorrió su cuerpo. La lata salio rodando por el pasillo.
¡¿Que había sido eso?!
-¿Señorita se encuentra bien?
Uno de los tantos enfermeros la sostuvo con cuidado. Mía, sorprendida y desorientada se mantuvo en pié.
-Si, si. Gracias estoy bien.