La pequeña del Alpha. ©

Extra #2 (Ser padre no es facil)

.....

"Inocente, y con sus ojos bien abiertos, la pequeña se acercó a su amado padre, para ella su "héroe"...

 

-Papi... ¿De donde vienen los cachorros como yo y Aquerôn?

 

Fue justo ahí, cuando supo que sin importar nada, no tendría escapatoria ante semejante interrogatorio.

 

Nadie dijo que ser padre seria fácil...
Y Hérmes y Cicerón aprendieron eso, con el tiempo..."

 

Seis años después...

 

La tarde caía, rojiza y con destellos color magénta, rosa y azul.

 

La mansión se mantenía como siempre, sumida en un constante movimiento de limpieza y orden por parte del personal que la atendía.

 

Ambas mucamas, atareadas no podían estar mas enfadadas. Cansadas y exhaustas de tanto buscar. Debajo de las camas, detrás de muebles, en cada rincón de la casa.

 

Ahora, desesperadas buscaban a los causantes de sus desdichas.

 

Mientras ambas caminaban por los extensos jardines de la casa, una bellota a gran velocidad dio justo en el blanco. La cabeza de matas cobrizas de la mayor de las sirvientas.

 

-..¡¿Pero que hacen ahí arriba?! ¡Se lastimaran! ¡Bajen de ahí! ¡Aquerôn! ¡Anthea!

 

-¡Viste eso! Le di.
El pequeño pecoso de cabellos negros como el alá de un cuervo agitaba entre sus manos una resortera apuntando a la pobre mujer.

 

-¡Que malo eres Aquerôn!
La nenita, un año menor que su primo, con cabellos iguales a un mar de trigo bañado por el sol, trataba de quitarle de las manos la resortera tratando de mantener el equilibrio, pues, ambos pendían de una rama del cedro.

 

-¡Anthea! Ya basta, sueltalo.

 

-¡No! Deja de lastimarlas.

 

Ambos forcejeaban mientras las mujeres debajo, gritaban y llaman a los pequeños asustadas de muerte si alguno caía al suelo.

 

De pronto, la rama comenzó a quebrarse. Ambos gritaron cuando sintieron caer al vacío junto con las demás bellotas recogidas por ambos pillos.

 

Apretaban los ojos con fuerza, asustados. Mas el suelo jamas golpeó sus cuerpos.

 

Aquerôn al abrir los ojos azules como el mismo océano, solo pudo ver la expresión enojada y seria de su padre. Sosteniéndolo en brazos.

 

-¡Papá!
Escuchó gritar de felicidad a la pequeña Anthea, mientras abrazaba a Cicerón del cuello. Ambos, habían escuchado los gritos desesperados de las mujeres al bajar del auto.

 

-Cariño, ¿que hacían arriba de esa rama? Pudieron lastimarse seriamente.

 

-¡Nada de eso tío! Ambos somos lobos. ¡Somos fuertes! ¡A que sí Anthea!
Expresó enérgico el pequeñin.

 

-¡Si papá! Tu dijiste que eramos los mas fuertes... ¡Ya lo olvidaste!

 

Ya en el suelo, los cuatro se encaminaron dentro de la casa.

 

-Son fuertes. Pero no invulnerables a las fracturas "Lobo travieso".

 

Decía Hérmes mientras cogía al pequeño subiéndolo en hombros.


-¡No es justo!

-¡No quiero escuchar más! No me meteré en problemas con tu madre por travesuras así.

El rico y apetitoso olor a la cena los tenia esperando. Al entrar a la casa, se les hacia agua la boca.

......

-Que agradable... Hacía mucho que no teníamos una cena "familiar".
Es fantástico.

Odette miraba con un brillo en los ojos a cada uno de sus invitados.

Mía, entraba al enorme comedor con una gran tazón de ensalada en sus manos.

-Mía, hay personas para eso.
Le susurro despacio Cicerón, con la pequeña Anthea a un lado, intentando comer su porción.

-Me gusta ayudar, algo que hacer para variar. Es aburrido dejar que los demás hagan todo por uno. ¿No lo crees?

-Concuerdo contigo. Es tedioso y aburrido... Prefiero acompañar a Hérmes cada vez que sale a ver las manadas hermanas.




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